Las esculturas de Rodin cobran vida a través de la danza en el Festival Castillo de Niebla

La compañía de Sergio Bernal lleva este sábado al Patio de los Guzmán su interpretación sobre la belleza, el amor y el pensamiento en la obra del artista que inspira el montaje

Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla: estas son las actuaciones en las plazas del pueblo

Artistas durante la representación de la obra. / M.G

Niebla/El Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla celebra este año su 39 edición y lo celebra con una espectacular conjunción entre baile y escultura este sábado. De la mano de Sergio Bernal Dance Company, llega al patio de los Guzmán el montaje Rodín, El escultor de las emociones, inspirado en la obra del artista francés.

Esta obra es un ballet que representa una parte del Jardín de Rodín donde las esculturas cobran movimiento mientras el escultor es testigo de todo lo que ocurre con sus obras. Sergio Bernal ha elegido algunas de las piezas más universales del conocido escultor para darles vida a través de diferentes estilos de danza. Una de las obras seleccionadas ha sido Torso de Hombre de Louis XIV que representa la belleza estética unida a la fortaleza de un Dios conocido como el Rey Sol, interpretándola con la pureza del ballet clásico y el barroco utilizando una estética muy similar a la de la época.

Una de las actuaciones de la obra. / M.G

También humaniza la obra El pensador a través de la danza española consiguiendo, transmitir la visceralidad y la fuerza en la contención del pensamiento, desde la impotencia y el dolor. Para ello se acompaña de los zapateados, la fuerza, la energía y la emoción que trasmite el flamenco.

No podía faltar una de las obras más conmovedoras de Rodín, El Beso, donde a través de un ballet se fusionan dos cuerpos a través del lenguaje neoclásico dando rienda suelta a todos los sentimientos y haciendo partícipe al público de una bella historia de amor que sin palabras, solo con movimientos, relatan todo.

Una obra que cobra vida a través del baile

Las obras de Auguste Rodín invita a la reflexión gracias a la plasticidad de sus formas y el hiperrealismo de los detalles a través de los cuales el autor crea su mundo interior. De esta forma logra alcanzar una emocionalidad universal que a su vez se convierte en personal, dependiendo de la persona que contemple la obra y que puede llegar a conectar con ella de distintas formas. Todo ello lo consigue rompiendo la visión frontal e invitando al que contempla cada escultura, a rodearla y recrearse en los detalles que le ofrece cada perspectiva. En el recorrido de esa mirada envolvente, es donde Sergio Bernal descubre la magia del autor y siente la necesidad de darle vida a la obra.

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