Joaquín Cordero Rodríguez, 'El Pelopúa'

Gente de aquí y allá

Su obra cumbre como constructor fue el nuevo Ayuntamiento de Punta Umbría, de estilo neoinglés

Gente de aquí y allá: Alejandra Olaya Ponzone, puntaumbrieña y marquesa de TorreCampo

Joaquín Cordero Rodríguez / M.G.
Fernando Barranco

23 de septiembre 2024 - 05:00

Huelva/Su obra cumbre como constructor fue el nuevo Ayuntamiento de Punta Umbría, de estilo neoinglés. Pero de eso luego hablaremos, que antes quiero contarles a ustedes algunas curiosidades.

Yo siempre creí que Joaquín era madrileño, pero no. Nació en Huelva en 1953, lo que pasa es que de pequeño vivió mucho tiempo en la capital de España porque su padre, que trabajaba en la firma italiana de máquinas de escribir Olivetti, fue destinado allí, y él, naturalmente, fue con sus padres, que eran, él de Isla Cristina; y ella de San Juan del Puerto. Fue al colegio de los padres Salesianos de Madrid, donde aprendió sus primeras letras y números.

Joaquín no siguió estudiando, se preparó en diversas disciplinas, pero no hizo ninguna carrera. Se puso a trabajar en un negocio de decoración en el mismo Madrid, hasta que se marchó a Granada a llevar la administración de una empresa de pinturas. Joaquín conoció a su mujer en las Colombinas de Huelva, siendo su suegro el dueño del Bar Moderno, en la calle Plus Ultra, donde era conocido y querido por sus clientes y amigos. Al poco tiempo se vinieron a nuestra ciudad, se casaron y tuvieron dos hijos: Joaquín y Álvaro.

Formó con un socio una empresa constructora en Punta Umbría y se dedicaron a construir, siendo su primera obra un edificio de seis viviendas en la calle Canoa. También en Huelva hicieron sus pinitos y así empezó Joaquín su periplo constructivo, haciendo obras en San Juan del Puerto, Huelva y Punta Umbría, principalmente.

En Punta Umbría conoció a su segunda mujer, María Victoria Ladrero, Mariví, hija del conocido y querido practicante del pueblo don Antonio. Con ella tuvo tres hijos: Pablo, Carlos y Rodrigo; y se quedaron a vivir en el pueblo donde, según me cuenta, pasó los mejores años de su vida y, aunque ahora vive en Huelva, asegura que Punta es su vida.

Yo recuerdo, entre sus edificios, uno en la calle Lepanto junto a la plaza Pérez Pastor, porque intervine para que allí mi querido tío Paco, hermano de mi padre, le comprase un ático. En esa época la gente del pueblo, especialmente sus amigos, empezaron a llamarle Pelopúa por la característica de su peinado. Ese apodo se hizo extensivo y todo el mundo ya lo conoce así, siempre de forma cariñosa.

Antes de pasar al capítulo del edificio municipal que mencioné al principio, construyó el centro de salud bajo la dirección del extraordinario arquitecto José Pablo Vázquez Hierro, quien se marchó de este mundo mucho antes de lo previsto, dicho sea de paso, nos teníamos mucho aprecio y cariño, el mismo que yo le tengo actualmente a su esposa Brigitte.

Después se asoció con otro gran constructor de Punta Umbría, Diego López Silva, y crearon una empresa llamada Dilosi, a la que se le adjudica la construcción del nuevo edificio que será el ayuntamiento. El proyecto ganador, bajo el seudónimo de Maurilia y sacado del libro titulado Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, se le encarga a los arquitectos Tomás Curbelo y José Álvarez Checa, que hacen un edificio que trata de imitar las casas inglesas que construyeron aquí en Punta Umbría a finales del siglo XIX para el descanso de los ingenieros y directivos de la empresa que explotaba las minas de Riotinto.

El edificio tiene muchas singularidades. Una en la que yo participé como técnico municipal, consistió en darle una inclinación de 6 grados sexagesimales a su fachada principal y que puede observarse con la línea de farolas y la solería de mármol en recuerdo del lugar donde en principio se iba a construir y donde aún sigue el edificio del primitivo ayuntamiento. Por cierto, los mármoles verdes de la planta noble eran de las canteras de Aroche, aunque luego fueron tratados en Galicia.

También participó en la política local, pero nunca se presentó a las elecciones municipales, simplemente ayudó, muy especialmente, al Partido Andalucista, ya que era muy amigo del malogrado Paco Campoy, que por aquel entonces era una persona muy implicada.

Una vez jubilado se dedica a pasear y se entretiene con lo que puede, incluso a ratos juega a la bolsa y a veces gana y otras pierde, pero le sirve de entretenimiento. También, en un momento determinado, montó un bar restaurante y de copas en el Centro de Instrucción Comercial de la calle Marina, al que le puso de nombre El Comercial de Pablo, ya que quien lo iba a regentar era su hijo llamado así. Yo fui en algunas ocasiones a la presentación de algunos libros, conferencias o recitales de poesías y la verdad es que era un lugar muy agradable y es una pena que ya no exista.

Hace unos años Joaquín sufrió un percance cardiológico y tuvo que someterse a una importante operación en el Hospital Universitario Reina Sofia de Córdoba, gracias a la cual se acabaron sus problemas. Hoy, como dije antes, se pasea por las calles de Huelva y los sábados le gusta ir al bullicioso y animado Mercado del Carmen, donde hace sus compras y se entretiene.

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