Diego Alfonso Ladrero Madrid, eminente cirujano nacido en Punta Umbría

En 1980 implantó en Huelva el servicio de Cirugía Mamaria, que hasta entonces no existía, ya que era un servicio que había que prestar para independizarlo del resto de las cirugías

Diego Ladrero. / M.G.

Recuerdo quiénes fueron los primeros universitarios que salieron de Punta Umbría. Se podían contar con los dedos de una mano. Unos de ellos eran los hermanos Ladrero, Diego y Antonio, hijos del que fuera practicante del pueblo, el nunca bien ponderado don Antonio Ladrero, que ejercía su profesión las 24 horas del día, y siempre con agrado.

Al gran médico que es Antonio ya le dediqué un artículo con todo el cariño que su persona se merece, porque, además de ejercer su profesión con gran amabilidad hacia los pacientes, él y yo somos muy buenos amigos. Pero a Diego no tenía el gusto y el placer de haberle dedicado unas palabras de elogio, que bien merecidas las tiene. Por eso lo llamé para tomarnos un café y charlar un poco, así que nos reunimos él y yo junto a mi buen amigo Patrocinio González Rodríguez y departimos un buen reto los tres.

Diego Alfonso, aunque casi todo el mundo lo llama solo por su primer nombre, nació en Punta Umbría en 1954 y es el mayor de nueve hermanos, exactamente igual que nosotros, los Barranco: 3 hombres y 6 mujeres. De ellas, soy muy amigo de Mariví, que es encantadora y que un tiempo trabajó con su hermano Diego.

Aprendió sus primeras letras en los grupos escolares de la calle Caracola de Punta y luego pasó a estudiar bachiller en el Colegio Colón de los Hermanos Maristas de Huelva, en la calle San Andrés. Después pasó al nuevo colegio, en el año de su inauguración; y finalmente terminó en el Colegio Menor San Pablo.

Aunque sacó plaza para estudiar en Sevilla, las circunstancias se dieron para que estudiara la carrera en la facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz, donde se especializó en la Cátedra de Cirugía General y del Aparato Digestivo. El hecho de tener novia en Huelva, María José Benito, que por entonces estudiaba Magisterio, le trajo hasta nuestra ciudad, donde, con 27 años, sacó la plaza de cirujano, que desde entonces ha ejercido con notable éxito.

En 1980 implantó en Huelva el servicio de Cirugía Mamaria, que hasta entonces no existía, ya que era un servicio que había que prestar para independizarlo del resto de las cirugías. Afortunadamente, hoy ese servicio funciona de maravilla y cuenta con los últimos adelantos, tanto en cirugía como en la asistencia precoz, con unos grandes profesionales entre los que, además de Diego, están mis buenas amigas, las cirujanas Jacinta Rodríguez y Juana Salas, que no solo son excelentes galenas, sino que le dan cariño y tienen buenas palabras siempre para los pacientes. Diego repite que es fundamental tener ese trato con los enfermos y con sus familiares. Y es que no solo hace falta ser buen cirujano, sino ser buena persona, y en eso no hay quien les gane.

Yo conocía a la familia Ladrero por su tío Carlos Madrid, hermano de su madre; y conocí a su tío Gonzalo, que era el cura de Palos de la Frontera. Carlos y yo éramos compañeros en el Ayuntamiento de Punta Umbría, y muy buenos amigos. Y por cierto, su madre María Victoria trabajó en Correos, donde el propio Diego trabajaba en verano para ganarse unas perrillas, además de dar clases particulares para sus gastos.

De pequeño, junto a su hermano Antonio y otros niños, formaron un grupo de campanilleros que ganó muchos premios e incluso fueron a Madrid, a Televisión Española, donde también ganaron el primer premio. Pero la anécdota fue que cuando todo el mundo esperaba ver el concurso en directo por televisión, se fue la luz y no lo pudieron ver. En otra ocasión lo repitieron en diferido y toda Punta Umbría disfrutó con la representación de los niños del pueblo.

Diego me cuenta que ha practicado todos los deportes, aunque no ha destacado en ninguno. Pero ha participado en casi todas las disciplinas, en baloncesto, bicicleta, fútbol, golf y, sobre todo, natación, atravesando nuestra ría con mucha frecuencia, lo que aquí en el pueblo se conoce como “ir a la otra banda”. Todavía se sigue bañando y nadando muy a menudo, incluso en invierno, pues nunca abandona la natación, como buen puntaumbrieño.

En la actualidad, una vez jubilado después de 35 años en la sanidad pública, de la que siempre ha sido un ferviente defensor, continúa su buena labor en otro hospital privado de Huelva, por fortuna para las onubenses que lo puedan necesitar.

El ayuntamiento onubense concede el premio “Marismas”, generalmente a mujeres, por la labor desarrollada y, raramente, a hombres. Pues a él se lo concedieron por su magnífico y eficiente trabajo en favor de las mujeres de nuestra ciudad.

De Diego Alfonso me habla muchas veces su hermano Antonio y, cuando le dije que quería escribir esta breve semblanza sobre él, me dijo que la galería de personajes que yo estoy haciendo no estaría completa si su hermano no estuviera. Y efectivamente le doy la razón, porque Diego es una persona muy importante por todo lo que ha hecho y lo que sigue haciendo.

Diego no se olvida ni un solo día de darle su cariño a su esposa, a sus tres hijos y a sus dos pequeñitos nietos, a los que adora, como no puede ser de otra forma en un hombre tan bueno. Yo podría escribir de este eminente cirujano muchas páginas, pero tampoco estoy haciendo una biografía, sino simplemente unas breves notas desde el punto de vista humano, porque se ha ganado el cariño y el respeto de todos.

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