Nicolás Díaz Soto: Ejemplo de superación

Huelva/Cuando en una ocasión necesité una reparación doméstica de un aparato averiado recurrí a un amigo para que me indicase quién me lo podía arreglar y, sin dudarlo, me dijo que iba a llamar a Nico y me pondría en contacto con él. Tras hablar con él vino enseguida y me solucionó el problema. Esa fue la primera vez que nos tratamos, nos estrechamos la mano y desde ese momento, amigos para siempre.

Nico, al igual que tantos niños de Punta Umbría, vino al mundo de manos de doña Irene “la matrona” el 3 de junio de 1969. Su madre, Rosa, una gran mujer; y su padre, Diego “el del nuevo”, apodo que le viene de su abuelo, porque tenía un barco que se llamaba “el nuevo”. Eran de La Punta del Moral, aldea marinera de Ayamonte.

Una vez que dejó el colegio empezó a trabajar de camarero aprendiz en la cafetería Núñez, que estaba frente al mercado de abastos, en la calle Ancha. Era tan pequeño que, me cuenta, para preparar un café no llegaba a la cafetera y tenía que subirse en unas cajas de cervezas. Y es que Nico solo tenía entonces 13 años. A Rafael Núñez y a su esposa Manuela dice que los quiere “un montón”.

Después de probar lo que es trabajar en tierra se fue a “la mar” a trabajar con su padre, que no lo quería llevar, pero él, con sus artimañas, se metió en el barco y cuando empezó a navegar el padre se tuvo que aguantar. Ese primer turno solo duró cuatro días y la verdad es que no le gustó demasiado, pero se aguantó porque era lo que había. En la mar siguió un buen tiempo, primero ganando poco dinero, hasta que su hermano Diego le dijo a su padre que Nico trabajaba igual que cualquier marinero y que debería cobrar lo mismo que todos. Y así fue, su padre atendió la petición de Diego. Lo malo fue cuando Nico dejó de ir a trabajar y se reunió con amigos mayores y se dedicó a la vida fácil, adoptando costumbres inadecuadas, la “mala vida”, que le llama él y que hizo sufrir a su familia. Sus padres y sus cinco hermanos, Diego, Rosa, Carmen, Jesús y José Ángel lo pasaron muy mal y recuerdan aquella época como un mal sueño.

Y así estuvo hasta que un rayo de luz y de esperanza llegó a su vida. Don José García “Pepe el cura” y Paco Echevarría, el otro cura salvador, le ayudaron a salir del pozo donde había caído junto a los terapeutas del Centro Naim, a los que él esta inmensamente agradecido y los nombra muy a menudo porque les tiene mucho cariño por todo lo que han hecho por él. Su madre y su hermana Rosa siempre estuvieron a su lado y nunca lo dejaron, lo cual fue fundamental para salir. Y por supuesto todos los demás hermanos. Además encontró a una mujer buena que se volcó con él desde primer momento. Nico la quiere mucho y me dice que Chari es extraordinaria y que lo hace muy feliz.

Nico se ha superado gracias a esas personas buenas y, como es “un manitas”, aprendió a arreglar todo tipo de aparatos de los que hoy tenemos en casa para hacernos la vida más confortable. Arregla lavadoras, termos, grifería, aparatos eléctricos, a veces hace de pintor, lo que se dice una persona muy completa que, con su moto, se recorre Punta Umbría varias veces al día solucionándonos problemas a todos los vecinos que, dicho sea de paso, le tenemos todos mucho cariño porque conocemos su buen hacer, su pasado y cómo se ha superado gracias a su esfuerzo.

El otro día cuando lo llamé para preguntarle que si le parecía bien que le hiciese algunas preguntas para hacerle este artículo me sorprendió y me dijo que yo estaba entre sus grandes amigos y que se siente muy orgulloso de ello, al igual que lo estoy yo por tenerlo como amigo. Bueno, la verdad es que él tiene muchos amigos en el pueblo y eso lo hace estar muy contento y a mí me consta. Y todo esto es, sin duda, por ser tan buena persona.