El homenaje a la naturaleza en las Fiestas del Melocotón de La Nava
La localidad recibe este fin de semana a miles de personas para degustar el sabroso ponche
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Casi todas las localidades están impregnadas de elementos que la identifican a lo largo del tiempo. En el caso de La Nava, este hito identitario es, sin duda alguna, el melocotón. Sus variedades, entre las que destacaban los Albérchigas y los Almagreños, eran inconfundibles por su aroma y su especial sabor, e incluso se exportaban fuera de Andalucía. La tradición llegó a marcar las propias fiestas del pueblo, que organiza cada último fin de semana de agosto un auténtico homenaje a este fruto.
Las Fiestas del Melocotón de La Nava se siguen celebrando desde hace más de medio siglo y a ellas acuden gentes desde todos los rincones de La Sierra. Cuenta con elementos muy singulares, que se pondrán de manifiesto los días 30 y 31 de agosto en la céntrica población serrana.
Es todo el pueblo de La Nava el que colabora para que la puesta en escena y la recepción a los miles de visitantes sea adecuada. También se ha conseguido poner énfasis en numerosos elementos patrimoniales conservados a lo largo de los años por estas gentes. Son muestras de los tesoros de la Sierra, entre los que destacan la gastronomía, la horticultura, los monumentos, la etnología o el medio ambiente.
Orígenes de la fiesta
Desde sus inicios, la celebración pretende resaltar valores primordiales para la vida en sociedad, como son la hermandad, el compañerismo. el trabajo en equipo de todo un pueblo, la hospitalidad, la alegría y la diversión.
Durante la década de 1950 y principios de los 60, La Nava experimentó un gran auge poblacional, llegando a pasar de los 1.000 habitantes y todo ello gracias al trabajo que proporcionaba la mina María Luisa, que tenía en plantilla a más de 200 empleados.
Los trabajadores que vivían en La Nava, cuando terminaban su jornada laboral, se dedicaban al cultivo de las huertas existentes en el término con el fin de ayudar a la economía familiar con los productos que obtenían de las fértiles tierras; sembraban las patatas que serían el sustento de todo un año, junto con el tomate, cebollas, ajos y toda clase hortalizas que se podían conservar. Pero las huertas también acogían en su seno los árboles que tanta fama le han dado a la población: los melocotoneros.
Estas plantaciones a principios de los 60 suponían para los vecinos una de las mayores riquezas de la tierra, pues durante la época de recolección de la fruta en todas las casas que poseían fincas había un intenso trabajo; por la mañana se realizaba el proceso de recogida en la huerta; al mediodía, se envasaban las cajas con el preciado producto; a estos recipientes se le colocaba en el fondo una alfombra de mastranto para evitar el daño que se pudiese producir al melocotón, planta que, a la vez, proporcionaba un intenso olor en todas las casas; por la tarde se sacaban las cajas ya preparadas a las puertas de las casas y se esperaba a que pasara el camión que las transportarían a la lonja de Sevilla.
Este sistema de transporte y venta dio paso a otros varios mecanismos, como su venta directa a empresas de Murcia, que dieron renombre al melocotón de La Nava en toda España. Pero, con el cierre de la mina María Luisa, el declive económico y la emigración afectaron también a la producción de las huertas, que quedaron semiabandonadas, al menos en lo que a su explotación comercial se refiere. Con tantos vecinos fuera del pueblo, los habitantes de La Nava quedaron reducidos a poco más de 300.
Los emigrantes esperaban con ansia la llegada de unos días de vacaciones para poder volver al pueblo, principalmente con motivo de las fiestas patronales. Tanto empeño ponían que, en 1964, esta festividad hubo de ser cambiada de fechas para poder albergar a los hijos de la localidad que regresaban en agosto. A resultas de este cambio, el calendario festivo de La Nava quedó huérfano de actividades durante los primeros días de septiembre, a lo que de inmediato se puso solución por parte de un grupo de vecinos que buscaron un gran barreño y unos kilos de melocotones con los que hicieron bastantes litros de exquisito ponche; tantos, que los vecinos fueron invitados a participar del festín.
Tras la degustación, alguno propuso extender la invitación a todo el pueblo, e incluso se planteó la posibilidad de organizar un evento en torno al mejor producto que ofrecía el pueblo. Al poco tiempo se creó una Comisión de Festejos encargados de poner en marcha aquella idea. El éxito fue inmediato, y todo el pueblo se volcó con la nueva iniciativa. Además de representaciones teatrales y otras actividades culturales, los pilares de los primeros años fueron la elección de Reina y Damas de las fiestas y el reparto gratuito del rico ponche navino. Fueron dos elementos mantenidos y mejorados a lo largo de la historia, que también ha mantenido la recuperación del traje típico de hortelana serrana, rescatado del baúl de los recuerdos por esta comisión festiva.
Hasta 1974, las Damas de Honor que acompañaban a la Reina fueron de La Nava, pero a partir de entonces, se comenzó a invitar a los pueblos vecinos, cuyos alcaldes acudían acompañados de su Dama correspondiente. Esta práctica ha hecho de la Fiesta del Melocotón un acontecimiento que trasciende fronteras, ya que suelen responder a la invitación localidades de toda la Comarca de La Sierra, además de pueblos de las vecinas Sevilla, Badajoz y Portugal.
