Mariam Antonete, joven con discapacidad de Lepe: "hasta ir a comprar comida me hacía sentir diferente"
La escritora acaba de presentar su autobiografía y dedica un capítulo a las barreras arquitectónicas y a sus experiencias vitales con espina bífida
'La discapacidad no me define': la joven lepera con discapacidad presentará su autobiografía este jueves
Huelva/21 años, rodeada de amigos y con ganas de disfrutar como cualquier otra joven de su edad de una cena y un par de copas. "Apuntaba a ser un día feliz", cuenta Mariam Antonete, que tiene ahora 26, a este diario. Alberga un nítido aunque crudo recuerdo de la que iba a ser una fiesta de cumpleaños, "como la de una chica -aunque odia usar esa palabra- normal". "Celebrábamos mi cumple en el centro comercial de Lepe. La idea era tapear algo", narra. "A veces, bloqueaban el ascensor por el mal uso que hacía de él la gente. Ese día, lo desactivaron un rato antes y no pude bajar. No nos quedó otra que llamar a mi madre y bajarme, entre varias personas, por las escaleras. Ella tuvo que venir a buscarme con la silla manual y la eléctrica, que tengo desde hace 13 años, se quedó en el bar".
"Como esa, otras tantas". Subir un simple escalón a las puertas de una tienda -o de incluso edificios públicos-, ir a un bar o realizar un viaje fuera de su municipio son tareas cotidianas del día a día que, en ocasiones, le hacen llegar a la misma conclusión a la que llegaba al final de aquella fiesta de cumpleaños: "¿soy diferente a una chica de 21 años que no tenga una discapacidad?".
"Mi discapacidad es para mí una forma de vivir, y eso es algo que a la sociedad aún le cuesta entender. Todos seremos dependientes de alguien en algún momento, será una etapa en nuestras vidas. Para mí, es algo con lo que convivo desde que nací".
Más de una vez ha tenido que darse media vuelta al llegar a un establecimiento o estudiar con antelación si el supermercado donde compraría la comida era accesible para ella. Y cuenta todo esto a través de su autobiografía, que le ha servido para "ser plenamente consciente, a base de informarse, de la cantidad de obstáculos a los que se enfrenta una persona con espina bífida en su día a día".
Argumenta las etapas por las que pasa alguien que padece una discapacidad y que ve la vida "desde una silla de ruedas". Aunque no se atrevería a decir que lo ha llevado "estupendamente", sí que lo ha hecho "lo mejor que puede y con optimismo". A ello -asegura- contibuyó el verse aceptada por su entorno y el contar con una madre y una familia que "han intentando por todos los medios que no me sintiera diferente al resto, porque no lo soy". "Tuve mis tiempos", confiesa. "Con tres años, durante el recreo, tenía a una persona conmigo que me ayudaba a hacer cualquier cosa. En el descanso, en lugar de estar con mis amigos, estaba sola con ella en la escalera. Con cinco años me cambié de colegio".
Ahora todo le afecta menos que hace una década. Siempre con las fieles manos de su madre a sus espaldas, trata de enfrentarse a las cosas "por ella misma" y lo consigue. "Necesito ayuda para vestirme de cintura para abajo, ducharme y acostarme o levantarme y para trasladarme hasta otro pueblo, pero la silla eléctrica me dio mucha independencia".
Recuerda especialmente a un profesor que "siempre la puso por delante" y que defendía a capa y espada un mantra: "haremos lo posible porque Mariam no se pierda ni una sola excursión". La joven escritora pudo disfrutar de las vistas desde la Giralda, de la nieve y de Medina Azahara, como también lo hicieron el resto de sus compañeros. "Siempre han intentado que me sintiera lo más adaptada posible a la sociedad, pero en aquella época no eres plenamente consciente de las limitaciones que tienes tú misma y, aún peor, de las que te pone la gente".
Aunque verte aceptado por los demás "es importante", su evolución personal tiene el mérito al completo. La escritura es una de sus herramientas y la convierte en un arma para dar voz a sus vivencias, con el objetivo de que "la gente entienda que este otro tipo de vida también merece tener cabida en la sociedad".
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