La Ruta del Contrabando en Paymogo: del saco de café a la mochila con el bocata

La historia de Paymogo está estrechamente vinculada a la del mercado negro de productos básicos entre uno y otro lado de la frontera a través de la Ribera del Chanza, que actualmente es posible recorrer gracias al sendero habilitado que sigue los pasos de quienes se han dedicado durante siglos a tan arriesgada actividad

Un pastor remonta con su mula y un perro la Ribera del Chanza, como antaño lo hicieron numerosos contrabandistas
Un pastor remonta con su mula y un perro la Ribera del Chanza, como antaño lo hicieron numerosos contrabandistas / Jordi Landero
Jordi Landero

14 de noviembre 2021 - 06:00

Paymogo/Café, tabaco, harina, pan o azúcar. Algunos de los principales productos de primera necesidad que, durante años, fueron introducidos de forma ilegal en España a través de distintos puntos de la frontera hispanolusa, haciendo del contrabando una actividad gracias a la que lograron subsistir numerosas familias de las pequeñas poblaciones situadas a uno y otro lado de La Raya, a pesar de lo arriesgado de la misma.

Uno de esos puntos 'porosos' para el estraperlo fue el río Chanza, especialmente a su paso por el término municipal de Paymogo, localidad que desde el siglo XVI había venido siendo una importante aduana para la Hacienda de la Monarquía española. Instalados los controles fiscales en dicho punto del Andévalo, pronto se desarrolló en los alrededores una intensa actividad contrabandista en ambos sentidos, que se prolongó hasta finales del siglo XX.

No en vano el nombre de Paymogo proviene etimológicamente de su condición luso-latina: pagus, aldea en latín y mogo, señal que delimita un terreno -en castellano mojón-. También hay quien añade tintes mitológicos al origen del nombre recordando a un célebre mago de la comarca cuya fama cruzó fronteras y que le dio el nombre de ‘País del mago’.

Casi medio siglo después, aquellos productos básicos para la subsistencia, muy escasos entonces en España, han sido sustituidos por la mochila con el bocata y la cantimplora de los caminantes y senderistas que recorren, cada fin de semana, la denominada Ruta del Contrabando, que además de un espectacular entorno natural y de una rica flora y fauna, ofrece la posibilidad de recorrer algunos de los caminos, veredas y senderos en los que los contrabandistas se jugaron a diario la vida para arrimar un trozo de pan a casa.

La ruta está salpicada de puentes, miradores y descansaderos
La ruta está salpicada de puentes, miradores y descansaderos / Jordi Landero

Pese a la difícil orografía del terreno, a las pronunciadas pendientes y al caudal del Chanza, muy variable según la época del año y las precipitaciones del momento, los contrabandistas, perseguidos tanto por guardias españoles como portugueses, arriesgaban la vida para cruzar la frontera con algunos de los productos más básicos que, una vez en España, eran vendidos en el pueblo o enviados a Sevilla, vía Valverde del Camino.

La actual 'Ruta del Contrabando' es, por tanto, prácticamente la misma que usaron antaño los estraperlistas. Fue recuperada hace años por el Ayuntamiento de Paymogo para el disfrute de senderistas y amantes de la naturaleza, contando para ello con el apoyo de la Confederación Hidrográfica del Guadiana y del Fondo Europeo de Desarrollo Regional -FEDER-.

El recorrido se inicia en el puente internacional sobre el Chanza, a 6,6 kilómetros de Paymogo, que conecta por la carretera HU-7400 esta localidad andevaleña con el pequeño caserío de Sao Marcos, en el municipio luso de Serpa, donde se ha habilitado un área recreativa con aparcamientos, y desde donde parte hacia el norte por la marguen izquierda de la ribera del Chanza cruzando puentes, miradores, merenderos, descansaderos y tres antiguos molinos harineros: el de la Cirujana, el de Pablo -o de Enmedio- y el de la Laguna, que por lo general presentan un buen estado de conservación.

Tres antiguos molinos harineros salpican la Ruta del Contrabando
Tres antiguos molinos harineros salpican la Ruta del Contrabando / Jordi Landero

Entre Paymogo y el punto de partida del sendero se atraviesa parte de la extensa finca comunal conocida como Pagos de Sierra, a través de una ondulante orografía típicamente andevaleña

La ruta, que supone uno de los recursos endógenos de la localidad, es lineal, tiene un recorrido de ida y vuelta de unos 14 kilómetros, siendo su grado de dificultad medio o moderado.

La principal referencia del sendero es el curso del río Chanza, que se asciende por su margen izquierda -orilla española- por donde se recorre un pequeño y serpenteante camino de herradura. A unos tres kilómetros se llega al molino de Pablo, un lugar idóneo para darse un chapuzón en verano. Siguiendo hacia el norte el terreno se hace más abrupto y se va ganando altura. A unos 3,5 kilómetros del punto anterior, se alcanza el molino de la Cirujana, desde donde se emprende el camino de regreso. Unos 500 metros río abajo del punto de partida se encuentra el tercer molino, conocido como de la Laguna.

El sendero se inicia en el puente que une por carretera España y Portugal
El sendero se inicia en el puente que une por carretera España y Portugal / Jordi Landero

La ruta está salpicada de carteles indicativos con información sobre las distancias recorridas, los molinos, las aves y resto de fauna y la flora de la zona; así como dispone de varios merenderos, descansaderos, puentes y miradores desde los que observar, con mucha suerte, la esquiva cigüeña negra, una especie amenazada que ha encontrado en estos parajes el lugar perfecto donde cobijarse.

