Alfredo Fernández Portero 'Buendía': Taurino de vocación

Gente de aquí y allá

Muy cerca de donde yo vivía cuando era pequeño había otro niño un poco mayor al que todos los chavales admirábamos porque quería ser torero. Y en aquella época ser torero era lo máximo

Gente de aquí y allá: Alejandro Pérez Vallés, conócete, acéptate y supérate

Alfredo Fernández Portero 'Buendía'. / M.G.
- Miembro de la Academia Iberoamericana de La Rábida.

20 de enero 2025 - 05:00

Huelva/Alfredo Buendía nació en Huelva en 1944 y vivió su más tierna infancia en la calle Miguel Redondo, esquina con la que entonces se conocía como la Carretera Odiel, hoy Avenida de Italia, aunque luego se trasladó a la calle Bonares. Realmente su nombre es Alfredo Fernández Portero, pero su padre, que era un comerciante muy conocido en Huelva, se llamaba Manuel Fernández Buendía y todos lo conocían por su segundo apellido. Y Alfredo, que quería mucho a su padre, se puso de nombre artístico cuando le dio por ser torero el nombre de Alfredo Buendía. En Huelva teníamos entonces varios matadores de toros de primera fila: Miguel Báez “Litri”, Antonio Borrero “Chamaco” y Juanito Barranco “Posada”, que era primo hermano de mi padre. Años antes tuvimos a Manolito el Litri, que falleció de una cogida en la plaza de toros de Málaga; y varios novilleros, entre los que destacaba el malogrado Carbonell, que murió en la plaza de toros de La Merced y que toda Huelva lloró. Yo recuerdo haber ido al entierro y estoy seguro de que Alfredo también asistió.

Sus padres nacieron en el bonito y elevado pueblo de la provincia de Granada, Huéneja, pero el destino los trajo hasta esta marismeña Huelva a principios del siglo XX y por eso Alfredo fue en sus primeros años al Colegio Ferroviarios, que estaba al lado de su casa. Luego pasó a Estudios Politécnicos Madre de Dios, al que todo el mundo llamaba Padre Laraña, hoy conocido como Funcadia. Y finalmente pasó a estudiar el bachiller al señero instituto La Rábida, que fue donde ya le entraron fuerte las ganas de ser torero.

A su familia y, en general, a todos los granadinos afincados en Huelva, se les conocía como “los ochavicos”, un término que ayudó mucho a difundir Federico García Lorca y también Garvey con un vino oloroso al que llamó Ochavico. Fueron cinco hijos, pero solo viven cuatro y Alfredo tiene también cinco hijos, de los cuales Jorge heredó la afición de su padre por el mundo del toro, llegando a ser novillero y en la actualidad es apoderado de toreros de mucha proyección y empresario de varias plazas de toros.

Alfredo llegó a torear en varias ocasiones en la plaza de toros de La Merced, pero no tardó mucho en retirarse porque, como muy bien reconoce él, esa profesión es muy difícil y hay que tener mucho valor. Y aunque siguió con su afición y no abandonó nunca ese mundillo, decidió hacer unas oposiciones para ganarse la vida como Policía Nacional, siguiendo ligado a la tauromaquia desde otra perspectiva. Por ejemplo, colaboró en las páginas taurinas del diario “Huelva Información” y también colaboró en “Radiocadena”, de Radio Nacional de España, donde conoció y trabajó con mi pariente Juan Barranco Posada, que después de dejar los toros estudió Periodismo y fue el crítico taurino de “Diario 16” y de Radio Nacional.

Cuando Buendía ingresó en el Cuerpo General de Policía fue destinado a Bilbao, donde estuvo ejerciendo con gran cariño a la profesión durante 8 años, hasta que fue destinado a Huelva, donde prestó sus servicios hasta que le llegó la jubilación en el año 2009, lo que le sentó muy mal, porque le gustaba mucho su trabajo y además se veía joven y con ganas de continuar ejerciendo, como él la llama, la “bendita profesión” que sirve a la sociedad con tanto amor. Pero comprendió que había que dar paso a la gente joven.

Se casó con Concha García-Izquierdo y tuvieron cinco hijos: Olga, Jorge, Encarnación, María y Alfredo, que les han dado once nietos que los hacen muy felices. En sus ratos libres le dedica mucho tiempo a la lectura y a la cocina y, por supuesto, a las buenas tertulias con sus amigos. El otro día coincidí con él en una comida con los “Amigos del Mache” en Trigueros, donde charlamos y pasamos unos muy buenos momentos.

A Alfredo le tengo mucho aprecio desde pequeño porque siempre fue muy buena persona, tenemos una magnífica amistad y siempre lo admiré. Querido amigo, espero nos veamos más a menudo porque charlar contigo siempre es un placer.

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