Antonio López Domínguez, arquitecto restaurador de la Iglesia de la Concepción de Huelva
Gente de Aquí y Allá
El templo fue destruido en 1936 por los incendios que produjo la guerra
Nuestro protagonista estudió en la Escuela Superior de Arquitectura de Sevilla, donde entabló una gran relación con el célebre arquitecto Antonio González Cordón, entre cuyas obras destacan el estadio Benito Villamarín y la remodelación de Plaza de Armas
La historia de los servicios técnicos del Ayuntamiento de Punta Umbría
La Iglesia de la Concepción de Huelva sufrió en el año 1936 el más duro de los episodios de su historia, cuando fue totalmente destruida por los incendios que produjo la barbarie. Afortunadamente yo no los viví porque nací 14 años después, pero he visto muchas fotos del estado en que quedó.
Las fotos aún se pueden ver porque han aparecido en muchos libros. Luego se reparó y volvió a ser una iglesia donde yo, de pequeño, asistía a misa sin saber lo que en ella había pasado. Pero más tarde se hizo una restauración en toda regla que corrió a cargo del gran arquitecto de Huelva Antonio López, al que ya tenía la suerte de conocer desde hacía tiempo por haber colaborado con él en algunos trabajos topográficos que me encargó siendo arquitecto municipal del Ayuntamiento de Beas y también del del pueblo andevaleño de Alosno. Algunas veces, al verme pasar por delante de la iglesia me invitaba a visitar las obras, dándome todas las explicaciones pertinentes y que yo seguía entusiasmado por lo didáctico que él siempre fue y por la emoción que en mí producía, viendo aún los daños y destrozos que eran visibles.
Antonio nació en Huelva. Su padre, de profesión militar, había nacido en Bonares; y su madre era marocha, que es el gentilicio de Encinasola, pueblo de la provincia de Huelva que tiene en su término municipal una joya sobre el río Múrtigas, el puente de los Cabriles. Y, como no podría ser de otra forma, a ella le pusieron el bonito nombre de Flores, en honor de la patrona del pueblo, la Virgen de las Flores.
Desde pequeño fue al Colegio Francés y guarda un entrañable recuerdo de todo el profesorado. Me los nombra a todos uno a uno, porque tiene muy buena memoria, y especialmente me cita a Madame Ivonne Cazenave, su directora; a doña Carmen Solís, a la señorita Pili Gallango, a la señorita Manolita Rodríguez y a Paquita Corralejo, a las que ve a menudo paseando y siempre se para con ellas, lo mismo que me pasa a mí, que siempre charlamos un buen rato por la calle. Todas ellas son muy amables y cariñosas. Recuerda hasta los olores del patio donde jugábamos y las raíces visibles de la arboleda existente, que nos importaba poco para jugar al fútbol.
Después de pasar por el señero instituto Rábida de Huelva y terminar el bachiller, se marcha a Sevilla a estudiar en la Escuela Superior de Arquitectura, donde tiene la gran suerte de tener como catedrático al célebre arquitecto Antonio González Cordón, que entre sus múltiples obras destaca la del concurso que ganó entre más de 100 arquitectos para el diseño del estadio del Real Betis Balompié, el conocido e histórico Benito Villamarín del barrio de Heliópolis; y también la remodelación de la Plaza de Armas sevillana. Ambos hicieron muy buena amistad y empezó a trabajar en su estudio, con lo cual aprendió mucho.
Una vez en Huelva entra a formar parte del equipo técnico de la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Y gracias a ese trabajo tan bonito, Antonio conoce el rico patrimonio arquitectónico de nuestra provincia onubense y confecciona muchos proyectos de rehabilitación y restauración de edificaciones que estaban necesitadas de ciertas reformas, entre ellas la fortaleza-iglesia de Paymogo, trabajo en el que yo participé haciendo con él toda la topografía.
Y por fin montó su estudio profesional en la calle La Fuente de nuestra capital, lugar en el que hoy continúa y donde yo mismo me he reunido con él en algunas ocasiones para planificar algunos trabajos que íbamos a hacer juntos. A todo esto, él ha sabido compaginar su profesión libre con la de arquitecto municipal en los ayuntamientos que anteriormente he citado. En la actualidad sigue siendo titular en el Consistorio de Alosno a tiempo parcial y en el de San Juan del Puerto, junto a mi buena amiga, la magnífica arquitecta Tita Jiménez Guijarro.
Además, durante algún tiempo ejerció las funciones de secretario del Colegio Oficial de Arquitectos de Huelva y también fue miembro de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico. Es decir, que Antonio no solo se ha dedicado a trabajar, sino que ha desempeñado multitud de cargos de forma altruista que beneficiaban a su profesión y al colectivo al que pertenece.
Nunca dejó atrás a su familia, a la que siempre le dedica su tiempo y, concretamente, con su mujer Gloria, a la que conozco desde hace mucho, se le ve pasear a menudo. Ella se dedica a la noble y bonita profesión de maestra de Educación infantil. Tienen dos hijos que están actualmente estudiando en Sevilla: Antonio, que está a punto de terminar Ingeniería Industrial; y Flores, como su madre, que está comenzando Psicología.
Y termino esta corta semblanza de mi buen amigo Antonio López, a quien aprecio de verdad por su bondad y exquisita educación, entre otras cualidades. Es un verdadero placer hablar con él. Querido Antonio, tenemos pendiente tomar un café. Te lo debo.
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