La Romería de San Mamés en Aroche cumple su centenario
La ruina de la ermita de la dehesa de Cortedelana obliga en el siglo XVIII a trasladar la imagen del santo a Aroche. La fiesta se celebraba en la Pascua de Pentecostés
La primavera llega a Aroche con Arucinalia
El año 1923 fue de una tremenda importancia para el municipio de Aroche, no sólo en lo socioeconómico y político sino también en lo religioso. La legalización de la Hermandad de San Mamés y organización de romería va a coincidir con la instauración de la dictadura militar. El 15 de septiembre, Miguel Primo de Rivera es nombrado jefe del Gobierno por el rey Alfonso XIII y lo primero que hace, el 3 de octubre, es destituir al alcalde y concejales del Ayuntamiento.
Se le dará ahora continuidad a la antigua romería o fiesta del señor San Mamés que conocemos desde el siglo XVI, con su ermita en la dehesa de Cortedelana, casi a 20 kilómetros de distancia de Aroche, formando parte entonces de su término municipal, y donde sin duda se bailaba la famosa Jotilla. Como demostramos en el libro publicado en 2015 sobre la historia de Aroche en la colección: La Provincia de Huelva, historia de sus villas y ciudades, fue levantada en la Edad Media por los pastores mesteños que traían sus ganados ovejunos a pastar en ciertas dehesas arochenas que formaban parte de los bienes comunales y estamos seguros que también colaboraron los vecinos de los pueblos españoles de la Raya. Tras 800 kilómetros de viaje llegaban en octubre a las dehesas de Cortedelana, Arriba, Abaxo, Rosal-Gallego y Alcalaboza desde provincias como La Rioja, Soria, Burgos y Huesca, aunque el grueso procedía de las sierras riojanas y sorianas de Urbión y La Demanda.
Tampoco hay que desdeñar el componente portugués, pues la fiesta se celebraba en la Pascua de Pentecostés y reunía a vecinos de Aroche, San Bárbara de Casa, Cabezas Rubias, aldea de El Gallego, Vila Verde de Ficalho y Serpa. La advocación de este Santo procede del norte de España, su gran devoción ha dado lugar a múltiples ermitas, patronazgos e incluso al nombre de singulares estribaciones montañosas. Además, es el patrón de los ganaderos y abogado de los elaboradores de queso.
La ruina de aquella ermita de repoblación hizo que el Santo fuera trasladado a Aroche durante el siglo XVIII, comenzando un periplo por otras ermitas e incluso por la Iglesia prioral de Nuestra Señora de la Asunción. Finalmente quedó alojado en la de San Pedro de la Zarza, muy cercana a la rivera de Chanza y que con tanto acierto estudio el historiador Antonio Vázquez León. Este incremento de las devociones provocó que, a finales de este siglo, se hicieran importantes obras como el campanario, espadaña o los arcos de alpende que podemos contemplar hoy.
Debió de ser emocionante para aquellos tres hombres fundadores y redactores del reglamento su llegada en formato papel, a finales de septiembre de 1923, procedente de la papelería M. Hernández, de Huelva. También para el cura párroco, Manuel Suárez Cáceres, que dio su conformidad y aprobó todas y cada una de sus sencillas XVI reglas. Se fundían así en causa común y en un solo cuerpo la parte religiosa, la Iglesia, y la civil, los vecinos de Aroche.
El hermano mayor, Sergio Ocaña Morales; el secretario, Domingo Garfia Carlos, y el tesorero, Sebastián Rodríguez Márquez, ya habían celebrado con antelación las dos fiestas acordadas, una romería en primavera en la ermita de San Pedro de la Zarza el lunes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés, que se ubicaba según la tradición cristiana cincuenta días después de Pascua de Resurrección y que conmemoraba el descenso del Espíritu Santo a Dios. Por eso sabemos que fue el 21 de mayo.
Y también otra fiesta durante el verano, el 17 de agosto, que hoy corresponde a la Feria. Como la vieja imagen de San Mamés se encontraba ya en la ermita de San Pedro, a orillas de la rivera de Chanza, nueve días antes se trajo a la Iglesia Prioral de la Asunción para hacer novena y misa solemne con procesión en su último día, a la que asistieron todos los hermanos. Después el Santo fue conducido, de nuevo, a su ermita cuando el mayordomo lo creyó más conveniente. Como se puede entender ambas celebraciones estaban fuertemente unidas a las faenas de campo en un término municipal muy ruralizado.
