Fuenteheridos: patrimonio y tradición

Un año más celebra unas jornadas amparadas en virtudes como la gastronomía, la cultura del agua, sus senderos, la música, su peculiar habla o la historia de sus archivos

Bonita panorámica de la localidad serrana de Fuenteheridos.
Bonita panorámica de la localidad serrana de Fuenteheridos. / Alberto Domínguez
Félix Sancha Soria

20 de marzo 2017 - 02:06

En esta provincia tenemos una gran fortaleza, la que constituyen un buen puñado de poblaciones pequeñas que en algún momento de la historia alcanzaron la municipalidad, con una arquitectura popular fuertemente marcada, salpicando el paisaje de cada una de las viejas comarcas. Lejos de verlas como realidades extrañas, perdidas, diminutas y, a veces, periféricas, son importantes graneros de vida, cofres llenos de tradiciones, espacios protegidos de naturaleza y crisol de culturas.

Una de ellas es Fuenteheridos, donde los historiadores han intentado desentrañar el nombre o su constitución como villa, pero también sus soportes económicos, entre los que se cuenta la agricultura fuertemente ligada a las huertas y castañares; pero también la minería, ya desaparecida, pero muy importante en el último tercio del siglo XIX, cuando un emprendedor llamado Guillermo Sundheim explotaba una cantera de la que salieron mármoles para palacios, plazas y casas señoriales, y solía pasar muchos de sus días en una huerta que hoy conocemos como Villa Onuba.

Fuenteheridos tiene hondas raíces en las tierras realengas de la Edad Media, pero también en las señoriales de la Edad Moderna, habiendo estado fuertemente unido a localidades vecinas como Galaroza, de la que fue aldea, y Aracena, que dada su proximidad siempre ejerció una gran influencia y atracción.

Sin duda la elección del asentamiento primitivo tuvo mucho que ver con la abundancia del manantial que salía de la tierra para formar el río Múrtigas, y discurrir libre regando una amplia vega que se dirigía a la frontera portuguesa. Ese hecho ha permitido que a los vecinos no les falte el agua ni para beber ni para su agricultura, colocando en el paisaje una serie de elementos identificativos, como la fuente de los Doce Caños o las lievas y estanques; pero también establecieron en tiempos pasados turnos de riego para alimentar fértiles huertas, donde los frutales marcan el ritmo de las cosechas, y que debemos conservar para mantener la biodiversidad de este espacio.

Pero la identidad y patrimonio de este espléndido municipio también tiene mucho que ver con el culto al catolicismo. Su Iglesia, bajo la advocación del Espíritu Santo, verdadero faro y cota mayor, fuertemente castigada por el terremoto de 1755, y restaurada con posterioridad por la sabia mano del gran arquitecto del Arzobispado sevillano Pedro de Silva o el humilladero de La Verónica, situado en un camino real de los que comunican con los municipios vecinos. Sin olvidar el crucero de la Plaza del Coso que nos recibe como guardián a nuestra llegada. Pero también debemos hablar de la devoción a la Virgen de los Ángeles, ubicada en su ermita de la Peña de Alájar, declarada en algunas de las fachadas de las principales viviendas y rubricada en una hermandad filial que cada 8 de septiembre le rinde pleitesía en las alturas.

Pero Fuenteheridos también conserva e incluso incrementa en muchos casos sus tradiciones, muchas de ellas unidas a la economía o la religiosidad, como es la fiesta de la castaña, tras su cosecha en diciembre, la fiesta del Patrón El Espíritu Santo, antes del Corpus, la fiesta del Carro de Navahermosa, la fiesta de la Virgen de la Fuente el 15 de agosto, el Día del Bollo, el Domingo de Resurrección o el Concurso Nacional de Pintura.

Otra de la vertientes importantes lo constituye su privilegiado medio natural, en el centro de la Sierra, formando parte del espacio protegido por la Junta de Andalucía, conocido por Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Su impresionante tapiz vegetal donde el castaño se hace fuerte en las pendientes y su posición y altura, hacen que las lluvias del Océano Atlántico caigan con generosidad durante el otoño-invierno, provocando que los tonos verdes vistan su naturaleza durante la primavera y los ocres en el otoño, cuando los castaños pierden sus hojas. La proximidad de numerosos municipios ha generado una cadena de caminos y senderos que cruzan el término y son fundamentales para la comunicación y el ocio .

Todos esos patrimonios y signos de identidad tienen como columna vertebral al elemento humano, es decir, los habitantes de Fuenteheridos, verdaderos conservadores del medio y las tradiciones, descendientes de los repobladores norteños de los siglos XIII al XV, y que han sabido pelear duro contra un medio montañoso para convertir a la población en uno de los principales centros turísticos de la comarca. Una cadena de restaurantes, mesones y bares constituyen el soporte gastronómico, basado en recursos como el cerdo o las setas, y donde platos típicos como las migas se pueden degustar en esta época con facilidad.

Y como no mencionar ese elemento cultural tan importante que siempre ha habido en Fuenteheridos, y que lo componen, por citar algunos, historiadores como Rodolfo Recio, médicos como Juan Madrazo, maestros como José Luis Macías, poetas como Manuel Moya o arquitectos como Eduardo del Valle, pilares que han trabajado siempre al servicio de la cultura serrana.

Este año toda esa comunidad, encabezada por su Ayuntamiento y la Federación de Asociaciones, se prepara para celebrar, de nuevo, las Jornadas de Patrimonio de la Sierra, fuertemente amparada por su extenso muestrario de virtudes, pero también por el trabajo callado de sus asociaciones. A principios de abril tenemos una cita con su gastronomía, pero también con la cultura del agua, con sus extensos senderos, sus referentes musicales, su peculiar habla, sus afamadas setas o la historia escondida de sus archivos.

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