La Ribera del Chanza es límite territorial natural con Portugal, siendo para Paymogo el lugar fronterizo donde paradójicamente las fronteras no existen. Son muchas las historias de los mayores del lugar sobre noches de luna y de huidas a caballo, esquivando los vigilantes ojos de los carabineros. Y también de mujeres y hombres que recorrían kilómetros a pie cargadas de café, harina o pan, que luego vendían entre sus vecinos.

El trazado recorre rincones de singular belleza a lo largo de la Ribera del Chanza
El trazado recorre rincones de singular belleza a lo largo de la Ribera del Chanza / Jordi Landero

Y es que, como apunta el propio Ayuntamiento de Paymogo, la Ribera "ha sido siempre un referente de nuestro pueblo, un lugar con el encanto de lo prohibido, y la seña de identidad de una generación a la que le tocó vivir con escasez, pero que supo ser valiente buscando el medio de subsistir para superar la difícil situación con la que se encontraron".

El contrabando en Paymogo, una forma de vida

La entrada de España y Portugal en la Comunidad Europea, y en la zona Schengen, supuso la apertura en 1995 de la frontera entre ambos países, y por tanto la desaparición del contrabando al incluir dichos acuerdos la libre circulación de personas, capitales y mercancías entre los estados incluidos.

Pero mucho antes, en 1297, la firma del Tratado de Alcañices convirtió la Raya en una sólida línea muy vigilada, pese a lo cual nunca dejó de ser permeable. Según recoge el reportaje 'Contrabando en la Raya', del catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba Manuel Peña Díaz, publicado en la revista 'Andalucía en la Historia', la constante transgresión de la frontera hispanolusa fue más fácil en esta zona por las condiciones naturales del Chanza, un río fácilmente vadeable durante buena parte del año. Estas características geográficas, y su cercanía con la frontera, hicieron que Paymogo haya sido conocida desde el siglo XVI, "no sólo como un pueblo de contrabandistas, sino también como un lugar de cruces culturales y lingüísticos, de intercambios económicos, de solidaridades familiares, de mestizajes poblacionales (…) y de complicidad a uno y otro lado".

Según prosigue Peña Díaz, a finales del siglo XV, la Raya era un espacio condicionado por la disposición de baluartes defensivos y por intercambios comerciales de escasa entidad. Y es que los puestos aduaneros terrestres se establecieron en 1559 respondiendo al objetivo de la política fronteriza de Felipe II de fijar límites entre territorios, asentar población y buscar beneficios para la Hacienda Real, para lo cual toda mercancía que atravesase legalmente esos puestos debía pagar el 10% de su valor.

Según el volumen recaudado, detalla el catedrático de la UCO, en 1571 la principal aduana de Andalucía con Portugal era la de Paymogo, que bajo la jurisdicción del Duque de Medina Sidonia era paso obligado en la ruta entre Sevilla y Lisboa.

Dando un salto de varios siglos, durante los que la intensidad de la actividad comercial en la Raya, y por tanto también del contrabando, tuvo altos y bajos y estuvo condicionada por periodos de guerra y de paz, en 1842 fue creado el Cuerpo de Carabineros para reprimir dicha actividad, vigilando tanto costas como fronteras, con el principal objetivo de cobrar la renta de aduanas.

Los contrabandistas se fueron adaptando a los cambios y, si los principales productos contrabandeados en el siglo XVIII fueron sal, tabaco, aceite, azúcar, ganado, aguardiente y lana, en el XIX irrumpió con fuerza el café. Era una actividad muy arriesgada, en la que según Manuel Peña Díaz de uno otro modo, "todos participaban" en Paymogo: los grandes propietarios agrícolas y ganaderos, las autoridades municipales y aduaneras, los administradores de Hacienda y hasta los carabineros -integrados en la Guardia Civil en 1941-. Todos completaban así sus entonces bajas retribuciones, y todos buscaban que las mercancías contrabandeadas, especialmente el café, llegaran a Valverde del Camino, desde donde se distribuía por la provincia de Huelva hasta llegar a la capital hispalense.

Según también narra el historiador de la UCO, sólo en una ocasión la permisividad relativa "se truncó trágicamente" y en 1935 fue abatido a tiros el conocido contrabandista Manuel Fierro, quedando este episodio grabado en la memoria colectiva de los paymogueros. Después de 1936 el control de la frontera fue mucho más rígido y la Guardia Civil impuso un régimen más severo, a pesar de lo cual el contrabando nunca llegó a desaparecer.

De hecho, durante los años 40, la escasez causada por la II Guerra Mundial, por las restricciones de la dictadura franquista y por la arbitrariedad de las prácticas autoritarias, generaron un extendido mercado negro que desbordó la política de las cartillas de racionamiento, según explica Peña Díaz, quien concluye añadiendo que durante la posguerra, "Paymogo se convirtió en un referente para los pueblos de la provincia porque, a diferencia de la carestía del estraperlo, el contrabando surtía de todo tipo de productos de primera necesidad a precios más bajos. Las largas caminatas de niños solitarios o de familias famélicas de los enclaves mineros terminaban siempre en el pueblo. 'Las hambres del 40' -incluso en los años de dura sequía- fueron paliadas por la excepcional situación económica de los paymogueros, que subsistieron entre muchas necesidades, pero sin hambrunas".

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