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Vía Verde del Guadiana, un paseo por el pasado minero más desconocido de la provincia de Huelva

Este poco conocido sendero une el viejo poblado minero de La Isabel (El Almendro) y el cargadero de mineral del Puerto de La Laja (El Granado), y coincide con los 16,5 kilómetros finales del antiguo trazado minero ferroviario para transportar mineral entre las distintas minas de la zona y el río Guadiana, donde era embarcado en grandes buques rumbo a los mercados internacionales

Varios senderistas caminan hacia el poblado minero abandonado de El Sardón / Jordi Landero
Jordi Landero

24 de octubre 2021 - 06:01

Andévalo/Adentrarse en lo más profundo del Andévalo de Huelva es como cruzar una frontera mágica donde el tiempo se detiene, y donde conviven, a partes iguales, un futuro prometedor dada su infinita riqueza patrimonial, etnográfica, gastronómica o natural; con un pasado no muy lejano marcado por el ferruginoso color de las piritas que dieron alas, hasta hace aproximadamente medio siglo, a la importante industria minera de la que vivieron -y malvivieron- durante años, miles de familias de esta recóndita y aún desconocida comarca del interior de la provincia onubense, siempre a caballo entre la rica costa y la floreciente sierra.

Un claro ejemplo de ello es la Vía Verde del Guadiana, situada en el extremo más occidental de la comarca del Andévalo, junto a la Raya con Portugal, la cual discurre por el trazado del antiguo ferrocarril minero que sirvió para transportar el mineral extraído de minas como Cabezas del Pasto, La Isabel o Las Herrerías, hasta la mismísima orilla del río Guadiana, donde en el espectacular cargadero del puerto de La Laja era embarcado en enormes buques rumbo a los mercados internacionales.

Recorrer este impresionante sendero no es solo hacer un viaje al pasado, sino también al interior de uno mismo, sobre todo cuando el caminante se da de bruces en mitad del camino con algunos de los vestigios mineros de los siglos XIX y XX que, ya reconquistados por la exuberante vegetación de la zona, han logrado mantenerse en pie para ser mudos testigos de un pasado difícil de imaginar en la España actual, donde transcurrió la vida de numerosas familias en condiciones de extrema dureza. Basta solo recordar que, hasta la llegada del ferrocarril, el mineral era transportado en mulas a lo largo de más de 30 kilómetros en algunos casos.

La Vía Verde del Guadiana consta de 16,5 kilómetros / Jordi Landero

Se trata, por ejemplo, del propio puerto de La Laja, una impresionante obra de ingeniería industrial edificada donde el cauce del internacional Guadiana comienza a serpentear; el poblado minero abandonado de El Sardón, donde en las espartanas viviendas de su entramado –ahora pobladas solo por la vegetación-, discurrieron las alegrías y las penas de quienes habitaron en ellas. También se encuentra el caminante a lo largo del sendero el soberbio puente sobre el Charco del Lobo, otra obra de ingeniería que, tras la caída de la actividad minera, se antoja totalmente desproporcionada para el lugar donde se ubica, prácticamente en medio de la nada; o el poblado minero de La Isabel, aún poblado. Por último, se diseminan por la zona viejas haciendas rurales ganaderas, o una pequeña ermita en ruinas conocida como La Rábida.

Y es que hablar del pasado minero de Huelva no es circunscribirse solo a hablar de Riotinto, o de Tharsis, que si bien es cierto que han tenido una enorme importancia no solo para la provincia de Huelva, sino para historia de la minería mundial, fueron solo la punta de lanza de una actividad que se desarrolló a lo largo y ancho de toda la Faja Pirítica Ibérica a su paso por la provincia onubense, a través de cientos de explotaciones mineras, muchas de las cuales han caído actualmente en el más absoluto olvido.

Toponimias geográficas tan sugerentes como Cabezo de Las Barcias, Cumbre de Márquez, Cabezo de Las Avispas, Llanos de Las Hoyuelas, Cabezo Turuñuelo, Cerro de Juaniane, Cerro de Las Madroñas, Charco del Lobo, Las Enfermerías, Barros de La Rábida, Paredones de Juan Sierra, Cabezo de Los Curas, Cumbre del Pocito, Cabezo de Lacha, Cabezo del Hambre o Cabezo de La Báscula, se reparten a uno y otro lado del itinerario que sigue los pasos del viejo tren minero que durante casi un siglo unió la mina de Las Herrerías (Puebla de Guzmán), con el cargadero de mineral del Puerto de La Laja (El Granado), pasando por otras como La Isabel (El Almendro) o Cabezas del Pasto (Puebla de Guzmán).

Dos menores se disponen a iniciar la ruta desde el Puerto de La Laja / Jordi Landero

Los únicos elementos de modernidad a lo largo del sendero se centran hoy, únicamente, en el majestuoso girar de los gigantes de acero y hormigón que salpican algunos tramos del trayecto y que conforman el parque eólico de El Sardón; el canal de agua de la presa del Chanza; o los aún escasos senderistas y ciclistas que los fines de semana recorren estos viejos caminos, cuyo sudor nada tiene que ver con el que vertieron los cientos de mineros que durante siglos se encargaron del transporte del mineral entre las distintas minas de la zona y La Laja.

