La joya oculta de la mina de El Perrunal a través de una maqueta
Andévalo Minero
Esteban Belardo recrea en un croquis el yacimiento para evitar que este vestigio de la actividad minera caiga en el olvido y puedan conocerlos las nuevas generaciones
El Perrunal/No es de las más conocidas de la Faja Pirítica Onubense pero, como el resto, la mina de El Perrunal, eclipsada por la cercana explotación de La Zarza tanto durante sus años de funcionamiento, como desde su cierre definitivo en 1968, también tiene una importante historia que contar. No en vano, durante una de sus épocas de mayor apogeo, que coincidió con las primeras décadas del siglo XX, esta explotación minera llegó a rozar el millar de trabajadores, extrayéndose de ella unas 3.400.000 toneladas de piritas.
Este año se cumple medio siglo desde la clausura definitiva de la actividad en esta explotación minera que, a diferencia de la gran mayoría de minas de la comarca, era subterránea y no a cielo abierto. Como las otras, tras su abandono, llegó el expolio, sobre todo de sus elementos metálicos para la venta al peso como chatarra. También se vendieron al mejor postor otros materiales constructivos como los ladrillos con los que estaba edificada su esbelta chimenea, que fue derribada.
Pese a todo ello, los restos de la mina de El Perrunal fueron protegidos en el año 2014 por la Junta de Andalucía, que la inscribió como Bien de Interés Cultural (BIC) bajo la tipología jurídica de Zona Patrimonial.
De gran singularidad por su origen eminentemente francés y el esquema compositivo de sus construcciones, esta mina conserva en la actualidad restos de su actividad como las casas de máquinas de los pozos de extracción, el conjunto de la estación eléctrica, los depósitos de agua dulce para el funcionamiento de instalaciones y máquinas de ferrocarril, la balsa de decantación, o parte del cargadero de mineral, entre otros.
Pero si nada ni nadie lo remedian, estos pocos restos, que actualmente languidecen ocultos en muchos casos entre la naturaleza, y que además son víctima del paso del tiempo y de la prolongada exposición a los elementos de la naturaleza, podrían desaparecer en el medio plazo.
Algo así debió pensar un día Esteban Belardo Belardo, vecino jubilado de El Perrunal que trabajó durante muchos años como perforador en la vecina mina de La Zarza, en la que también trabajaron sus padres, pero que por cercanía, y sobre todo por las historias que desde niño le narraron sus vecinos, se confiesa un “gran enamorado” de la mina de El Perrunal.
Y es que, precisamente para evitar que este importante vestigio de la actividad minera en la comarca caiga en el olvido, y para darlo a conocer entre las nuevas generaciones, Esteban Belardo decidió un buen día hacer una maqueta a escala de la mina de El Perrunal, en la que ha intentado “reproducir lo más fielmente posible no solo como era esta explotación minera, sino también las condiciones de trabajo que allí vivieron cientos de vecinos de la zona”.
Condiciones a su juicio “durísimas” porque “todo se hacía a mano y a base de fuerza humana y animal, durante muchísimas horas al día, para apenas poder mantener a la familia”. “En resumidas cuentas –añade– se trabajaba mucho, muy duro, y se ganaba poco”.
Esteban Belardo admite por otra parte haber conocido la mina de El Perrunal en funcionamiento “muy poco” porque su actividad cesó pronto por un incendio en las galerías. A pesar de ello asegura que le ha “gustado, llamado la atención e inspirado desde pequeño”.
Motivos todos que le llevaron hace unos años a tomar la decisión de hacer su gran maqueta, para lo cual se valió de información que fueron proporcionando vecinos que trabajaron en dicha mina, así como de fotografías de la época que guardan estas mismas personas, y de numerosos planos y mapas de la instalación que fue recopilando.
La maqueta, en la que afirma haber trabajado durante bastantes años, tiene unas dimensiones de 2.30 por 2 metros, en los que reproduce a escala todas las instalaciones de la mina de El Perrunal, que en realidad ocupaba una superficie exterior de aproximadamente 500 por 400 metros.
“Me ha costado muchísimo trabajo terminarla”, admite, ya que está todo hecho con materiales reciclados: madera, cartón, objetos de aluminio, musgo y otros elementos de la naturaleza, y hasta mecheros, con los que Belardo ha hecho las locomotoras de los trenes. Los colores usados “también son lo más parecido a los originales”, añade.
