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En octubre pasado, el catedrático Juan Campos presentaba entusiasmado el resultado de las excavaciones de su equipo en Palos de la Frontera: los elementos que componían el puerto de la localidad en el siglo XV, el mismo que fue elegido por Cristóbal Colón para emprender su viaje descubridor al Nuevo Mundo. En estos nueve meses que han pasado, nuevos hallazgos se han sucedido en el área de trabajo situado junto a La Fontanilla, y al margen del valor histórico se ha incrementado el científico, el arqueológico, en unas dimensiones no imaginadas. El entusiasmo de Campos ha ido a más: "Podemos decir que tenemos el alfar más completo y mejor conservado de Europa de los siglos XV y XVI".
El alfar del que habla el arqueólogo de la Universidad de Huelva es un conjunto de hornos que formaba parte de la infraestructura portuaria palerma hace cinco siglos, centrando la principal actividad industrial de la localidad, destinada al comercio y al suministro de las naves que atracaban entonces en uno de los enclaves del suroeste peninsular más activos. Los descubrimientos recientes han sumado al conjunto tres nuevas piezas: un gigantesco horno para la producción de ladrillos, mayor que el ya excavado antes, con una anchura de 4,40 metros, más una calera intacta y un pequeño horno laboratorio, en el que los maestros hacían pruebas de cerámica previas a la fabricación en masa. Los tres, en un estado de conservación excepcional, han convertido el alfar palermo en un objeto de estudio único, con una docena de hornos de distinta naturaleza.
A ellos se une otra revelación mayúscula: una habitación adicional en la alota, construcción destinada a transacciones comerciales, almacén y pernocta. Ahora se sabe que allí también se ubicaba la sala de torneado, para dar forma a las piezas que se cocían después en los hornos. Y junto al edificio, un pozo del que se sacaba el agua necesaria para el proceso. Y hay más novedades: muros de adobe entre la alota y la ensenada donde se encontraba la ría, pavimentos de distinto tipo, canalizaciones, nuevos testares (depósitos de pruebas de producción), hasta 40 en total, y una partida intacta de más de 90 conos (envases) para la comercialización de azúcar. "Ha sido espectacular. Estaban apilados unos con otros, preparados para embarcar, como si se hubiera parado el tiempo", apunta Juan Campos.
"Tenemos contabilizadas más de 70.000 piezas -confiesa- de las que 19.000 están ya siendo estudiadas y tratadas por una restauradora". Éstas se someten a un proceso minucioso, que incluye el aislamiento de vasijas con la tierra depositada en su interior. De esta forma, llevadas directamente al laboratorio, cuenta el director de la excavación, "podemos hacer análisis de polen que nos den una idea de la vegetación que había aquí entonces". Investigadores de la Universidad de Faro están trabajando en este sentido, y en el análisis de sedimentos con restos de raíces, semillas, carbón, moluscos y fauna de consumo para conocer cómo era el entorno, qué tipo de combustible se usaba o cuál era la dieta de los marineros que frecuentaban el lugar.
La comunidad internacional mira con ojos de plato al yacimiento palermo. A Juan Campos le llueven las llamadas de colegas y de medios de comunicación especializados. La atención por el puerto de Colón no se pierde; ha crecido estos meses y seguirá así mucho tiempo. "Nos han pedido artículos científicos para hablar de las excavaciones, nos invitan a conferencias y simposios. Los alfares, además, están ahora muy de moda en la arqueología y hay un enorme interés. Desde un congreso sobre el tema en Turquía están haciendo ahora todo lo posible para que vaya a presentarles todo lo que tenemos", explica el profesor, subrayando el interés máximo existente.
La primera fase del trabajo de campo finalizará en septiembre. En estos momentos están dejando preparado el nuevo horno de ladrillo descubierto y después procederán a rematar la excavación de la alota, centrándose en el primer derrumbe, con los restos del tejado que tuvo en su día, del que pueden sacar mucha información. Después será tiempo de analizar los restos para avanzar en su estudio y terminar de configurar el proyecto de conservación y restauración del yacimiento, en el que se levantará parte del edificio de la alota. Por el momento, como paso previo, se trabaja ahora en la reproducción en 3D del conjunto y todos sus elementos.
La minuciosidad es extrema. Incluso se ha habilitado un depósito, que será sellado en el terreno, para contener los miles de fragmentos descartados para la investigación actual. "Preferimos no tirarlos y conservarlos ahí por si en un futuro, quién sabe si dentro de 80 años, hay tecnología suficiente para obtener nuevos datos de estas piezas", explica Juan Campos.
Los siguientes pasos tomarán el camino de la ensenada, donde se ubicaban los embarcaderos. "Eran muelles de madera, donde seguramente atracaban los barcos, y será prácticamente imposible encontrar restos", adelanta el catedrático, que sí admite que podrían toparse con algún pecio por donde antes discurría la lámina de agua. Pero eso quedará para fases sucesivas. Porque lo que es seguro que el viejo puerto de Palos seguirá ofreciendo nuevos hallazgos para regocijo de la comunidad científica y para la reivindicación de la historia colombina en Huelva.
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