Actualmente, no sólo es posible descubrir, sino también rememorar este sugerente pasado, gracias a la recuperación como sendero de la mitad de la antigua línea férrea que conectó Las Herrerías y La Laja, cuyo recorrido total de 32 kilómetros permitió que esta zona hiciera de España, a finales del XIX, el primer productor mundial de manganeso, y uno de los más importantes de cobre y azufre.

El sendero recuperado, incluido en la Red de Caminos Naturales de España, coincide con el tramo final de dicho trazado ferroviario: los 16,5 kilómetros que discurren entre la mina de La Isabel y La Laja, el cual siendo aún bastante desconocido, es cada vez más frecuentado por los amantes de la naturaleza y del patrimonio minero industrial.

Restos del antiguo poblado minero abandonado de El Sardón / Jordi Landero

El camino comienza en La Isabel, junto a la carretera H-9009, que comunica esta pequeña pedanía de El Almendro con el municipio de Puebla de Guzmán. El inicio está bien señalizado con un cartel y unas pasarelas que delimitan su trazado.

Existen planos explicativo de la ruta, que incluyen la cartografía necesaria para recorrerla, además de recomendaciones para su mejor disfrute, además de un cuadro informativo donde se informa de los principales puntos de interés, de su longitud (16,6 km), su dificultad (fácil), su duración aproximada (3,5 horas) y un perfil topográfico del desnivel (80 metros de subida y 215 de bajada).

Al principio, el sendero se adentra en una dehesa con pocos alcornoques y encinas, pero con mucho lentisco y coscoja, y con un denso sotobosque de jaras. También pueden observarse otros matorrales, por lo que la zona es óptima para el conejo y la perdiz.

En este paisaje, donde tampoco es raro observar rapaces como el ratonero o el milano, hay franjas verdes de zarzas y carrizos que indican la presencia de pequeños arroyos. Un mosaico ideal para otras especies animales más difíciles de ver como el ciervo o el jabalí.

En el kilómetro siete, una señal indica la cercanía del poblado minero de El Sardón. Poco queda en pie del mismo, cuyas casas fueron abandonadas una vez concluida la actividad minera. A unos metros del cruce también se encuentra la estación de El Sardón, en la que se ha instalado un área de descanso. En este apeadero, además de cargar el mineral procedente de las minas cercanas, también se pesaban las piritas que transportaba el tren. Poco queda ya de todo aquello, excepto las ruinas de dos edificios: uno para el almacenaje de mineral, y otro para el guardafrenos y el vigilante de la estación.

Un grupo de senderistas recorren la ruta / Jordi Landero

El siguiente punto de interés es el puente de El Lobo. Una construcción industrial cuyas grandes dimensiones permiten disfrutar de una de las vistas más espectaculares del trayecto.

Unos 500 metros más adelante se encuentra otra área de descanso, tras la que se llega al parque eólico de El Sardón. Tras cruzar dos carreteras, la ruta atraviesa un túnel labrado en roca de 25 metros, a cuya salida aparecerá el río Guadiana, y desde donde ya puede divisarse el Puerto de La Laja, último punto navegable del río Guadiana y fin del sendero.

El puerto de La Laja es una espectacular obra de ingeniería industrial a orillas del Guadiana / Jordi Landero

Puerto de La Laja: 77 años sacando mineral onubense hacia el resto del mundo

Puerto de La Laja (El Granado) es una pequeña aldea, edificada en el último punto navegable del Guadiana, donde la compañía minera The Bede Metal & Chemical Co. Ltd instaló en el siglo XIX su embarcadero. Desde este puerto fluvial se transportaron al extranjero durante 77 años toneladas de mineral, sobre todo pirita y manganeso, extraídos en distintas minas como Santa Catalina, La Isabel, Cabeza del Pasto o Herrerías. Dada su relevancia histórica, esta infraestructura está inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Lugares de Interés Industrial: tanto el muelle-cargadero y el núcleo urbano, como el antiguo trazado del ferrocarril minero y el poblado de El Sardón. El conjunto ocupa una superficie protegida de 24,8 hectáreas.

El Mineral llegaba al puerto inicialmente transportado a lomos de mulas y en vehículos de tracción animal, y más tarde en ferrocarril gracias a la línea férrea completada en 1888. El embarque se veía obstaculizado por la escasa profundidad del río, que no permitía el atraque de buques de más de 2.000 toneladas. En 1923, la compañía Saint-Gobain amplió el puerto y dragó el río. De esta forma, La Laja sirvió para la descarga de mineral y maquinaria minera hasta 1965.

De sus viejas estructuras aún se pueden ver los impresionantes silos y tolvas en los que se descargaba el mineral inclinando las vagonetas estacionadas en la parte superior. Las cubiertas de los depósitos han desaparecido, así como la maquinaria y las grúas para la carga del mineral en los barcos.

La línea férrea, que se extendía entre Las Herrerías y el puerto, tenía 32 kilómetros y una vía muy estrecha (76,2 centímetros). Sus últimos 9 kilómetros tenían que superar un desnivel de 200 metros, una pendiente máxima del 2,26%, un trazado muy sinuoso y un túnel. Fueron los últimos en ser construidos para reemplazar el cable aéreo que durante 4 kilómetros conectaba El Sardón (entonces fin de la línea) con La Laja. Los raíles fueron desmontados y vendidos como chatarra. No obstante, la plataforma de la línea se convirtió en un reclamo turístico tras su acondicionamiento como vía verde.

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