El resurgir del viejo pasillo de La Calleja del Cine de San Juan del Puerto

Una vecina celebra su cumpleaños con una jornada de convivencia impregnada de recuerdos

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Fotos antiguas y enseres en el pasillo de La Calleja del Cine. / Juan A. Ruiz
Juan Antonio Ruiz

06 de octubre 2024 - 05:00

San Juan del Puerto/El pasado miércoles 25 de septiembre de 2024 cumplió 55 años la vecina de San Juan del Puerto, María del Rosario Sanz Ruiz. O lo que es lo mismo, mi querida prima hermana Charo. Mujer especial donde las haya. Para conmemorar este aniversario, pensó en una originalísima e inusual idea que giraría entorno al vecindario donde hoy reside y que tal día como ese 25 de septiembre del año 1969, vería la luz por primera vez.

Desde antes de la primera mitad del siglo veinte, media docena de casas emplazadas en la calle Trigueros, otrora, Calle Claro de Guzmán, en referencia a quien otorgara los privilegios de la Carta-Puebla para que el municipio se convirtiera oficialmente en pueblo el 10 de enero de 1468, forma parte de un conjunto de viviendas de similares características: ladrillo visto en sus fachadas blancas, la mayoría de una sola planta con puerta de madera entonces y ventana de forja, excepto algunas que en los últimos años han crecido verticalmente guardando todo lo posible la fisonomía arquitectónica, y que tenían y siguen teniendo en común un pequeño espacio al final de sus patios a modo de pasillo corredor que servía entonces de estanquera en su parte más ancha, y que comunicaba estas casas dando dicho pasillo a la hoy Calle Odiel, más conocida como La calleja del cine y en tiempos aún más pretéritos como El callejón de la cristiana.

En cualquier caso, María del Rosario ha zarandeado en estos últimos días la memoria colectiva de los vecinos y vecinas que viven hoy actualmente allí, a los que en tiempo lo hicieron, a los que residen alrededor de este sector central del pueblo en una entrañable convocatoria a la que no faltaron ni sus amigos ni sus familiares más cercanos.

Los asistentes al cumpleaños / Juan A. Ruiz

A las seis de la tarde, medio centenar de personas fuimos citados frente a la pequeña puerta que da a esa calle que le dio fama por tener allí el cine de invierno y cuya pared del pasillo lindaba al este con el Cinema Sauci, el de “Carrallán”, donde tantas películas fueron proyectadas en tardes y fines de semana, donde tantas celebraciones albergaría y donde tantos recuerdos atesoran sus paredes y palcos hoy casi intactos a pesar del tiempo transcurrido. Juan Antonio Sauci, propietario de este cine hoy cerrado a cal y canto, junto a Inés Muñoz su esposa o cuñada Pepi no faltaron a la cita.

Mientras todos esperábamos, al noveno minuto de la hora dieciocho saldría por esa misma puerta decorada mimosamente para la ocasión María del Rosario quien lo primero que hizo fue repartir besos y agradecer la asistencia “este acto es para estar todos cerquita y lo que he pretendido con el mismo era reunirnos otra vez la familia, porque más que vecinos hemos sido eso, familia; eran familia los que estaban antes y aunque nuestro modo de vida ha cambiado mucho, no podemos olvidarnos de que hay cosas que no se pueden perder” –dijo emocionada. Marichari, como cariñosamente le llamo, fue la última de esas vecinas que nació en estas casas “por lo que me parecía una fecha muy bonita para hacer este acto humilde en un espacio tan pequeñito y lo que quería era resaltar sus valores” –manifestó.

Tras la lectura de unas breves y sentidas palabras, invitó a todos a que pasaran hacia adentro en grupos reducidos y pudieran contemplar todo lo que les había preparado con tanto amor desmedido. Nada más entrar, unos acordes copleros sonaban a muy bajito volumen. Y tras la visita, la degustación de unos ricos cafés y dulces caseros en base a rosquillas, galletas fritas y bizcochos para culminar con el soplo de las velas del cinco doble y la entrega de regalos.

Vecinos y familiares toman café y dulces en la calle Odiel / Juan A. Ruiz

Sobre la pared derecha del estrecho pasillo comunitario, acicalado de blanca cal de principio a fin y suelo rojizo como el Tinto, colgaban a la altura de cada puerta trasera unas tejas pintadas con sus manos y creatividad donde aparecían los nombres de las familias y algunos elementos característicos de cada una de ellas y de quienes vivieron en cada uno de estos hogares. Tejas que tenían una peculiaridad; algunas eran usadas y antiguas como rescatadas del derrumbe más cercano dando significado a las familias que entonces vivieron allí; y por otro lado, tejas recién compradas de fábrica, nuevas y actuales, decoradas mismamente por María del Rosario, con los nombres de las familias que hoy residen. Podíamos leer nombres de familias como Gómez Sauci, Gómez García, Barroso Aquino, Hnas. Fuentes Beltrán, Ramírez Macías, Ruiz Recio, Fernández Sanz, Cárdenas Villegas, Quintero Cartes, Cartes Pérez, Villegas González y Bonaque Álvarez.

Las fotografías antiguas que ellas mismas aportaron, fueron expuestas bajo un largo cordel del paso del tiempo que, sujetadas con pinzas o alfileres, nos transportaban a aquellos tiempos de unas viviendas cuyos inquilinos, sus mujeres y hombres se reunían en este pasillo para desde rezar el rosario, preparar jaulas de pajarillos cantores, realizar labores antiguas como bolillos y croché o hasta para declamar poemas o fragmentos de obras escritas en las voces de amantes del teatro como Teresita Cartes o José Quintero Martín.

Para dejar constancia del momento vivido, María del Rosario encargó a la beasina Alfarería David, un sencillo azulejo conformado por seis piezas en horizontal con tipografía artística y marco verde carruaje al mismo tono de la puerta y cuya reseña decía: “El Pasillo de La Calleja del Cine. Pasillo de las viviendas número 10-16 de la calle Trigueros. Espacio de sociabilidad y solidaridad de sus vecinos. 25 de septiembre de 2024”. Dicho azulejo fue descubierto por la vecina de mayor edad, Soledad Ruiz Recio, tita Sole que, sosteniendo una de las dos cuerdas del pasado de las que tiraría junto a otra con su cuñada Juani, en representación de su esposo Juan, la propia cumpleañera tiraría de la que le correspondería a su madre Natividad, y una cuarta para sus hijos Pedro y Borja representando el presente. Los cinco procedieron al descubrimiento del azulejo siendo ovacionados por los presentes.

Juan y su prima. / Juan A. Ruiz

Toda una idea pensada, calculada al detalle, desarrollada durante horas, días y semanas de trabajo, haciendo partícipe a tanta gente y ejecutada en la tarde del pasado miércoles sirvió para despertar entre quienes tuvimos la suerte de vivirlo, infinitos sentimientos de amor, recuerdos y añoranzas de una vecindad que siempre estuvo unida en la vida y cuya columna vertebral se circunscribía, entre otros elementos, a ese pasillo trasero que ha vuelto a resurgir con vida.

Y lo mejor: que todas aquellas personas que por allí caminen y lean la leyenda de la nueva cerámica, sepan que la sociabilidad entre los vecinos y vecinas de un pueblo, es clave para llevar una vida mucho más bonita, llevadera y compartida entre todos. Me sentía en la obligación de dejar por escrito esta crónica de este momento tan significativo para quienes conocimos aquella forma de vida pasada de nuestros queridos antecesores. Porque… recordar es volver a vivir desde el corazón.

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