Supervivientes del suicidio en Huelva: "Cuando mi hermano se quitó la vida sentí que me iba detrás"
"Soledad, falta de empatía, enfado y culpa". Los sentimientos de los que se quedan -supervivientes- tras el suicidio de un ser querido
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Huelva/Aunque "ya lo ha perdonado", no hay ni un solo día -ni fiestas, Navidades o cumpleaños- en el que Rocío no se acuerde de su hermano, con iniciales J.C.S.B o de aquello que desconoce y que le impidió pedir ayuda hace ahora tres años. "Me costó perdonarlo y perdonarme. Era impensable para mí que se hubiera quitado la vida de esa forma, sin recurrir a su familia, sin darnos ninguna señal", cuenta en una entrevista con Huelva Información.
Habían hablado a las 22:30 de la noche anterior a ese miércoles, 20 de octubre de 2021. Nada importante: recados, papeleo y ningún indicio de que sería su última conversación. "Mi madre me preguntó que donde estaba mi hermano. Pensé que había salido a algún lado y lo llamé, pero saltaba el contestador. A la quinta llamada, un Guardia Civil estaba al otro lado del teléfono: "¿Usted es familiar de J.C.?, su hermano se ha suicidado", dijo sin rodeos.
En shock, corrió hasta el cuartel. "Mi madre no tardó en notar que algo muy fuerte acababa de ocurrir. ¿Está muerto?", me preguntó. "Los siguientes pasos fueron un interrogatorio para saber si mi hermano estaba metido en las drogas o tenía algún enemigo, sin ni rastro de un psicólogo. Me dieron su cartera, llaves y una cruz de oro, y salí de allí sin creer lo que acababa de escuchar. La forma en la que se había matado evidenciaba que todo estaba más que premeditado".
Bombardeo de preguntas sin responder en el trayecto hacia casa y durante cada día del resto de su vida. Pensaba en el objeto con el que se había ayudado, en posibles señales que se les escaparon y en qué inventarse para minimizar el impacto en sus padres, ambos enfermos. "No supe decírselo a mis hijos. A mi padre, que había sufrido un ictus tiempo antes, le dije que se había hecho daño en un pie y que se lo había llevado la ambulancia, por miedo a que no lo aguantara. Se enteró de su muerte cuando no quedó más remedio". La prueba de tóxicos tras la autopsia -que llegó dos años y medio después- decía que no había consumido alcohol y drogas: "nada, todo limpio", añade.
"Mi hermano padecía un trastorno de la personalidad esquizoide, pero hacía vida normal y tenía su trabajo, casa y dinero. Nadie reparó en que podía estar planteándose aquello. No estuvo ingresado, no estuvo en cama. Entonces solo pensaba en cómo se lo iba a decir a mis padres y a mi hijo".
El pueblo no tardó en enterarse. "La sociedad -cuenta- no está preparada para escuchar algo así. Pero no los culpo". Notaba miradas, aún más culpa y bulos. "Mi hermano se había matado, pero es como si hubiera sido otra muerte. La gente reaccionaba como si pudiéramos haberlo evitado, como si nos castigaran por no darnos cuenta de que algo le hacía sufrir hasta ese punto".
El silencio incómodo que se hacía al hablar de ello, distinto al de cuando una persona fallece en un accidente de tráfico o de larga enfermedad, la llevaba a una conclusión: aquella muerte es tan dolorosa que nadie es capaz de entenderla hasta que no la sufre de cerca. "Mi madre también buscaba motivos y responsables. Al principio, decía que era porque estaban mayores y no pudo soportar verlos envejecer. Yo caí en depresión y me metí en cama".
Sentía que había tocado fondo. "Fui a terapia y a un psiquiatra. Empecé a entender que él no quería vivir, quería dejar de sufrir y no pudo aguantar más". A través de una carta que nunca leería pudo decirle que lo comprendía y que ojalá estuviera en paz. "Tenía que seguir por mis padres y por mis hijos y quedarme con lo bueno que habíamos vivido juntos. Un duelo por un hermano con un vínculo tan fuerte es muy doloroso".
Cuidarse a sí misma, afrontar la pérdida y pedir ayuda. "No hay recursos ni información. Te sientes desamparada, porque nunca imaginas que algo así te puede tocar tan de cerca. Acudí a FEAFES, centro de salud mental en Huelva. Allí entiendes que hay más gente que está pasando por un mal momento, que no estás sola y puedes llorar y expresarte". Uno de sus logros es volver a sentir por su fiel confidente el cariño y la admiración de cuando eran niños, o cuando compartían piso de estudiantes, o, ya de adultos, repartían las tareas para cuidar de papá y mamá.
El suicidio no afecta únicamente a aquellos que deciden quitarse la vida. Por cada hombre o mujer que acaba realizando este acto, otras seis personas de su entorno sufren consecuencias psicológicas devastadoras. A pesar de lograr retomar su vida y su trabajo, Rocío padece un trastorno depresivo recurrente. "Todos los días me acuerdo de él, pero ahora consigo recordar lo bueno que nos pasó. Hasta que no pasas el duelo, acudes a especialistas y te reconcilias con tu ser querido, no puedes seguir hacia adelante".
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