Manuel Camacho Carrasco: Lepero, puntaumbrieño y marismeño

Gente de aquí

De pequeñito, con solo nueve años, tuvo que dejar el colegio porque su padre cayó enfermo y su abuela lo puso a trabajar. Recuerda que hizo de todo.

Manuel Camacho.
Manuel Camacho. / M.G.
Fernando Barranco - Miembro de la Academia Iberoamericana de La Rábida

29 de julio 2024 - 05:00

Punta Umbría/Manuel “el Lepero” es muy conocido en Punta Umbría. Todos los días se la recorre de arriba abajo, andando sin parar y saludando a todo el mundo. Es muy querido por todas las personas que lo conocen. Es muy educado, muy correcto y muy cariñoso y a mí, particularmente, me cuenta muchas cosas cada vez que nos vemos, que nos paramos y charlamos. Pero el en esta ocasión nos hemos sentado en una terracita de un bar a tomarnos un café y me ha contado muchas más, empezando por su infancia allí en Lepe, donde nació en 1945 en la céntrica calle Colón, muy cerca de donde luego estuvo el célebre Club Raúl, por donde pasaron los mejores artistas españoles e internacionales del momento.

De pequeñito, con solo nueve años, tuvo que dejar el colegio porque su padre cayó enfermo y su abuela lo puso a trabajar. Recuerda que hizo de todo, lo mismo iba unos días al campo a segar, otros días a coger aceitunas, almendras o higos, otros a coger bocas y camarones a los caños de las marismas de El Terrón, otros iba en una patera a pescar en la playa y después, con su canasta llena de pescado, volvía a venderlo al pueblo andando, hiciese frío o calor, lloviendo y diluviando sin lugar para cobijarse. En fin, una vida muy dura para un niño que él me recuerda con dolor. Por eso se lamenta cuando los jóvenes de ahora, que afortunadamente lo tienen todo, se quejan sin saber lo que pasaban los niños de antes.

A medida que se iba haciendo mayor fue ampliando su zona de trabajo y se iba a Cartaya, a las marismas del río Piedras, por la Ribera y también a Punta Umbría, que fue donde más a gusto se encontraba porque dice que lo tenía todo a mano, pescaba y tenía el pueblo al lado para venderlo, no como antes, que desde El Terrón o La Antilla hay muchos kilómetros para volver a Lepe; y no digamos desde Cartaya. Así que a Punta Umbría le cogió mucho cariño. Al principio iba a diario en bicicleta desde Lepe hasta La Bota para adentrarse en las marismas y en los caños de Almacete, Melilla La Honda o el Canal de Chate para pescar, pero al poco tiempo se trasladó a vivir a nuestro bonito pueblo, donde conoció a la que fue su novia y pronto se casaron. Ella era Eduarda, procedente de una familia muy conocida de Moguer, pero que la trajeron siendo ella muy pequeñita a vivir a Punta Umbría, como tantas familias que llegaron a este pueblo porque aquí había trabajo para todo el mundo. Pronto tuvieron dos hijos, José Manuel y Eduarda.

Su esposa ha sido su sostén, su amparo, su apoyo, hasta hace tres años, que desgraciadamente falleció y Manuel quedó desconsolado. Todo el mundo la quería mucho, pues era una mujer buena que jamás habló mal de nadie y que solo hizo el bien a todos sus vecinos. Manuel se fue a vivir con su hija Eduarda, que es otra gran mujer que trabaja en la carnicería de un conocido supermercado y él echa una mano en casa y lleva y recoge a su nieto del colegio.

Manuel se conoce las marismas de Punta Umbría y las de la Isla de Saltés a la perfección. Se las ha recorrido una a una y se sabe todos sus nombres. Además, ha navegado en muchos barcos de pesca y me cita algunos de sus nombres: el “Bellita Franco”, que era propiedad de Manuel “el Caracol”; o el barco de Manuel “Chascal”. Presume de que el servicio militar lo hizo también embarcado en la “Santa María del Puig” durante dos años y obtuvo la distinción de “marinero distinguido”.

Una vez en tierra fue contratado en el Club Marítimo y Tenis de Punta Umbría como “botero”. Allí trabajó durante 10 años y todos los socios guardan un maravilloso recuerdo de él por lo servicial que siempre fue. Él me nombra a muchos de ellos con mucho cariño como Alberto Tibehau y su esposa, Toni Vázquez, mi buen amigo Bartolomé Albarracín o al gran cirujano Manuel Hidalgo, entre otros.

Me contaba que no solo trabajaba de botero. Lo mismo arreglaba con albero las pistas de tenis que pintaba las paredes y muchas cosas más. Dice con gracia que ha hecho de todo en esta vida y que solo le ha faltado vender periódicos e ir al espacio. Y hablando de periódicos, me pide que escriba algo bonito sobre José María Segovia, periodista que fue extraordinario director del diario Odiel de Huelva, al que le profesa mucho cariño, igual que a su esposa y a su hermano Antonio, que fue alcalde de Huelva.

Manuel tiene muy buena memoria y se acuerda de muchas cosas de la Punta Umbría antigua que a mí me hacen rememorar cosas bonitas de nuestro pueblo y de mi infancia. Revive momentos y personas inolvidables como don Sebastián, el cura mexicano y a los misioneros con sus carpas que hacían evangelización, a Adolfito “el del agua”, a Rosario “la del casino”, a “señó Paco el panaero” o a “señó Migué”. Y lo tengo que dejar porque si no me seguiría contando la “historia menuda” de Punta Umbría que, a pesar de haber ido al colegio solo unos meses, la tiene toda escrita en una libreta que es su tesoro.

A pesar de haber tenido varios episodios cardiológicos, ahora esta estupendamente y pasea feliz por el pueblo a diario, saludando con cariño a unos y a otros. Manuel es una persona muy peculiar y muy arraigada en el corazón de Punta Umbría.

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