La falta de trabajo deja permanentes los asentamientos de inmigrantes

Se ha multiplicado por cuatro el número de extranjeros que intenta sobrevivir al aire libre, a la espera de una oferta laboral · La mayor parte llega desde Suramérica y África y procede del sector de la construcción

Los inmigrantes se refugian en las chabolas que construyeron hace meses. Las que han sido abandonadas se las ha llevado el temporal.
Los inmigrantes se refugian en las chabolas que construyeron hace meses. Las que han sido abandonadas se las ha llevado el temporal.
Ana Vives Casas / Palos · Huelva

17 de enero 2010 - 05:01

"Hay mucha gente y poco trabajo. Ya ni siquiera los papeles te sirven para que puedas llevarte algo de comer a la boca". Holidiu Mohamed lleva seis meses en Huelva. Ciento ochenta días en los que le persigue una única obsesión: conseguir un puesto de trabajo en la campaña fresera para poder enviar algo de dinero a la familia que ha dejado en Marruecos (de donde él procede). Holidou es uno de los cerca de 80 inmigrantes que sobreviven actualmente en uno de los mayores asentamientos que existe en la provincia y que la recesión ha transformado en permanente. Se mantiene activo desde el verano, lo que ha permitido que se haya convertido en un auténtico barrio al aire libre en el que lo único que sus vecinos tienen para poder resguardarse del frío y las fuertes lluvias y vientos que estos días han azotado a la provincia es una chabola, construida con plásticos, sábanas, algunas maderas de palés y otros desechos que han ido encontrando en los contenedores.

La imagen es, cuanto menos, tercermundista. El acceso a lo que se ha convertido en su nueva residencia está plagado de basura. La misma que la comunidad de inmigrantes quema para conseguir limpiar el terreno que los acoge y para lograr algo de calor que ayude a soportar una situación "a la que nadie se acostumbra".

Las circunstancias de Holidiu son similares a las de Ellaimduni Mustafa. Él tiene 38 años y también llega desde una localidad muy cercana a Casablanca. Allí ha dejado a una mujer y dos niños, de 7 y 2 años. Lleva un año en Huelva y reconoce que "no esperaba encontrar esta situación" porque "antes siempre había un puesto en el campo". Pero la crisis ha dado un giro a sus expectativas y ahora "nadie nos da trabajo. No hay nada; sólo un par de días al mes", reconoce.

La situación que se vive en Huelva es similar a la que existe en otras provincias y es eso precisamente lo que ha hecho desaparecer la movilidad interprovincial que hasta ahora se daba entre este colectivo. Hasta el año pasado, se trasladaban de una provincia a otra en función de la campaña que se desarrollaba en cada una de ellas, lo que favorecía que esos asentamientos fueran temporales. Pero este año no se han atrevido a moverse de Huelva y han preferido anclarse en sus chabolas y no arriesgarse a realizar un viaje con el que, con toda probabilidad, no lograrían un contrato de trabajo. De ahí, que desde Cáritas se asegure que se ha pasado de tener un máximo de veinte inmigrantes en los asentamientos a casi un centenar fuera de la campaña fuerte de la fresa (hasta marzo no llegará el momento de mayor actividad, con la recolección). La permanencia ha llegado hasta tal punto que las palas enviadas por los ayuntamientos o los propietarios de las fincas ya no aparecen para desmantelar los terrenos chabolistas como venía ocurriendo hasta ahora, como confirma el responsable del programa de Exclusión de Cáritas en Huelva, Javier Rodríguez. "Sería absurdo, no hacemos mal a nadie y no tenemos a donde ir", explica uno de los chabolistas que prefiere no identificarse para que su familia no conozca la situación en la que vive.

Desde Cáritas no se atreven a hacer una previsión de lo que puede llegar en plena campaña. Normalmente la cifra se multiplica para llegar casi hasta las 2.000 personas, pero "no se puede predecir, no quiero ni pensarlo", subraya Rodríguez. A pesar de ello, desde las diferentes organizaciones e instituciones que trabajan con este colectivo se incide en que la campaña anterior dejó a más de un extranjero sin un solo jornal, por lo que se espera que "al menos esos no repitan", aunque "nadie puede garantizar que lleguen otros en busca de la suerte que no han encontrado en otras provincias".

En Cáritas se conoce muy de cerca la realidad de estos chabolistas (al menos un día a la semana van a visitarlos para repartirles víveres e intentar dar respuesta a sus necesidades más precarias) y han visto cómo la situación económica ha sido decisiva para cambiar el perfil de quien se ha visto obligado a subsistir en la calle. Si antes eran en su totalidad indocumentados, ahora "cada vez hay más gente con sus papeles en regla", asegura Rodríguez, y si hasta hace dos años la mayoría llegaba del sector agrícola, en la actualidad procede de la construcción e incluso la industria.

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