Coto del Rey: el palacio escondido se abre a Doñana

medio ambiente y patrimonio | un paseo por la doñana hinojera

Cazadero real desde el siglo XIII, el antiguo Lomo de Grullo sigue presidido por un pabellón que ahora abre al público Es territorio del lince y el águila imperial: ambas especies crían allí

1. Patio del Palacio del Rey, lugar en el que se organizaban las monterías. 2. Los flamencos llenan las marismas circundantes. 3. Una excursión de la empresa Doñana Nature 4. Dos ciervos miran a la cámara. 5. Antonio Lancho (derecha) explica ante el alcalde de Hinojos, Miguel Ángel Curiel, y José Antonio Pérez, concejal de Turismo. 6. Ganado pastando en la marisma del Coto. 7. Entrada al palacio, con un mosaico de la Virgen del Rocío.
1. Patio del Palacio del Rey, lugar en el que se organizaban las monterías. 2. Los flamencos llenan las marismas circundantes. 3. Una excursión de la empresa Doñana Nature 4. Dos ciervos miran a la cámara. 5. Antonio Lancho (derecha) explica ante el alcalde de Hinojos, Miguel Ángel Curiel, y José Antonio Pérez, concejal de Turismo. 6. Ganado pastando en la marisma del Coto. 7. Entrada al palacio, con un mosaico de la Virgen del Rocío.
Raquel Montenegro

02 de junio 2013 - 05:01

Cazadero real desde el siglo XIII, el Lomo de Grullo estaba (y está) recorrido por numerosos caminos que en su día servían de guía para el avistamiento y caza de ciervos, jabalíes y otros animales. En sus márgenes se situaban los puestos de caza; a lo largo de ellos se iban recogiendo piezas abatidas. En la encrucijada, el centro de la rueda formada por todos esos caminos, se alza el Palacio del Lomo de Grullo, hoy conocido como Palacio del Rey, en realidad un pabellón de caza reservado a los ojos de reyes y nobles (y de sus sirvientes) desde su construcción allá por los tiempos del Rey Juan II que ahora se abre para dar a conocer parte del estilo de vida de la nobleza española.

"Que en los montes y términos de Mures y Gatos y Hinojos y los Palacios... non sean osados de matar... Puercos monteses e Osos e Venados e Gamos". Con ésta y otras cédulas reales los Reyes Católicos acotaron el espacio hoy conocido como Coto del Rey para salvaguardar su biodiversidad, aunque con un fin muy distinto al que hoy tiene ese concepto: la caza. No fueron los primeros en darse cuenta de su riqueza cinegética; ya Alfonso X El Sabio se reservó esos terrenos y las Cortes de Sevilla imponían en el siglo XIII penas para quienes tomasen de su nido halcones antes del tiempo adecuado en esa zona. Isabel y Fernando delimitaron posteriormente el coto, reservándose una legua en torno al Palacio del Lomo de Grullo para preservar su caza y la Casa Real pleitearía después con las Villas de Hinojos (donde se ubica el actual Coto del Rey) y Almonte para expandir la reserva (ganó la Corona).

Con esa historia regia a sus espaldas, el Lomo de Grullo (que formó parte de la provincia de Sevilla, a la que pertenecía Hinojos hasta el siglo XIX) se puede seguir considerando hoy un coto de caza, aunque sólo se utilice como tal alguna vez al año. La familia Noguera, los herederos de quien compró el Coto a los abuelos del actual rey, tiene este espacio privilegiado como finca de recreo y con uso ganadero, usos tradicionales que anclan este espacio con su historia a lo largo de los siglos. Como lo hace el Palacio, que conoció en su patio un sinfín de monterías y vio llegar a visitantes ilustres como Alfonso XIII y Victoria Eugenia por la Raya Real, el mismo camino que hace unos días recorrían las hermandades del Rocío.

Reconstruido en 1770, una rehabilitación posterior le daría el aspecto hoy bien conocido por los rocieros. Articulados en torno a un gran patio, en el que se exponían las piezas cazadas en las monterías, estaban las cuadras, los cuartos de arreos y el Palacio propiamente dicho, con su capilla, un salón de trofeos, un gran comedor y otras habitaciones de uso privado. Las cornamentas adornan las paredes, desde las premiadas en diferentes monterías a las de dos ciervos enganchados en la berrea. Las fotografías de visitantes ilustres y de la familia también copan los muebles. La privacidad se mantiene pese a abrirlo al público: se puede visitar, no fotografiar, nos advierten.

"Era como un pequeño pueblo, en el que vivían los sirvientes todo el año. Este palacio llegó incluso a tener un puesto de la Guardia Civil", explica Antonio Lancho, de la empresa Doñana Nature, que tiene la exclusiva de las visitas a Coto del Rey. Aparte, estaban las casas de los guardas, diseminadas por la zona. Un palacio que despertó envidias, como la de uno de los familiares del propietario, que quiso superarlo y se embarcó en la construcción de todo un edificio estilo versalles, el Palacio del Acebrón.

El antiguo pabellón de caza, ahora visitable, es sólo el centro del recorrido turístico de la Doñana hinojera: el Coto del Rey ha salvado su biodiversidad y ahora es territorio de dos especies emblemáticas, el lince ibérico y el águila imperial. Dos hembras de lince crían en la zona, la que más ha aportado a la conservación de la especie en libertad. También una pareja de Aquila adalberti (la imperial ibérica, llamada así en honor del príncipe Adalberto de Baviera) cría a sus pollos en un eucalipto, reina en un paraje en el que hay una gran colonia de cigüeñas y por el que sobrevuelan garcetas, garzas reales, espátulas, ibis o flamencos. "Los flamencos crían en Fuentedepiedra, pero vienen todos los días para alimentar a los pollos", prosigue Lancho. Milanos, currucas cabecinegras o un alimoche pueblan unos alrededores que también se ven afectados por los cambios en los modos de vida y uso del Parque y por la variación de temperatura. "Hay especies que antes no criaban y ahora sí lo hacen; los ánsares en cambio vienen menos, se quedan más al Norte", explica Lancho. Pero no todo es culpa del cambio climático, también hay otros cambios antropogénicos de escala local, no global: "Al cambiar los cultivos tradicionales por otros que no agarran el terreno los sedimentos llegan hasta la marisma. La marisma de Hinojos también tiene problemas de colmatación".

Pinar, vera y marisma conforman un puzzle de ecosistemas que transforman la finca en un buen ejemplo de la variedad de Doñana, a pesar de no hallarse en el núcleo del Parque Nacional, sino en la parte anteriormente conocida como Parque Natural (Espacio Natural de Doñana engloba ahora ambas zonas). En el bosque quedan restos de su historia cinegética, como el llamado pino de las tres medallas, uno de los tres árboles de la finca que no fueron cortados para servir de sombra en las monterías: señalizados con medallas de la Virgen del Rocío, estas se fueron incrustando en la corteza al crecer. Y también recuerdos de una Doñana que pudo perder su esencia marismeña en un proyecto de desecación del espacio natural; la propuesta no prosperó afortunadamente gracias a los pioneros de la protección ambiental, pero de aquel momento datan los eucaliptos que bordean la Raya Real. Hoy, en un parque con sus usos limitados y controlados, son los únicos árboles de su especie que perviven: un pequeño núcleo de eucaliptos se ha salvado tras ser escogido por el águila imperial para anidar. Es el capricho de una especie singular: "Si te acercas en tractor o en caballo, no se mueve. Si lo haces andando o en coche, sí". Una de las historias escondidas en el coto preferido por los reyes.

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