Todo ello supuso un cambio transcendental, primero hacer de nuevo romería, pues la antigua había desaparecido en el siglo XIX, convertirla en local y excluir a otros municipios del protagonismo, sobre todo cuando se había creado el municipio de Rosal de la Frontera, y cambiar su itinerario o camino, es decir, dejar de ir a la vieja y lejana ermita de San Mamés. Las reglas aprobadas nos indican que los arochenos habían comprendido que era un tiempo nuevo y, por tanto, había que refundar la antigua hermandad si es que alguna vez la hubo. También se tenía claro que más importante que el aparato exterior formado por cultos y fiestas era la devoción y el amor al santo patrono, certificando así la pertenencia a la comunidad cristiana.
Los cargos que dirigían la Hermandad eran elegidos anualmente por los hermanos los cuales se convertían todos en vocales. El sitio de la votación la casa del hermano mayor y la consigna, votar a aquellos que más se distinguieran por su actividad y devoción. El párroco se concibió como una figura central, pues entendía de todo lo religioso o solemne de los cultos divinos, vigilaba “el progreso” de la Hermandad e imponía su voto de calidad en caso de conflicto. Es decir, era un auténtico “conciliario”.
Este movimiento identitario que reforzaba una de sus tradiciones más singulares vino acompañado de un momento dulce en la economía y cultura arochenas. Desde principios de la década de los veinte les rondaba a los 5.560 habitantes la idea de levantar un establecimiento industrial que transformara el trigo sembrado en harina panificable. Debemos tener en cuenta que el extenso término municipal se lo repartían el núcleo principal, Aroche, cinco aldeas, Los Bravos, Las Cefiñas, El Hurón, El Puerto y Los Viejos y dos caseríos, Los Andreses y Maladua.
Será la asociación obrera El Alba la impulsora de la industria electroharinera. El Ayuntamiento conservador, bajo la alcaldía de Cristóbal Soria Sierra, la apoya comprando la huerta del Caño de la Cera y destinando los fondos que procedían del arriendo de los lotes de la finca La Contienda. Se construyó un gran edificio de tres plantas de 550 metros cuadrados.
Mientras tanto la actividad en la población fue frenética, pues las obras posibilitaron la reactivación del empleo, siendo numerosas las contrataciones a jornal, la mayoría procedente de los jornaleros del campo. Se le dio el nombre de “La Comunal”, recordando que la propiedad del establecimiento pertenecía a todos los vecinos, pues los fondos de La Contienda al ser comunales eran también de todos. La inauguración del edificio, en el mes de septiembre, fue un gran acontecimiento.
Este clima había propiciado una reactivación del movimiento obrero y el debate sobre la propiedad de la tierra saliendo a la calle, en mayo de este año, el periódico La Coalición. Poco después, en el verano la escena cultural fue revolucionada por Francisco Márquez Cabacas, (Malagueño), al construir un nuevo teatro en La Corredera, el Márquez Bravo, inaugurado el viernes 17 de agosto con la actuación de la compañía cómica-dramática de María Revert.
Durante estos cien años la hermandad y romería se han transformado y adaptado al ritmo de los tiempos. Ha variado su calendario, ampliándose los días de celebración, han desaparecido tradiciones como la comida de los pobres o la caseta instalada en el Paseo Ordóñez Valdés y ha recibido un fuerte barniz de tradiciones foráneas, como la romería del Rocío, con la inclusión de eventos como la “romería chica”.
También ha pasado por momentos críticos de los que ha sabido salir, como las profanaciones religiosas de la Guerra Civil, los acontecimientos de los años noventa del siglo pasado, cuando estuvo a punto de desaparecer siendo salvada in extremis por aquella directiva encabeza por Miguel Domínguez Soria Miguelino, la peste equina del caballo, la pandemia del Covid 19 o la presión de las excavaciones de la ciudad hispanorromana de Turóbriga, que hacen que el recinto romero se acorte y desplace hacia el oeste.
No obstante, esta vieja romería centenaria de San Mamés sigue gozando de buena salud, en un paraje de ensueño y naturaleza de la Sierra de Aroche como es la finca La Belleza, con sus elegantes romeros y romeras, su imagen restaurada, su bandera delantera, su bella carroza, su caseta instalada junto a su ermita, su pregón, la coronación de la romeras y damas, el Santo Rosario o el despliegue de la caballería que cual serpiente multicolor hace camino. Su actual presidente es Juan Francisco Domínguez Sancha. Por derecho propio se ha convertido en un referente en el calendario de fiestas y tradiciones de Andalucía y en una parte muy importante de la identidad y pertenencia de los arochenos a una comunidad singular. Por tanto, el tercer fin de semana de mayo tenemos, de nuevo, una cita con la historia de Aroche.
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