La ruina que dejan los incendios de Almonte y Bonares

La vista desoladora del paso del fuego por una finca fresera de Rociana del Condado. / Rafa Del Barrio
Antonio Carrasco

27 de julio 2022 - 18:23

Ahora es una montaña humeante lo que hasta hace unas horas era un almacén de pienso para los caballos que la familia tenía en la finca. Los animales por su suerte estaban en Rociana. El panorama es desolador. Invernaderos arrasados, plásticos derretidos convertidos en masas informes que abrazan los tubos. Bajo la ceniza y el humo solo queda ruina. La finca era conocida como Isla Chica en Rociana del Condado por ser una explotación de unas seis hectáreas de frutos rojos incrustada en un auténtico vergel verde, una pinar frondoso que hoy es un triste cementerio de madera.

Sobrecoge el silencio. No queda vida. Ni los pájaros suenan cuando se corre la finca de Rafael Garrido ‘Copón’. La pérdida de su explotación tiene un claro valor material y un enorme impacto simbólica. El suyo fue uno de las primeros terrenos en los que se comenzaron a cultivar berries a finales de los 70, cuando los pioneros del sector decidieron dar un asalto al futuro con una nueva agricultura. “Fue mi padre quien lo hizo y ver ahora como ha quedado todo me parte el alma”, reconoce mientras contiene a duras penas las lágrimas.

La suya es una de las explotaciones más afectadas al encontrarse en la primera línea del origen del fuego. Se encuentra ubicada en el paraje de La Teja, donde las llamas pasaron descontroladas. El camino que conduce hasta ella ya anticipa lo que espera. Un escenario apocalíptico de ceniza. A lo lejos se ven las siluetas de los invernaderos de frambuesas derretidos por las llamas. El plástico pegado cuelga de los hierros. Las plantas están secas, quemadas por las llamas, la flama, el humo y la que no lo está todavía lo hará en breve porque además el riego es inviable en estos momentos.

Resulta complicado imaginar cómo debió ser. Aperos de labranza carbonizados, una nave almacen retorcida por la temperatura, las tomas de aguas están fundidas y en el embalse con el que habitualmente se nutre el riego toda la instalación está destrozada. Ese mismo embalse sirvió para abastecer helicópteros del Infoca.

Un cálculo estimado de pérdidas arroja “un mínimo de 100.000 euros directos”, que serán muchos más. Rafael recuerda que “eso es lo que vale todo el material perdido, pero la próxima campaña ya está perdida. No podremos sembrar nada y eso significa además muchos puestos de trabajo afectados”. El propietario de la finca más afectada tiene claro que “el fuego ha sido provocado porque no me explico tantos focos diferentes al mismo tiempo”, a la vez que pide responsabilidades “a quienes tenían el pinar por limpiar. Tengo 43 años y solo he visto una vez el pinar limpio”. Antonio Jesús, un vecino cercano, señala una zona no afectada por el fuego “porque es la zona de paso de las borregas y por donde pasan los animales no prende el fuego porque es un cortafuegos natural. A ver si se enteran de una vez los políticos y los ecologistas a escuchar a la gente del campo”. El lamento es compartido por Rafael quien insiste en que “todas las preocupaciones para Doñana y parece que los que lo hemos perdido todo no importamos”. Denuncia además que “hay que prestar atención al campo todo el año, no solo cuando arde porque ahí sigue la basura del camino del Rocío por recoger”.

Y pesar de todo pudo dar gracias. Rafael estaba “en otra finca cuando vi la columna de humo a los lejos y por la ubicación sabía que estaba cerca”. En ese momento “mi mujer e hijos estaban allí y los llamé corriendo para que se fueran a Rociana” porque “sabía que algo así iba a pasar un año u otro”.

La vida sigue. Mientras el olor a quemado y los rescoldos humeantes recuerdan el infierno reciente vivido por Rafael, los vecinos más afortunados no pueden parar. Los trabajos de preparación del terreno para hacer los lomos para sembrar la próxima campaña están en marcha. El corazón fresero del Condado de Huelva late, herido, pero late.

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