Joaquín Correa Ortiz: Amor y trabajo por la provincia de Huelva

Gente de Aquí y Allá

Trabajó en el servicio de Vías y Obras de la Diputación de Huelva, siendo las obras del puente internacional entre El Granado y Pomarao una de sus mayores satisfacciones

Joaquín Correa posa sonriente. / M. G.

Nos conocimos hace casi 50 años y enseguida nos hicimos grandes amigos. Él trabajaba en la Diputación Provincial de Huelva, en el servicio de Vías y Obras, departamento de Carreteras, ya que se estaba formando el equipo propio, que era la ilusión que tenía el entonces presidente, el señor Zorrero. Joaquín vino destinado desde la delegación regional de Carreteras del Estado, donde llevaba ejerciendo unos 10 años, desde que terminó de estudiar en Madrid su carrera de ingeniero técnico de Obras Públicas, junto a otros compañeros de Huelva que también fueron grandes amigos y que desgraciadamente ya no están con nosotros como Cristóbal Mora, Rafael González y Díez de la Cortina.

Él había estudiado el bachiller en Huelva en el Instituto La Rábida y además ayudaba a su padre Joaquín Correia Mendoza. El apellido Correia se españolizó y pasó a ser Correa. Su padre había venido desde la bonita ciudad portuguesa de Tavira y era lo que entonces se llamaba maestro de obras. Montó un almacén de materiales de construcción donde su hijo Joaquín aprendió lo que era hacer las obras.

Joaquín Correa Ortiz nació en Huelva en el barrio del Matadero y, como digo, desde pequeño aprendió el ABC de la construcción en “el polvero” que tenía su padre frente a la entrada principal del Barrio Obrero, en lo que hoy es la Avenida de Guatemala. A la vez que estudiaba y, tan pronto como terminó, ya se puso a trabajar y, recién incorporado, lo destinaron a la construcción de la carretera de San Juan del Puerto a La Rábida. Y fue aquel célebre día 25 de abril de 1967, cuando se inauguraron muchas fábricas, entre ellas la de la refinería de petróleos, que se denominaba Rio Gulf de la Rábida y que vino Franco, jefe del Estado español, a inaugúralas, que le pilló a Joaquín en la caravana de vehículos oficiales y se puso el último de la fila con su coche dos caballos, que se chocó con el vehículo anterior. Y me lo cuenta ahora, al cabo de los años, con gracia, pero no fue tanta en aquel momento, pues lo pasó bastante mal.

Todo esto me lo relataba mientras estábamos sentados en Huelva en la terraza de una agradable cafetería de una calle peatonal junto a su hijo Joaquín, al que hacía mucho tiempo que no veía y también hablamos un poco de su obra literaria. Él es abogado y ha ejercido como tal en muchos proyectos, pero su afición a escribir puede con todo. Yo leí Paisaje desde un tren en movimiento, en cuya portada aparece una foto impresionante y bonita de nuestra torre almenara, la Torre Umbría, y me gustó mucho su lectura. Pero tiene escritos muchos más, aunque hemos decidido hablar de todo esto en otra ocasión, ya que ahora estamos con su padre.

Una vez en Diputación, que fue cuando yo lo conocí, formaba un buen equipo con José María Fernández, ingeniero de caminos; y con José María Navarro. A mí me llamaban para hacer trabajos topográficos por toda la provincia para los proyectos que necesitaban realizar. Recuerdo algunos muy bonitos como el levantamiento para el nuevo puente sobre el río Caliente entre el Repilado y Los Romeros; la topografía para la reforma de la carretera de Calañas a El Cerro de Andévalo; la de los depósitos y balsas de agua en Palos de La Frontera y Moguer; las mejoras de Redes de saneamiento y alcantarillado de Moguer y la Estación Depuradora de Aguas Residuales; la obra de traída de aguas desde Beas a Zalamea la Real; obras en pequeñas poblaciones como Marigenta, Navahermosa de Beas, Membrillo Alto o Las Delgadas; los accesos y aparcamientos del Foro Iberoamericano de La Rábida y del Muelle de las Carabelas y muchos planos topográficos más que hicieron que, además de trabajar, me conociese la provincia palmo a palmo, porque siempre tuve la costumbre de que allá a donde iba, me dedicaba a conocer el entorno. Así conocí muchos dólmenes, ríos y arroyos, cerros característicos, puentes romanos y medievales; y dentro de sus poblaciones, sus monumentos más significativos: arcos, ermitas, iglesias, castillos y murallas. En fin, que gracias a trabajar con mi amigo Joaquín, lo que nunca dejó de ser un lujo, conocí la provincia de Huelva, de la que me enamoré, igual que lo estaba él y me lo trasmitió a mí.

En el equipo de Joaquín había varios capataces, pero yo recuerdo especialmente a Antonio de la Rosa, con quien trabajé mucho; y Manuel Carrillo. A ambos, gracias a su jefe, les concedieron el diploma de la Asociación Española de Carreteras y también al propio Joaquín, al que además le otorgaron la medalla de la asociación. También fue designado para asistir, en representación española, al Congreso Mundial de Carreteras en Toronto (Canadá). Y es que mi amigo era una de las personas que más sabía de carreteras.

Pero sin duda, una de las mayores satisfacciones para Joaquín fue llevar las obras del puente internacional entre la población española de El Granado y la portuguesa de Pomarao, ya que significaba mucho para él porque suponía la unión de el país de nacimiento de su padre con el país donde transcurrió toda su vida. Joaquín es una persona muy sentimental y por eso despedirse de su vida laboral con esta obra significó el culmen de una larga trayectoria profesional.

Joaquín se casó con María Antonia Barco y tuvieron tres hijos, dos chicas y un chico, al que ya me he referido anteriormente. Ahora, en su jubilación, se dedica felizmente a sus tres hijos y a sus cinco nietos, a los que adora y a los que ve muy a menudo, al igual que a sus amigos.

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