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La Sierra siempre ha tenido un importante número de hectáreas dedicadas a los árboles frutales típicos en esta zona como manzanos, perales o melocotoneros. Sin duda alguna, la vega del Múrtigas en su tramo alto, Fuenteheridos, Galaroza y La Nava, reunía el mayor número de huertas. Estos tres pueblos tienen hoy un potencial de 500 hectáreas de regadíos frutales. Incluso en otros puntos del norte onubense proliferaban frutales rentables hace pocas décadas como cerezos, ciruelos o membrilleros, y por ende con un papel fundamental para la economía de muchas familias en algunos municipios.
Así han estado viviendo en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche durante décadas muchos ciudadanos. Un período donde el campo era rentable y ayudaba a la subsistencia en tiempos complicados. Pero la puesta en marcha de nuevos sistemas de regadío en otras comarcas españolas y, sobre todo, la emigración rural de los años sesenta provocaron un extensivo abandono del campo serrano hasta llegar a la situación actual donde el número de huertas explotadas con la agricultura como fin primordial es meramente testimonial.
Esta falta de dedicación se ha incrementado por la baja rentabilidad, el alto coste, emigración (sobre todo la de jóvenes), trabajos en otros pueblos y el aumento de edad en la mayoría de los pueblos haciendo imposible el duro trabajo campesino.
El sector de la agricultura en la Sierra lleva años en límites casi de permanencia en todos los ámbitos y limitado a personas mayores como mero entretenimiento.
Una de las excepciones oscila en el término municipal de Fuenteheridos donde a ambos lados de la carretera N-433 se pueden apreciar huertas de vid, perales y manzanos. En esta zona son visibles nuevos sistemas de regadío, sobre todo el de goteo y en algunos casos aprovechando el riego por infiltración mediante instalación de gomas o pequeñas lievas para llevar el agua de un lugar a otro gracias a los pozos artesianos. De hecho es conocida la gran masa de castañar en el Parque Natural siendo uno de los espacios más prolíferos de toda Andalucía.
A lo largo de la historia, la mano del ser humano ha ido creando un paisaje singular donde el castaño es uno de los grandes protagonistas, seguramente junto con la encina y el alcornoque. Todos ellos árboles propios de zonas de secano.
Desde hace unos años a esta parte, gracias al impulso de la Oficina Técnica de Regadíos, se ha ido consolidando una alternativa en el castaño de regadío. El número de huertas plantadas ronda la quincena, con una superficie algo superior a las 10 hectáreas.
La precocidad de estas variedades permite que ya se empiecen a cosechar castañas en plantaciones con sólo cuatro años de edad. Sus portainjertos son resistentes a la tinta, hongo que ataca a los castaños cuando la humedad del suelo es alta en los meses de verano. De ahí su vocación para el regadío. La mayor parte de las variedades injertadas son de origen francés y tienen como características comunes su carácter marrón. Se denominan así a las castañas de gran calibre y sin tabicación que permite su pelado fácil.
Estas plantaciones de castaño tienen varias ventajas sobre los otros frutales tradicionales.
Las inversiones de plantación del peral y manzano son respectivamente un 32% y un 87% superiores a las del castañar. Los costes anuales de mantenimiento aún presentan diferencias mayores. Además, el manejo de estos castañares es comparativamente mucho más fácil y su producción ecológica también es más llevadera.
El precio de las castañas, alrededor de los 3 euros el kilo, también ha animado a su plantación.
La demanda mundial de castaña cada vez se inclina más por un fruto de fácil pelado, como éstas, que una vez congeladas permiten su almacenamiento y un consumo en cualquier estación del año debido a su conservación, no ligado a condiciones climáticas determinadas. La castaña común es de difícil pelado, además de tabicadas, perecederas y no aptas para la industria agroalimentaria de repostería o harina.
El problema se da en que estas plantaciones podrían provocar también en la Sierra un efecto perverso sobre el castañar tradicional, cultivo extensivo en fincas de secano. En estos momentos atraviesa una grave crisis debido a las malas cosechas de los últimos años y a los altos costes de explotación.
También se está trabajando de forma paralela con la Confederación Hidrográfica del Guadiana para la concesión de las aguas del río Múrtigas a los agricultores serranos. Para ello se ha constituido una Asociación Promotora de la Comunidad de Regantes, paso previo ineludible antes de la formalización de la Comunidad. Esta figura, adscrita a los municipios de Fuenteheridos, Galaroza y La Nava, es imprescindible si se quiere apostar por la recuperación de las huertas del regadío tradicional para que pasen a constituir una fuente de riqueza y empleo en estos pueblos, como lo fueron en otros momentos.
Las ayudas a la mejora y eficiencia de los regadíos en Andalucía pasan inexcusablemente por la constitución de comunidades de regantes. Sólo en estos municipios se estima una superficie potencial de regadío en torno a las 500 hectáreas, lo que da una idea de las posibilidades que se abren.
Ante este nuevo mapa que se abre en la Sierra con la comunidad de regantes fundamentada en un mejor servicio para abordar expectativas como el castañar de regadío, los políticos de la comarca han visitado algunas explotaciones agrarias para conocer de primera mano el devenir en esta cuestión. Dentro de las actuaciones del Plan de Desarrollo Sostenible (PDS) del Parque Natural se ha llevado a cabo una visita a las plantaciones donde agricultores, acompañados de sus alcaldes, han conocido la evolución de los nuevos proyectos.
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