El puerto de Colón en Palos, kilómetro cero de los lugares del olvido
El lugar en el que Colón armó su flota en Palos no se identificó hasta 1992, pero el yacimiento, clave en la epopeya colombina, sigue cerrado al público, sin señalizar y fuera de los circuitos culturales.
Palos de la Frontera/No hay ningún cartel. Ni una mera indicación. Sólo un vetusto carril de tierra, a los pies de la colina que corona el castillo. Desde el fondo del parque de La Fontanilla, donde se abstecieron de agua dulce la nao Santa María y las carabelas La Pinta y La Niña antes de partir hacia lo desconocido, una ladera de hierbas agostadas y un cañaveral flanquean el sendero que conduce al puerto de Colón, uno de los yacimientos arqueológicos más significativos de la península. El mundo occidental, tal y como hoy lo conocemos, tiene ahí sus cimientos, justo al final de ese camino anónimo.
La deriva del puerto antiguo de Palos de la Frontera no ha sido fácil en ningún sentido. De la misma manera que floreció justo en los años del primer viaje de Colón a América, se apagó después hasta solo quedar constancia de su existencia en los archivos. Washington Irving viajó a Palos de la Frontera para buscarlo durante su visita a España en 1828. “No puedo expresar cuáles han sido mis sensaciones al caminar por la misma orilla que una vez estuviera animada por el bullicio de la partida y en cuyas arenas quedaron grabados las últimas pisadas de Colón (…) Lo que me sorprendió fue no encontrar vestigio de puerto alguno”, anotó en su diario.
Hasta 1992, coincidiendo con los fastos del V Centenario, no se identificó su emplazamiento. El catedrático de la Universidad de Huelva Juan Campos, director científico de este yacimiento, recuerda que en 1990 recibió una llamada de la Consejería de Cultura de la Junta y del Ayuntamiento de Palos. “Tenían un proyecto faraónico que nunca se llegó a hacer y necesitaban una intervención para apoyar esa obra”. La intervención fue corta y el proyecto fallido, pero brindó la oportunidad de localizar por fin el lugar exacto del puerto en la ensenada del río Tinto.
Pasada la convulsión del Centenario, el puerto colombino volvió a su estado natural: el olvido. Hasta junio 2014 no comenzaron las excavaciones y los trabajos de consolidación. Los arqueólogos de la Universidad de Huelva han recuperado metódicamente el yacimiento. Ahora, se pueden ver los restos de la alota, el edificio administrativo y comercial, en el que se hacían transacciones y se pagaban impuestos, con su fonda, bodegón y almacén. Con posterioridad se le añadió una pieza para el taller alfarero. En los muros todavía se aprecia cómo se cerró el vano de una puerta para esta ampliación.
Los documentos hablaban de un horno, pero en realidad era un gran complejo alfarero con una decena de hornos. Muchos de pan, pero también de ladrillos, cal y tejas destinados a la construcción de iglesias en el suroeste peninsular. Desde el puerto palermo se abastecía de conos de decantación de la melaza a los ingenios azucareros y, por supuesto, de todo tipo alfarería doméstica. “Ha aparecido todo el elenco de cerámicas domésticas y de mesa de la época”, apunta Lucía Fernández Sutilo, directora técnica del yacimiento.
Las excavaciones también han sacado a la luz miles de cascabeles, anillas, cuentas y fragmentos de pulseras de pasta de vidrio tintado utilizadas en el comercio de esclavos porque el puerto de Palos era un importante proveedor de esclavos en la segunda mitad del siglo XV. “Los portugueses al circunnavegar las costas africanas observan que la población autóctona no tiene el concepto de la moneda, pero sí el de prestigio que muestran a través de abalorios. Primero usan anillas en el comercio de esclavos. Enseguida se dan cuenta de que las pulseras de lapislázuli y carey son mucho más apreciadas y, por tanto, tienen más valor en el cambio. Pero también son más caras. Ahí es donde surgen esas cuentas de vidrio tintado para hacerlo pasar por estos minerales. En León el Africano se narra cómo las echaban al fuego para probar su autenticidad”, relata el arqueólogo Alberto Bermejo.
Los trabajos han sido pródigos. Se han recogido, documentado y estudiado cerca de 200.000 piezas, reveladoras del comercio marítimo de la época: esclavos, cerámica, maderas y materiales de construcción, azúcar (apreciada por su capacidad conservante) y pescaderías. La última monografía de la Universidad de Huelva sobre el puerto histórico de Palos pone de relieve el perfil internacional con “naves inglesas, bretonas, flamencas” y su alcance comercial en el Golfo de Cádiz y el Estrecho y la costa marroquí y hasta llegar a la actual Guinea.
El periodo de esplendor arranca años antes de la llegada de Colón y tiene su cumbre durante el periodo en el que Francisco Pinello se hizo cargo de su explotación por cédula real. Pinello era ya un genovés destacado en la corte. En 1491 había prestado ocho millones de maravedíes a los Reyes Católicos, en 1492 había financiado el destierro de Boabdil y en junio de ese año se hizo con la gestión de un puerto que tenía tenía los mejores talleres de carpintería de ribera, los mejores armadores y los marinos muy experimentados, además de una sólida red comercial. Este brío tampoco debió pasar desapercibido para Colón cuando buscaba un puerto para armar su flotilla y el de Cádiz, ocupado en el embarque de los judíos expulsados del reino, no estaba disponible. Es casi seguro que el almirante conocía el muelle palermo después de su estancia en el monasterio de La Rábida cuando buscaba el apoyo de los Reyes Católicos. En Palos, además, contó con la ayuda de Martín Alonso Pinzón que supo convencer a los habitantes de la viabilidad de la empresa.
