Juan José González Cabello: Novillero, ganadero y puntaumbrieño
Gente de aquí
Él nació en Sevilla unos años antes de empezar la maldita Guerra Civil, concretamente al finalizar el verano de 1933
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Huelva/Conocí al bueno de Juan José en mi despacho de los servicios técnicos municipales cuando vino a visitarme junto a mi amigo César Vázquez. El motivo era consultarme unas dudas que él tenía respecto al deslinde de la playa que había realizado el Servicio Provincial de Costas de Huelva. Desde ese momento nos hicimos grandes amigos y compartimos los tres, con nuestras familias, momentos muy bonitos de una amistad sincera y duradera.
Ya era mayor, pero lleno de vitalidad y con un sentido de la amistad tan amplio como en poca gente he visto y yo, que presumo de tener más de un millón de amigos, como la canción de Roberto Carlos, debo reconocer que los buenos y auténticos son pocos, pero Juan José era uno de ellos. Y es que, desgraciadamente, ya se fue de esta vida, igual que mi amado padre, que sin duda fue el mejor de mis amigos. Juan José era de esos amigos que no te fallan, que nunca te defraudan.
Él nació en Sevilla unos años antes de empezar la maldita Guerra Civil, concretamente al finalizar el verano de 1933. Su padre, Manuel González, y su madre, Matilde Cabello, tuvieron tres hijos, todos vinculados con la tauromaquia, ya que Manolo, el mayor, fue un gran matador de toros de mucho éxito que en varias ocasiones salió por la puerta grande tanto en la plaza de toros de Sevilla como en la de Madrid y que tiene una escultura en el bonito pueblo onubense de Aracena; Matilde, que se casó con el ganadero mexicano Antonio Llaguno, propietario de la que posiblemente es la ganadería de toros bravos más importantes de México; y Juan José, que fue novillero y ganadero, y a quien tengo el placer de escribirle estas merecidas letras.
Juan José se casó con la encantadora sevillana Lola Cava, a quien tengo el gusto de conocer y es quien me ha facilitado algunos datos para que yo pueda dedicarle esta breve semblanza. Y cuando digo que Loli es encantadora, no es ningún cumplido, sino una realidad, porque reúne todas las condiciones para ser una gran señora: cariñosa, amable, servicial y, como su marido, amiga de sus amigos, algo que he podido comprobar personalmente muchas veces.
Mi apreciado y querido amigo estudió en Sevilla, en el Colegio de los Salesianos y, ya de jovencito, se hizo novillero y luego ganadero, siendo propietario de una finca conocida como “Las Casetas”, en el término municipal de Guillena, en la provincia sevillana. Allí pastaban sus toros y novillos bravos y en una ocasión pude visitarla, invitado por el matrimonio y por sus hijos, que son unos magníficos anfitriones: Juan José, Pedro, Lola, Rocío y Javier.
El bueno de Juan José era un enamorado de Punta Umbría y uno de los veraneantes más
antiguos. Pasaba en su casa de La canaleta mucho tiempo y también gran parte de los inviernos. Incluso se quedó a vivir varios años y se hizo promotor y constructor y edificó viviendas y locales en la calle Ancha, la calle Virgen de Montemayor y el Paseo de La Ría.
A todo esto, tuvo la suerte de que sus hijos compartían con él todas sus aficiones, lo que no deja de ser una gran alegría para un padre, por lo que tanto Juan José, como su maravillosa esposa Loli, siempre estaban contentos y felices. Otra de sus aficiones era la pesca, por lo que se compró un barquito en el que, junto a sus grandes amigos puntaumbrieños, se iba a menudo a pescar y, al terminar, se sentaban en la terracita de un chiringuito de la playa donde hacían una animada tertulia.
Por su forma de ser se hizo acreedor de muchos amigos tanto en Punta Umbría como en Huelva, que lo querían mucho. Entre esos amigos tengo el honor de estar y, ahora que él no está, conservo la amistad con sus hijos y algunos de sus nietos, especialmente con Jesús, que siempre acompañaba a su abuelo a hacer gestiones y me visitaban de vez en cuando. Jesús estudiaba Derecho y ayudaba al abuelo a hacerle los escritos que necesitaba. Hoy, ya con su carrera terminada, ejerce su profesión de abogado con notable éxito.
Todos los nietos de Loli y Juan José han aprendido a andar en las arenas de Punta Umbría y quieren a este pueblo como algo suyo- Por eso, cada vez que pueden, incluso en invierno, se vienen a pasar unos días a la que consideran su playa.
Juan José permanece vivo porque las personas que se recuerdan permanentemente están entre nosotros siempre.
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