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Punta Umbría/En el interior del recinto de la Universidad de Huelva, concretamente en el Campus del Carmen, hay un cerro o cabezo, como le llamamos aquí en Huelva, que recibe el nombre de Cabezo de la Almagra, una palabra árabe. Actualmente tiene unas instalaciones con acero corten y alberga unos yacimientos romanos. Pues bien, en ese cabezo había una hacienda o un cortijo donde vivía Agustín Álvarez, al que todo el mundo conocía en Huelva como Agustín el de la Almagra. Era todo un señor en el más amplio sentido de la palabra y Guillermo Orozco es su nieto.
Guille, como lo conocemos cariñosamente, nació en Huelva el 21 de noviembre de 1966, hijo de José Orozco, industrial panadero en la capital onubense. Es el tercero de cinco hermanos: Pepe, el mayor de todos ellos, es un artista plástico muy cotizado y ganador de muchos premios, además de profesor de un instituto en El Puerto de Santa María y doctor en Bellas Artes; el segundo de la familia es Agustín, Agu, que enseña y es profesor de todos los aficionados a la navegación de Huelva que tienen la obligación de estar en posesión de los títulos de Patrón o de Capitán y además es el director de la escuela de vela de Palos de la Frontera. El tercero es Guille, que es otro artista más en la familia. Los dos restantes, los menores, son Pablo y Gonza, a quienes se los llevó Dios al Cielo porque necesitaba allí dos angelitos.
De pequeños, los más íntimos conocíamos a los cinco hermanos como los Pepitos porque eran todos casi iguales, muy revoltosos y simpáticos y nos confundíamos con ellos, así que abreviábamos llamándoles de esa manera. Y es que los teníamos siempre con nosotros porque eran, desde que estaban en párvulos en el Colegio Colón de los Hermanos Maristas, muy amigos de mi hermano Emilio, al que siempre le llamaban y le siguen llamando en la actualidad Emi. Hoy, además, a Guille le une una estrecha amistad por la música con mi hermano Carlos, ya que él es el director del centro filarmónico onubense y Guille pertenece a él como buen músico que es.
Con solo 8 años a Guillermo le regaló una guitarra su abuela Isabel, que era una gran mujer, magnífica y muy cariñosa. Y fue entonces cuando él empezó, por su cuenta, a aprender a tocarla. Además, vio que le gustaba cantar acompañándose él mismo y empezó con canciones melódicas, que eran sus preferidas.
Poco a poco su afición fue tomando forma y se fue convirtiendo en algo primordial en su vida, por lo que decidió estudiar canto para educar su voz. Para ello se fue a Madrid, a la Escuela Superior de Canto y, con su voz ya más acomodada se volvió a Huelva y Punta Umbría, donde desde pequeño pasaba, como dice él, los mejores momentos de su vida. Recuerdo los partidos de fútbol al atardecer en la playa de La Canaleta con la marea baja y con su hermanito Gonza siempre jugando de portero.
En 1994 se presentó al Concurso Nacional de Canto de Logroño y lo ganó. Ahí fue cuando empezó su carrera artística en serio, porque hasta entonces solo era un aficionado. Y es que en el jurado de ese certamen estaba nada más y nada menos que el gran tenor de fama internacional Pedro La Virgen, que lo animó a seguir estudiando y Guille lo considera como si le hubiese tocado la lotería porque su maestro iba a ser el propio Pedro. Es decir, que empieza ya su etapa como profesional y pronto debuta en Madrid, en el Teatro Apolo, con la Antología de la Zarzuela de José Tamayo, el director teatral andaluz que fue uno de los grandes que popularizó dicho género.
A partir de ese momento su carrera empezó a expandirse por todo el mundo y en la actualidad tiene en su palmarés haber ganado 14 premios internacionales. Guillermo Orozco es hoy un reconocido tenor al que llaman para cantar en muchos países y al que han dirigido los mejores directores del panorama mundial. Lo he visto cantar muchas veces, pues tengo ese privilegio por cercanía familiar, en fiestas particulares y en el Gran Teatro de Huelva. Y no se me olvida su actuación en el Teatro Romano de Mérida, en la ópera Carmen, basada en la novela de Prosper Mérimée, cuando apareció en el escenario, montado a caballo y cantando con su potente voz “Toreador… toreador…”.
Tengo que citar necesariamente en esta pequeña semblanza a su madre Pili y a su tía Marí Carmen, dos personas encantadoras y dulces que siempre le apoyaron y ayudaron para que hoy sea lo que es, el excelente tenor onubense. Guille, me alegro mucho de tu trayectoria impecable y, como eres todavía muy joven, te deseo que sigas cosechando muchos éxitos y que sepas que toda Huelva se siente muy orgullosa de tenerte entre nosotros.
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