De esta forma la maqueta se divide, al igual que la mina original, en tres áreas. La parte alta, integrada por el polvorín, la caseta de detonadores, varios depósitos de agua tanto para el pueblo como para la mina, y la chimenea.
En la parte intermedia se sitúan los dos malacates que tuvo la mina y que a lo largo de su historia no funcionaron al mismo tiempo, las salas de máquinas, las canteras para la extracción de estériles con sus casetillas y túneles, el entramado de raíles por los que se movían las vagonetas en las que se cargaba y transportaban los estériles y el mineral, las cuales funcionaban a base de tracción humana y animal, las cuadras de las bestias de carga, los talleres para la reparación del material y la maquinaria, y el túnel de ventilación del interior de las galerías mineras.
Ya en la parte baja están el edificio de las oficinas, los cargaderos de mineral, los cuadros y resto de instalaciones eléctricas, los trenes donde se cargaba el mineral para ser enviado a Huelva, y la zona de descarga y almacenamiento de tablas y resto de materiales necesarios para apuntalar las galerías mineras.
En los años de mayor esplendor de la mina de El Perrunal llegaron a trabajar en ella hasta 1.500 trabajadores, según detalla Belardo, quien señala que prácticamente todo el subsuelo de la superficie visible de la mina estaba hueco. Solo por poner un ejemplo, añade que uno de los pozos por los que se accedía al fondo de las galerías tenía entre 300 y 325 metros de profundidad, siendo el otro un poco menos profundo.
Mientras contesta a nuestras preguntas Esteban Belardo mira, y remira de nuevo, con cara de nostalgia, y de pena a la vez, su maqueta. “Creo que la mina tendría que haberse conservado tal y como era –señala- y actualmente sería un gran museo al aire libre que estoy seguro que sería bastante visitado ya que son muchos a los que les gusta la arqueología industrial”.
“Pero desafortunadamente se vendió todo al peso, quedando destrozado un patrimonio de incalculable valor. ¿Qué le sacaron a los hierros que vendieron?, prácticamente nada para el valor que tendría este espacio en la actualidad de haberlo dejado tal cual… No tengo palabras… Es una pena”, concluye.
Una de las grandes desconocidas de Huelva
De gran singularidad por su origen eminentemente francés y por el esquema compositivo de sus construcciones, la mina de El Perrunal tiene asociado un núcleo de población del mismo nombre donde destaca la tipología residencial de viviendas en hilera para el alojamiento de los trabajadores y sus familias, además de equipamientos como el casino y la iglesia del Buen Pastor.
El punto álgido de la explotación minera en la comarca del Andévalo se sitúa a finales del siglo XIX, cuando dos grandes compañías de capital extranjero: la francesa Compagnie des Mines de Cuivre d’Huelva, seguida de la escocesa Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd. propulsaron la industria minera a gran escala en la provincia onubense.
En 1853 el ingeniero francés Ernest Deligny realizó la solicitud para el yacimiento de El Perrunal, aunque no será hasta 1880 cuando constituya la compañía de capital francés Société des Pyrites Française, conocida popularmente por su traducción castellana como Sociedad Francesa de Piritas de Huelva. Fue entonces cuando se iniciaron las labores de explotación, las cuales no quedaron oficialmente reconocidas hasta el año 1900, iniciándose también la construcción de las primeras viviendas en El Perrunal.
Las tres décadas siguientes coincidieron con un periodo de apogeo de la explotación, llegando a tener la empresa casi un millar de trabajadores, y alcanzando la extracción de pirita 3.400.000 toneladas. Ya en los años 40 se reduce su actividad hasta contar con la mitad de trabajadores. Con el cierre temporal de El Perrunal en 1949 por un incendio en las galerías.
La mina contó con seis niveles y dos pozos maestros, junto a los que se encontraba la planta de trituración. El mineral se exportaba mediante un ferrocarril de ancho ibérico (1.668 mm) que enlazaba con la línea Zafra-Huelva.
Posteriormente fue reabierta en 1853, tratándose de una explotación de reducidas dimensiones donde se practicó la extracción subterránea del mineral. Una situación que no pudo soportar por mucho tiempo, cerrando definitivamente el 28 de diciembre de 1969. Los trabajadores pasaron entonces a la mina Lomero-Poyatos, en Valdelamusa que pertenecía a la misma empresa. En la actualidad el poblado minero pertenece a La Zarza-Perrunal, recientemente segregado de Calañas.
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