La 'Pelá'
Los vecinos ayudan para mantener tradiciones ancestrales y para que el nombre de su pueblo llegue muy lejos. Esto es lo que demuestran en la pelá del melocotón, convivencia colectiva de todo un pueblo en torno a uno de sus rasgos de identidad. El hecho de que miembros de diversas generaciones se dedique a la monda del fruto convierten la pelá en un hecho de afirmación colectiva de La Nava.
Los navinos y las navinas pelan cientos de kilos de melocotones para aderezar el ponche que ofrecerán a los serranos, a miles de visitantes que llenarán sus calles en la fiesta. La pelá se hace el viernes por la noche y se dejan macerando en vino hasta que en la tarde del sábado se elabora el ponche para que esté listo al término de la coronación.
La receta de este líquido dulce sería codiciada hasta por Ferrán Adriá y todos esos cocineros que se han hecho famosos en los últimos años, pero que no tienen la sabiduría que atesoraba “El Sastre” y las gentes de La Nava.
Las Fiestas del Melocotón, hoy
Las Reinas y las Damas siguen siendo parte importante de la celebración en la actualidad. La Reina ha de ser hija del pueblo, y se nombra normalmente durante el mes de mayo, con objeto de que tenga tiempo para preparar todo lo necesario, con lo que se comprueba cómo las fiestas del melocotón implican a todo el pueblo durante todo el año. Seguidamente se da comienzo al diseño y construcción del monumento que contendrá el preciado líquido por el que tantas personas se reúnen: el ponche.
Esta operación se realiza también con mucha antelación, aunque se lleva a cabo con gran sigilo para contribuir a la sorpresa. Mientras se ultima la construcción del monumento, llegan las vísperas de las Fiestas; el viernes, los hombres del pueblo van recorriendo las huertas y recogiendo los melocotones, que los propietarios tienen a bien regalar para que el ponche salga lo mejor posible, mientras que los más jóvenes y el Ayuntamiento se dedican a engalanar el recinto de la festividad, esperando que llegue la noche.
Ya avanzada la tarde se inicia la actividad, comienza la ‘pelá’ de los melocotones; los frutos desprenden un aroma inconfundible, y más de 300 kilos son pelados por las hábiles manos de estos vecinos. Anteriormente, la división de roles estaba muy acentuada, de forma que, mientras las mujeres se dedican a la pela, los hombres colocaban el monumento en su lugar definitivo. Afortunadamente, este reparto sexista no se produce con la misma exclusión que antaño, lo que convierte a la pelá en un espectáculo de verdadera integración social. Los que se afanan en esta tarea son agasajados por el resto del pueblo, que les lleva café, refrescos y alguna que otra bebida, lo cual contribuye a crear un ambiente único que inicia el proceso de ebullición de la fiesta. El objetivo final de la pelá se alcanza cuando los pequeños trozos del fruto se introducen en recipientes llenos de vino blanco del Condado, para que vayan tomando el alcohol necesario, hasta que a la mañana siguiente se haga el ponche. La elaboración del líquido es labor de una sola persona, que guarda el secreto celosamente de generación en generación, mezclando ingredientes como los 2.500 litros, entre vino blanco, gaseosa y azúcar, y algún que otro producto más bien secreto.
El sábado es el día grande. El carácter comarcal de la fiesta se pone de manifiesto en la presencia de las autoridades y Damas representantes de los pueblos que asisten al evento, para ser recibidos por los representantes locales; seguidamente, realizan la entrada en la localidad, para proceder a la coronación de la Reina.
Comienza el acto en casa de la Reina saliente, quien, acompañada por los alcaldes, alcaldesas y Damas de los diferentes pueblos y, precedidos por la Banda de Música, va a recoger a la Reina entrante; la homenajeada, del brazo de una relevante personalidad, será llevada hasta el recinto ferial. Esta labor ha sido ejercida por hombres y mujeres relacionados con el mundo de la economía, la política, la sociedad o la cultura, tanto procedentes del territorio onubense, como de más allá de sus fronteras.
Una vez en el Paseo de los Rosales, donde se instala toda la parafernalia que acoge esta fiesta, irán apareciendo las Damas por orden alfabético de los pueblos a los que representan, mientras que el mantenedor de las Fiestas irá haciendo un canto a cada una de las localidades presentes, entrando en último lugar la Reina del año en curso, que será coronada por la Reina del año anterior. Seguidamente se impondrán las bandas a todas las Damas, a las que también se les entrega un hermoso ramo de flores por parte de una cohorte de chiquillos ataviados con el traje de hortelana. Estas ropas forman parte del amplio plantel de elementos patrimoniales con que cuenta la fiesta, ya que es fiel reflejo del traje que ya describiera el cura párroco de La Nava, D. Julián de Castilla, en una carta enviada al Cardenal Arzobispo de Sevilla en el año 1795.
A continuación, será leído el pregón por un renombrado orador, papel apreciado por todo aquel que es designado para desempeñarlo, ya que a lo largo de los años lo han llevado a cabo escritores, catedráticos de universidad, poetas, periodistas, representantes institucionales, …. Terminado este acto, la Reina se acercará hasta el monumento que contiene el ponche, y lo ofrecerá a sus Damas y a todos los asistentes, quienes podrán degustarlo gratis hasta que se termine.
Desde sus orígenes, pues, esta fiesta pretende rendir homenaje a la Naturaleza y resaltar valores primordiales para la vida en sociedad, como son la hermandad, el compañerismo, el trabajo en equipo de todo un pueblo, la hospitalidad, la alegría y la diversión. Se resaltan cualidades propias y de tradición popular que se ponen de manifiesto cada año en las Fiestas del Melocotón de La Nava.
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