La expedición, contra todo pronóstico, fue el fin del puerto de Palos. “El lugar desde el que se gestó la empresa colombina, el viaje que cambió para siempre el mundo”, cae en el más absoluto olvido, según se describe en la monografía La recuperación geoarqueológica del puerto histórico de Palos de la Frontera, coordinada por el catedrático Juan Campos. La población más cualificada emigra a las Indias. “Marinos, alfareros, los mejores profesionales se van. En Palos quedan mujeres y niños”, explica Lucía Fernández Sutilo y recuerda cómo en América se encuentran las mismas tipologías de cerámicas que se hacían en palos “porque son los alfareros palermos los que se instalan allí”.
Además, Francisco Pinello, que había sido tesorero en el segundo viaje de Colón, plantea a los Reyes Católicos fundar en Sevilla una casa para almacenar todo lo que partiera o llegara de las Indias. Nace así la Casa de Contratación, de la que él fue factor y que absorbió toda la actividad y beneficios derivados del comercio marítimo.
Mientras tanto, la geología seguía su curso hasta colmatar la ensenada histórica, que pierde su carácter navegable y, con él, su potencial comercial. Palos de la Frontera entra en un prolongado periodo de decadencia del que no se recupera hasta el siglo XX.
El grueso de los trabajos arqueológicos para sacar a la luz el puerto de Colón acabaron en junio de 2016, aunque con posterioridad se han hecho trabajos de consolidación y restauración y la investigación sigue viva. Sin embargo, todavía no tiene visibilidad más allá del ámbito científico. El yacimiento está cerrado al público y no está adaptado para las visitas, aunque se organicen algunas puntuales. Por ejemplo, ahora (23 y 30 de octubre y 6 de noviembre) se están realizando circuitos organizados por el Ayuntamiento, financiados por Cepsa y guiados por los arqueólogos de la Universidad de Huelva.
El Ayuntamiento de Palos tiene un proyecto de puesta en valor que va mucho más allá de hacer visitable el yacimiento. Pasa por recrear la vida medieval del puerto en el entorno del yacimiento. Se ha previsto rebajar la ensenada para dejar una lámina de agua de un metro de profundidad que permita representar el muelle donde donde fondeó la flotilla de Colón. La idea es trasladar a este lugar las reproducciones de la Santa María, La Niña y La Pinta. También se quiere revivir el puerto comercial con puestos de madera o los astilleros en los que se construyó La Pinta, de los que no ha quedado rastro, por lo menos conocido hasta ahora, quizás porque eran de madera y su conservación es más difícil.
Es una iniciativa en seis fases con un presupuesto inicial de 10 millones, que el alcalde, Carmelo Romero (PP), espera que se ejecute en tres o cuatro años. El primer paso ya está en marcha con la licitación de una actuación en la ladera que separa el casco histórico de Palos del yacimiento. “Queremos asegurar la ladera y abrir un camino que comunique con el pueblo, intentando que sea como en el siglo XV”.
Todo el trabajo arqueológico hasta la fecha lo ha financiado en solitario el Ayuntamiento de Palos, que también está dispuesto a aportar los fondos necesarios para las seis fases de este macroproyecto. “A las demás administraciones solo les pido colaboración y agilidad en los trámites. Afortunadamente tenemos recursos económicos suficientes. Tenemos reservados seis millones”. Carmelo Romero subraya que se está restaurando todo el ingente patrimonio municipal con cargo a las arcas municipales. “Ahora estamos acabando los trabajos en el castillo y queremos restaurarlo y ponerlo en valor todo. Y todo a pulmón. Antes y ahora”.
El Ayuntamiento de Palos goza de una salud económica envidiable y el municipio de una economía próspera basada en la industria química y la agricultura intensiva de frutos rojos. Con poco más de 11.700 habitantes, el presupuesto municipal alcanza los 35 millones. Para entender esta magnitud solo hay que tener en cuenta que el presupuesto per cápita palermo triplica el de la vecina Moguer y dobla con creces el de Sevilla capital.
Si por el momento el yacimiento portuario está cerrado al público (aunque con vigilancia las 24 horas), las cerca de 200.000 piezas halladas durante los trabajos de excavación, también. “Llevamos varios años intentando que se expongan las que están restauradas pero por el momento no ha sido posible”, aclara la directora técnica de la excavación. El alcalde reclama que se expongan en Palos, un criterio que comparte Lucía Fernández Sutilo, “porque son piezas que se entienden en su contexto. Cerámicas de estas características hay muchas. Expuestas en el Museo de Huelva no aportan nada nuevo. Aquí es donde tienen más sentido”. En este caso la maquinaria también va lenta, a la espera de un convenio entre administraciones que a día de hoy no se ha firmado.
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