El avance del mar tumba los precios en la primera línea de playa en más de un 30%
El alquiler aguanta pero casi nadie cierra una operación de venta de inmuebles.

Hace solamente un lustro las viviendas situadas en primera línea de playa eran un artículo de lujo vetado para el común de los mortales y con precios que se situaban en la horquilla de entre los 300.000 y 600.000 euros. Cinco años más tarde, la devaluación derivada del estallido de la burbuja inmobiliaria ha provocado una rebaja cercana a un 30%, si bien la cotización ha caído a plomo en aquellas que flanquean el litoral, precisamente por temor a que los temporales puedan dañar su estructura y el mar continúe avanzando de forma inmisericorde.
Un propietario de la zona denunció que en materia de alquiler la incidencia ha sido nula, debido a que en verano la ubicación continua siendo ideal y la franja de costa recobra su estado normal. No obstante, apunta este almonteño, a la hora de rubricar una compra las dudas surgen al ver que la pleamar sitúa las olas a tan sólo 15 metros de los cimientos del bloque de viviendas.
Bajo la nomenclatura de Estudio morfodinámico del litoral de Matalascañas se enmarca un documento que delata que el mar gana anualmente a la costa almonteña entre 0,4 y 1,2 metros (según el punto del litoral en el que nos encontremos).
Las cifras son el resultado de los estudios geológicos de las Torres Almenas, hoy engullidas por la acción del mar. Su ubicación se cotejó con los archivos históricos conservados desde 1700 donde se delata la distancia que las separaba de la pleamar. En base a esta tesis de la Universidad de Huelva, el Ayuntamiento de Almonte reclamó el pasado año a Costas la construcción de unos espigones en peine, petición elevada a Pleno y que ha sido desoída por la Administración central
El estudio de la Universidad de Huelva (UHU) cita que "la construcción de espigones y complejos urbanísticos a pie de playa dieron lugar a la alteración de la dinámica natural" del litoral, lo que han provocado "procesos intensos de ruptura del tránsito sedimentario a lo largo de la costa de Huelva" lo que deriva en una pérdida de arena por la falta de recuperación de forma natural.
Los 10.000 metros del espigón Juan Carlos I ejercen una nefasta influencia a esta regeneración natural al interrumpir el aporte de arena hacia las playas del Asperillo y Matalascañas. Ello se traduce en que el mar encuentra mayores obstáculos a la hora de devolver la arena que engulle durante los temporales invernales. A todo ello cabe sumar el hecho de que la realización de presas a lo largo de las principales vías fluviales coarta el aporte de sedimentos a la costa.
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