Los ‘Días de la Amistad’ cumplen medio siglo

Música

Galaroza recuerda la trayectoria de una de las programaciones culturales más longevas de la provincia

Inicios de los Dias de la Amistad. / Emilio R. Beneyto.

25 de agosto 2024 - 05:00

La Cultura rural siempre ha tenido una importancia capital en los pueblos onubenses. En La Sierra, los vecinos, las vecinas y aquellos que llegaban los veranos se esforzaban en organizar, ofrecer y disfrutar de actividades culturales. Una de las más longevas, los Días de la Amistad de Galaroza, llega al medio siglo de vida con un gran bagaje de esfuerzo y de personas detrás.

Al margen de que la cifra sea más o menos exacta, debido a que en algunos años no se pudo celebrar y a que la numeración ha podido sufrir alguna incidencia, la 50º edición de los Días de la Amistad trae recuerdos de décadas anteriores en la localidad.

Sus inicios datan de los años 60, cuando durante el mes de agosto volvían las y los estudiantes al pueblo y daban rienda suelta a su creatividad y a sus ganas de protagonizar la vida cachonera. Uno de los pioneros fue Toñi Beneyto, hijo del recordado profesor Don Julio Beneyto, que llegó a ser sacerdote y que impulsaba a un gran grupo. Neftalí Santos fue uno de sus componentes, y recuerda “a Antonio el hijo del secretario, Pepe Luis Blanco, José Miguel Rodríguez, las hermanas Santos (Gloria y Mely), Aurelina Blanco, Carmen Lozano y algunos más”, como José Antonio Ortega y el carismático Manolo Vázquez, eterno actor de los teatros. Se dieron casos como Cesi Olivera, que ya comenzaba a colaborar y que lo hizo también en décadas posteriores.

Actuación de Los Cachoneros del Carmen 1994. / Archivo Tristancho Lieva

Normalmente se preparaba la programación durante las vacaciones de Navidad, momento en que se reunían en alguna casa y discutían las representaciones teatrales y el resto de las actividades. Se formaban grupos para cada actividad, con alguien como responsable. Una vez determinada la obra, se distribuían los papeles y cada uno estudiaba su participación.

Entonces se celebraban diez días de actos, como recoge el diario Odiel en 1966. Aquel año hubo inauguración oficial en el Casino, por parte de su presidente, Don Julio Beneyto, el alcalde y el cura párroco; festival de baile flamenco, conferencias sobre la postura del joven cristiano ante el mundo actual, obras de teatro, conferencias sobre temas como la mujer en el trabajo, Festival del Múrtigas, carreras ciclistas y partidos de fútbol. En el mismo diario, pero en 1967, se aprecia que la programación crece con más conferencias y un concurso de preguntas sobre el pueblo, felicitando el cronista a “los grupos de la amistad” y a los jóvenes de Galaroza por su acierto en la organización.

Cartel de los VII Días de la Amistad. / Archivo Tristancho Lieva

El esfuerzo de los jóvenes

Tras el trágico fallecimiento de Beneyto, el liderazgo recayó en otro grupo de jóvenes en el que destacaba Manuel Ángel Barroso, quien, con apenas 20 años inició un recorrido cultural que posteriormente aplicó desde la concejalía y la alcaldía del pueblo hermano de Almonaster la Real. El trabajo de estos cachoneros se inició en torno a la mitad de los años 70 y se centró en “demostrar que los jóvenes no sólo podíamos protestar, dada la época predemocrática que se estaba viviendo en España, sino también proponer, organizar y levantar nuestro pueblo, trabajando para la comunidad”.

Se impulsaron iniciativas como el teatro, el Festival de la canción del Múrtigas o el certamen ‘Galaroza, música y poesía’, además de otros campos de la cultura y el deporte. Se reflexionaba ampliamente sobre las obras teatrales a representar y se adoptaban soluciones ingeniosas para contar con efectos especiales y de luminotecnia o con un atrezzo que se sobreponían a las carencias del momento. Cachoneros como Pedro García, Manolo Rosado, Esther Santos, Jesús Pena, Encarna y José Antonio Freire, Lola Rodríguez, Rafael Navarro, Luis Fernández, Juan Antonio Delgado, José Rafael Lozano, Jaime Damiá, Rafael Vázquez o Ascensión Fernández se dejaron el alma en el empeño de ofrecer un verano mejor para su pueblo.

II Festival del Múrtigas. / Archivo Tristancho Lieva

El compromiso del grupo, organizado en comisiones de trabajo, resultaba fundamental para continuar con una labor totalmente altruista que se repetía cada año, aportando identidad al pueblo. Instauraron el premio de la ‘A de la Amistad’, para agradecer la colaboración de vecinos en la programación, y cuyo diseño estético se asemejaba al símbolo anarquista, lo cual despertaba algún que otro recelo entre la población más conservadora.

