Antonio José Martín Suárez: arquitecto, impulsor de las obras de Moguer

Gente de Aquí y Allá

Posee una sensibilidad especial a la hora de hacer sus diseños en la localidad onubense

Antonio José Martín Suárez.
Antonio José Martín Suárez.

Es indudable que el bonito pueblo de Moguer no para de adecentarse con obras en sus vías públicas, pero, eso sí, sin perder ni alterar su carácter de pueblo señero y bonito de toda la vida. Bueno, pues el artificie principal de todos estos cambios es el gran arquitecto Antonio Martín Suárez. No cabe duda de que en primer lugar está siempre el alcalde y los miembros de la corporación municipal, que son quienes deciden qué obras realizar, pero el responsable de los cambios es el jefe de los Servicios Técnicos, aunque en algunas ocasiones los proyectos se encargan a arquitectos externos, pero él es quien marca las directrices. Lo sé de buena tinta porque yo he participado en muchos proyectos con este ayuntamiento. Lo he hecho con todos los alcaldes desde Paco Serrano, Julián Gamón, Paco Díaz Olivares, Rosario Ballester, Juan José Volante, Manolo Burgos y Gustavo Cuéllar; y siempre ha sido Antonio José quien me indicaba qué es lo que se iba a hacer y qué necesitaba en la cartografía que yo iba a realizar.

Antonio nació en la bonita y monumental ciudad de Cáceres, muy cerca del Palacio de los Golfines de abajo, en el año 1959, pero siendo muy pequeño, con solo 5 años, se vino a vivir a Huelva, por lo que él se siente onubense, choquero, como le gusta a él llamarse. Sus padres los dos licenciados en Derecho y se vinieron a Huelva. Su padre, José Martín Pascual, destinado como abogado sindical y murió siendo aún joven, cuando Antonio solo contaba con 20 años y estaba en Sevilla estudiando su carrera de Arquitectura. Y su madre, María Teresa Suárez Muñoz, se tuvo que incorporar al mundo laboral. Ellos eran tres hermanos, la mayor, Myriam, abogada como sus padres, falleció, por lo que ahora solo están él y su hermana Ana, que en la actualidad es vicerrectora de la Universidad de Salamanca.

Antonio estudió de pequeño en el Colegio Colón de los Hermanos Maristas y luego terminó el bachiller en el Instituto La Rábida del Conquero con brillantes notas. Posteriormente se marchó a Sevilla a estudiar en la universidad hispalense y terminó la carrera en el año 1984, con sus dos especialidades: Edificación y Urbanismo. Su primera relación con el trabajo como arquitecto fue haciendo prácticas en el estudio que tenía en El Punto la arquitecta más joven de España, que era la encantadora Cristina Pinedo, que falleció en un accidente de circulación.

Enseguida entró a formar parte del servicio de Urbanismo del Ayuntamiento de Moguer, siendo alcalde el bueno de Paco Díaz Olivares. Fue entonces cuando yo lo conocí y empecé a trabajar con él. Recuerdo haber hecho los levantamientos topográficos del Plan Parcial de “Los arroyos”; los planos para la reforma del parque municipal de “Los Hermanos Niño”; los levantamientos taquimétricos en Mazagón, en la zona conocida como “Chicago”; el plano para la urbanización de muchas calles y del muelle de la Ribera, de donde en otros tiempos salía para Inglaterra a llevar el vino moguereño el barco “San Cayetano”, propiedad de don Eustaquio, el padre de Juan Ramón Jiménez. Me encanta hacer trabajos topográficos con historia y con Antonio he participado en varios, como en las reformas de las plazas del Cabildo y de la Iglesia o los planos del Convento de Santa Clara y también la laboriosa y complicada Plaza de la Coronación

Antonio se casó con una encantadora onubense, Judith Hernández Sánchez, licenciada en Biología y profesora del Instituto Diego de Guzmán y Quesada de Huelva, más conocido como “el femenino”. Tienen dos hijos, un chico que es matemático y trabaja en Sevilla y una chica que se llama Carmen, que ya terminó Arquitectura y que en la actualidad está terminando un máster. Apunta muy buenas maneras, no en balde se ha formado en Austria y en Suiza, de donde era el célebre arquitecto Le Corbusier, destacado como el más grande de la arquitectura moderna y autor, entre otras obras repartidas por todo el mundo, de la famosa capilla de Notre Dame de Haut en Ronchamp.

En definitiva, que para mí siempre ha sido un orgullo y un placer trabajar en el pueblo de mi madre y de mis abuelos junto a Antonio José Martín Suárez y su compañera, la también gran arquitecta Carmen Gil Jiménez. Ambos son muy detallistas y me siento muy a gusto trabajando con ellos.

Para terminar la breve semblanza de este gran arquitecto, decir que tiene una sensibilidad especial en sus diseños y eso se debe a que es una muy buena persona y piensa en todo al hacer las obras, por lo que el resultado es brillante. A la vista está, Moguer está precioso.

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