Justo Cuesto Ramos, buen director bancario y amigo de sus amigos

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La figura de Justo Cuesto es un espejo donde se deberían mirar todos los bancos para elegir a sus directores, pues ha sido servicial con todo el que lo necesitaba, fuese cliente o no

Joaquín Correa Ortiz: Amor y trabajo por la provincia de Huelva

Justo Cuesto Ramos.

Hace solo unos días me dijo mi buen amigo y excelente médico Antonio Ladrero, que lee todo lo que escribo sobre mis personajes, que he logado hacer de la amistad un género literario. Vaya definición bonita que me dedicó quien, precisamente, es un magnífico escritor. Querido Antonio, agradezco mucho tus palabras, es un honor recibir este reconocimiento viniendo de quien viene.

Ahora voy a dedicar, precisamente, unas letras a un gran amigo mío y de todos los que lo conocen. Lean y lo irán comprobando.

Durante un tiempo tuve mi despacho profesional de Topografía en la calle Rico de Huelva, junto al Círculo Mercantil y la casa-palacio del famoso torero “El Litri”. Muy cerca de allí estaba la oficina principal del Banco Zaragozano, que más tarde fue absorbido por un banco londinense llamado Barclays. Y muy cerca, en la calle Gobernador Alonso, había un bar al que acudíamos a medio día a tomar una cervecita con las exquisitas tapas que allí ponían. Dicho sea de paso, el bar se cambió de sitio, pero muy cerca del anterior, y aún seguimos yendo por su calidad. No hace falta decir el nombre porque toda Huelva lo conoce. Pues al medio día, allí, en ese lugar, un buen amigo que también tenía su oficina en la misma calle que yo me presentó al director del Banco Zaragozano, al que yo conocía desde pequeño, aunque no teníamos ninguna relación, simplemente sabíamos quienes éramos cada uno.

Y es que desde pequeño, yo iba también a medio día algunas veces con mi padre y sus amigos, el eminente traumatólogo don Emilio Haya Prats, casado con la alemana doña Araceli Clauss Von Radeski, que además eran los padrinos de mi queridísimo hermano Emilio; y también con el apoderado del Banco de Santander don Luis Bengoa, a tomar un vinito, al parecer muy rico, al “Bar Chiclana”, situado frente a la estación de tren y allí, en el bar, había un jovencito que andaba por detrás de la barra y que era el hijo del dueño. Pues él era Justo, de quien quiero escribir un poco porque luego, con el tiempo, lo traté mucho porque me hice cliente de su banco y me pareció una persona ejemplar y amable que trataba a su clientela como se debe tratar a los clientes, como personas y no como un número más. Y a nivel personal Justo es un buen amigo.

Sus padres eran de Nerva, pero vivieron en Huelva, regentando, como he dicho antes, el Bar Chiclana, con una exquisita cocina en la que destacaban en temporada los exquisitos gurumelos que hacían las delicias de toda su numerosa clientela. Y entonces nació Justo, que ya de pequeño tuvo el privilegio de asistir y aprender las primeras letras en el conocido Colegio Ferroviarios, que era y es un edificio palacete.

Justo empezó a estudiar Ingeniería Técnica de Minas en la escuela que estaba situada donde ahora está el Museo Provincial, pero no le gustaba y lo dejó y empezó a prepararse para trabajar en la Banca. Pronto empezó en el Banco de Andalucía, del que guarda un magnífico recuerdo por el bonito compañerismo que allí encontró.

Después, tras varios años, cambió de empresa, cosa que en aquellos momentos se podía hacer con más facilidad que ahora, y se fue a trabajar al Banco Meridional primero al Banco Zaragozano después, que fue cuando yo entré a formar parte de su clientela, porque el bueno de Justo, que ya era mi amigo, era el director y todos los amigos ingresamos nuestros ahorrillos allí. Posteriormente fue absorbido por Barclays y todo continuó igual, Justo siguió de director y el nuevo banco, a pesar de ser inglés, siguió operando para nosotros a las mil maravillas, hasta que nuestro director se jubiló y la poderosa Caixa se quedó con todo.

La figura de Justo Cuesto es un espejo donde se deberían mirar todos los bancos para elegir a sus directores, pues ha sido servicial con todo el que lo necesitaba, fuese cliente o no, era un gran trabajador, muy fiel a su empresa, y gracias a él, su clientela siempre tenía todo lo bueno que un banco podía ofrecer.

Se casó con una estupenda mujer, Carmen Úbeda, que se dedicaba a la enseñanza, pero lo tuvo que dejar debido a tantos traslados y pasó a dedicarse a sus tres encantadoras hijas: María del Mar, que estudió Pedagogía y actualmente vive en Madrid; Beatriz, que hizo Filología Inglesa y vive más cerca, en Sevilla; y Elena, que vive en Londres, donde dirige una empresa de viajes internacionales, porque ella estudió Turismo y varios idiomas.

Hoy Justo pasa casi todo su tiempo en Punta Umbría, paseando con su mujer, pues le gusta mucho caminar. Es fácil encontrárselo dando grandes paseos por Los Enebrales y por la larga playa puntaumbrieña. Y si pasan unos días y no lo ves, es sin duda porque se ha ido a pasar unos días a casa de cualquiera de sus hijas, ya que las adora y no puede pasar mucho tiempo sin verlas, o cocinando, que también le gusta mucho por que Justo es lo que se dice un “gran cocinilla”. Yo recuerdo una vez que nos invitó a unos amigos a comer unas cocochas exquisitas, pero no es solo lo que hace, prepara unos pavías de bacalao que “quitan el sentido”, o friturillas de gambas, y los platos típicos de Huelva, papas con chocos, pescado a la sal, en definitiva que Justo es un amigo para no separarse nunca de él, por todas sus cualidades.

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