Luciano Lozano tuvo la gran idea de componer un himno sobre el acontecimiento, que versaba sobre la amistad, la unión y la solidaridad. Se estrenó en una clausura, con versos como "Viva la amistad, viva nuestra unión. Colabora, colabora, trabaja por tu pueblo; no pienses que tenemos sólo ganas de triunfar".

Manolo Rosado recuerda el accidente que sufrieron con el tractor de su hermano Rafael, con el que tuvieron que desplazar el escenario, las barras y bebidas de un acto de la noche anterior hasta otro emplazamiento donde se tenía que celebrar otra verbena. ‘Pa habernos matao’, sonríe el también componente del grupo de sevillanas ‘Los Cachoneros del Carmen’, que participaba en cada evento del pueblo.

Todos coinciden en la falta de ayudas municipales que habían de superar con la venta de entradas a los espectáculos y la instalación de barras populares para poder pagar todos los gastos como también con las entradas a diferentes actos; o los viajes a Aracena para comprar barras de hielo y a Sevilla para conseguir medallas para los premiados en los concursos.

Teatro en los años 70. / Archivo Tristancho Lieva

Los 80 vinieron marcados por otra generación, en la que destacaban vecinos como Salud Tristancho, Herminio Rodríguez, Luis Romero, Antonio Valle, Antonio Moreno, Jesús Valle, Mode Carvajal, Moisés Martín, Paco Fernández, Mamen Pena, Emilio Fernández, Emeterio Rey y Salud, Juan Leopoldo Rodríguez o Toribio Sosa, entre otros, pretendiendo darle otra orientación más rigurosa a la programación y a su organización, “una dimensión algo diferente, pasando de un formato más fiestero que tuvo en los inicios de los años 80 a otro más cultural, formativo y sobre todo permanente”, apunta Herminio.

Siguiendo el patrón marcado por sus antecesores, continuaron con el esfuerzo y las dificultades para organizar los Días de la Amistad. Recuerda Salud el ir a Fuenteheridos a contratar, “gratuitamente, por supuesto”, al grupo folk ‘Almirez’, famoso entonces por su participación en el programa de televisión ‘Gente Joven’; o las películas del cine-forum que Moisés tenía que traer desde el Teleclub de Alájar; las verbenas en el Paseo de Venecia o los teatros, que en su etapa protagonizó el grupo ‘Carrusel’.

Tuvo que ser tan intensa aquella labor artística en torno al teatro en la Galaroza de aquellos tiempos, que la localidad tiene a varios de sus hijos e hijas en el mundo de la interpretación. Maika Barroso, Aurora Sánchez, Joaquín Foncueva, Paco Pena o María José Barroso dieron sus primeros pasos en los Días de la Amistad y han desarrollado una interesante carrera profesional en grupos como ‘La Jácara’, en series de televisión y películas cinematográficas. También se estrenaron grupos como ‘Amarama’, germen de lo que posteriormente fue Yedra Producciones.

Los años 90 tuvieron como protagonistas a la Asociación Juvenil Al-Jaroza, colectivo que, tras algunos años de parón en el programa cultural veraniego cachonero, retomó las riendas de su organización. Fundadores como Pablo Silgado, Francisco Javier Fernández, Rafa Lobo, Antonio Tristancho o el recordado Juan Manuel Pablos, y otros esforzados que se fueron incorporando, como Justi Fernández, Inma Lobo, Esther Martín, Vitoriano, Enri González, José Luis Lobo, Luis Moreno, Isaac Pérez, Vicente Clar, Luis Rafael Fernández, Daniel Tovar o Antonio Sosa, siguieron la estela de sus antecesores y fueron consiguiendo cada vez más apoyo municipal.

Volvieron a revivirse escenas de dedicación sin ánimo de recompensa. Como logros principales, además de esta salvación de los Días de la Amistad, pueden destacarse la implantación del vóley-playa, las últimas ediciones del Festival del Múrtigas, las primeras rutas guiadas o turísticas, la observación de la lluvia de estrellas propia de estas fechas o el renacer de la juventud cachonera en torno a la asociación organizadora.

