Manuel Infante
Todavía resuenan en mi memoria los sonidos del acordeón que nos acompañaba en nuestros viajes en canoa desde Huelva a Punta Umbría y viceversa, y arriba llevando el mando estaba con su gorra de capitán Manuel Infante Esteban, más conocido como Manuel Melchor.
Manuel era toda una institución en aquellos viajes fluviales y lo sigue siendo a pesar de tener ya 92 años y llevar muchos jubilado, pero cada día de verano acude sin falta al muelle de las canoas a verlas salir y llegar cargadas de gente, lo que le hace rememorar los muchos años en los que él transportaba a tantos viajeros.
Manuel nació en Isla Cristina en el año 1926 pero con solo cuatro años su padre se vino a trabajar a Punta Umbría, a los galeones del Chinguito, de Suárez y los de Chumin, y en el colegio que estaba cercano a la Torre de Almenara aprendió sus primeras letras hasta que con catorce años su madre le sacóel folio, que era el documento que había que tener para poder embarcarse y así empezar su vida profesional como marinero en los barcos de vela. Pero a él no le gustaba el mundo de la pesca y pronto se puso a trabajar en las canoas con Pascasio, llevando la María Luisa, que era la más pequeña de la flota. Luego ya fue llevando La Belleza de Alicante, la Ángela Marisa, que antes había sido una lancha rápida de la Armada Británica; la Villa Clara, conocida como el Agromán por lo grande que era, en alusión al hospital Manuel Lois, que lo había construido aquella empresa y que durante muchos años el pueblo llamaba a este gran edificio con ese nombre y esta canoa también fue llamada así. Él cuenta con gracia que los asientos de esta canoa habían sido los asientos que en su día tuvo el Gran Teatro de Huelva.
En el año 1962 fue a Bilbao para traerse otra canoa que hacía el trayecto desde Santurce a Bilbao, llamada El Chimbito que muchos jóvenes ya recuerdan anclada en la ría prestando sus últimos servicios como bar, regentado por el hijo de Pascasio, el bueno de Salvador Toscano. El Chimbito, en uno de sus viajes en el verano de 1977, sufrió un incendio. Gracias a la pericia y el buen hacer de Manolo, quien la fondeó en la isla de Saltés, no tuvo mayor trascendencia.
Manolo Melchor se casó con Mari Carmen Maraver, con quien siempre me unió una buena amistad. Desde estas letras aprovecho para enviarle un afectuoso y cariñoso saludo. De su matrimonio tuvieron dos hijos, Mari Carmen y Ramón, a quienes conozco desde pequeños en su puntaumbrieña calle Cisne.
Manolo me cuenta una y mil anécdotas vividas en esa preciosa ría que tanto adora. Llevó de viajeros a personas tan influyentes e importantes en la vida local y nacional como fueron los obispos Pedro Cantero Cuadrado, José María García Lahiguera, al general Luengo, de la Guardia Civil; a don Remi, a Juan Ignacio Gálvez Cañero, a Manuel Clavero Arévalo, ministro del Gobierno de España; a Jesús Posada, gobernador civil de Huelva y también ministro; a Guillermo Luca de Tena, quien tenía un yate que también él lo llevó en muchas ocasiones, una de ellas para llevar a hacer esquí acuático al jovencito Juan Carlos de Borbón, que había venido hasta aquí con su padre don Juan desde Estoril. Pero no quedan ahí los pasajeros; me cuenta que también llevó en una ocasión a Xabier Arzalluz, que en aquel entonces era monje, y es que es cierto, el líder del Partido Nacionalista Vasco fue jesuita y estuvo en Huelva. Tiene muchos recuerdos de haber solucionado problemas a mucha gente desde su puesto de mando de la canoa, porque muchas personas recurrían a él con algún problema y él a sus pasajeros ilustres le trasladaba el problema como si fuese suyo para obtener respuesta positiva, como así sucedía.
Durante la Guerra Civil su familia se trasladó por razones del trabajo de su padre a Huelva y aunque él era un niño de once años, vio con sus propios ojos los horrores de la contienda, que recuerda con mucha pena y tristeza.
Durante el servicio militar, fue voluntariamente destinado a Guinea Ecuatorial a bordo del barco de guerra Cañonero Dato, donde cumplió un año de mili. Esta emblemática nave de la marina española hacía trabajos hidrográficos en el Golfo de Guinea.
Las canoas pasaron posteriormente a manos de otro gran hombre, Manolo Varela, quien incorporó algunas embarcaciones, como por ejemplo la llamada Gloria, de la cual tengo yo un salvavidas que me regaló el bueno de Varela y otro de la Ángela Marisa, que sirven de decoración en mi terraza veraniega como un símbolo nostálgico de aquella Punta Umbría que se nos fue. Manolo Melchor también siguió de patrón con la nueva empresa dónde también fue muy reconocido y querido.
Manolo siempre fue un gran aficionado al flamenco y un magnífico cantaor de saetas. Todavía lo recuerdan muchos cantándole al Santísimo Cristo del Mar desde el Bar Los Caracoles. La Peña Cultural Flamenca de Punta Umbría le dedicó un homenaje entregándole una placa de recuerdo que él exhibe con orgullo y cariño.
A pasar de sus 92 años, está muy en forma y se lamenta de que por culpa de la edad no pueda seguir navegando y surcando la ría, sus caños y sus esteros. Se conforma con pasear y andar por lo menos cinco kilómetros diarios, encontrándose con muchos amigos con los que se para y habla siempre de aquella Punta Umbría que vivió y que lleva en su corazón.
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