Ya con la programación plenamente municipalizada, a partir del siglo XXI, el Ayuntamiento ha contado con la coordinación de sus gestores culturales, como Manuel Moya, Ignacio Garzón o Pedro Vázquez, y la participación de las asociaciones del pueblo. Colectivos como la Hermandad del Talenque o la de la Reina de los Ángeles, con su día de la gastronomía; la asociación Acude, con su senderismo nocturno; el motoclub El Fogonazo, con la fiesta de la espuma y su caravana siempre presente; el Galaroza F.S., con su karaoke; El Manantial, con sus conferencias, Sanicher llevando a los niños bielorrusos a todas las actividades; el AMPA, con sus juegos infantiles; o la Asociación Cultural Lieva, con sus actividades audiovisuales de identidad local, han sido ejemplo del esfuerzo que las asociaciones cachoneras hacen por su pueblo. Incluso, algunas actividades tomaron el respaldo colectivo del Consejo Local de Asociaciones.

Como reseñas destacadas de este casi cuarto de siglo reciente, pueden citarse la suspensión durante la pandemia de Covid-19, con la elaboración de un audiovisual conmemorativo con fotos de toda la trayectoria; la recuperación en la revista ‘Rumor de Aguas’ de fotografías de los teatros que se representaban en los inicios; las rutas senderistas y la fotografía de naturaleza de Jairo Carranza; los audiovisuales y exposiciones de fotografías antiguas de la Asociación Lieva; el Festival Flamenco en Las Pizarrillas; o la edición de una revista que recogía el balance de las actividades bajo el nombre de ‘La Regaera’.

Las temáticas y los lugares

Como reflejan todos los testimonios, el teatro constituyó desde sus inicios uno de los pilares del programa, pero los deportes fueron también un apartado importante. La evolución temporal es palpable, al pasar de los encuentros futboleros entre paisanos y capuchinos que pasaban sus vacaciones en Galaroza o las partidas de ajedrez, en especial las disputadas por vecinos como Rafael Vázquez o Herminio Rodríguez, a competiciones de disciplinas más modernas.

Se inició incluso el vóley playa, de forma casi pionera en La Sierra, con los primeros recintos fabricados con listones de madera para almacenar la arena en la carpintería de Paco ‘Tormenta’, según apunta Luis Moreno. El ciclismo llegó a protagonizar una contrarreloj desde Venecia al polideportivo.

Los juegos tradicionales, como los bolinches, las carreras de sacos, la de cintas en bicicleta o las de cuchara con huevo, además de los concursos de dibujo o de redacción siempre tuvieron su hueco, aunque decayeron con el paso del tiempo.

En etapas más recientes, la parcela deportiva ha tomado un amplio protagonismo, sobre todo por el impulso del área de deportes municipal que gestiona Rafael Ramos. Ahora hay competiciones de futsal, pádel o basket 3x3, noche blanca acuática, zumba o rutas de senderismo.

En cuanto a los lugares, todo el pueblo era el escenario natural para acoger actividades. Los espacios exteriores, como los paseos del Carmen o de Venecia, la Glorieta del Cenagal, La Morera, La Era Grande o el colegio Hermanos Arellano, fueron y siguen siendo ubicaciones habituales. La construcción paulatina de infraestructuras culturales aportó en distintas etapas el Cine Victoria, el Círculo Cultural Recreativo o Casino, el Teleclub, el Centro Cultural Al-Jaroza, los altos de la antigua Caja San Fernando, el Salón Las Aguas, la Casa de Cultura o el edificio de Nuestra Señora del Carmen.

Otras ‘infraestructuras’ necesarias eran los aparatos de megafonía para publicitar los eventos por las calles y los vehículos para transportes y desplazamientos, recordándose la furgoneta de Emeterio Rey, el Renault 6 de Antonio Sosa, el Land Rover de Luis Moreno, la Derbi 49 del recordado Rafael ‘Zapa’ o tractores y ‘lisocarros’ que iban prestando los vecinos, algunos de los cuales dieron sus últimos suspiros haciendo servicios a los Días de la Amistad y al pueblo.

Junto al apoyo de los vecinos, de las empresas y, cada vez más, de los sucesivos Consistorios, los jóvenes tuvieron que soportar también críticas a su labor. Las de personas ancladas en el pasado, las de aquellos que se resistían a los cambios, las de los que no veían con buenos ojos la participación creciente de las mujeres en la organización, las que criticaban el supuesto gasto que suponía,…. Todas las piedras en el camino fueron sorteadas con más trabajo y esfuerzo, incluso con humor, entregando un ‘Premio Limón’ en 1991 a un crítico que, lógicamente, no acudió a recogerlo, según cuenta Isaac Pérez.

Tras medio siglo de esforzado camino, los Días de la Amistad siguen vivos en Galaroza, aportando frescura y dinamismo a sus veranos y suponiendo un elemento identitario que da prestigio cultural al pueblo en el conjunto de la provincia. 

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