Una tradición muy peculiar

La manifestación religiosa es Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía.

Jordi Landero / Puebla De Guzmán

03 de mayo 2011 - 05:01

La romería destaca por su tipismo y tradición, donde el eje central son los cultos a la Virgen de la Peña, verdadera protagonista de la fiesta, y gira en torno a la figura del mayordomo, a cuyo cargo está el sufragar las expensas de los cultos, comidas de pobres, tamboril y danza.

El atractivo turístico de sus diferentes componentes le confiere una singularidad propia e inequívoca. Las caballerías: serias y respetuosas, como verdaderas procesiones a caballo. Las procesiones del domingo y lunes de Peña: multitudinarias, vistosas y emotivas. Las misas romeras: hondamente seguidas y acompañadas de cantos. El Sermón de Súplicas: agradecido punto final a los que ya han cumplido su papel, y exhortación a perpetuar la romería el año siguiente. Y por último la animosidad de sus calles por las noches.

Otros elementos característicos de esta romería son la gastronomía: las calderetas de carne, antiguamente servidas a los pobres y hoy ya degustadas por todos los que lo deseen en la Casa de Fondos, junto a la ermita; o los dulces repartidos casa por casa por los mayordomos antes y durante la romería.

No obstante, sus dos componentes más genuinos desde el punto de vista folclórico, cultural y etnográfico son la Danza de las Espadas y los toques de gaita y tamboril, únicos en España y exclusivos de esta romería; y los trajes de gabacho y gabacha como fabriles muestras de antiguas raíces con influencias aún por descifrar, pero con una indudable carga de toda la Ruta de la Plata. También destacan las singulares coplas cantadas por los caballistas durante las noches de romería.

La Danza de las Espadas es una vieja y arcaica manifestación artística vinculada a los actos de la romería de la Virgen de la Peña. No se conoce su origen cierto. Sin embargo, parece ser que guarda múltiples relaciones con la espatadantza del País Vasco: idéntica indumentaria de los danzaores, sólo hombres que se cogen de las espadas. Las espadas, esgrimidas con soltura, evolucionan formando jeroglíficos en acción.

Las diferentes figuras evocan sagrados misterios cuyo significado se ha perdido. El acompañamiento de instrumentos musicales es también muy similar: txistu y tamboril en la Espatadantza, flauta y tamboril en la Danza de las Espadas. Todo ello vincula a los vascos en estas tierras sobre los siglos XIV y XV como repobladores de las mismas.

La vestimenta consiste en un camisolín blanco, pantalón negro hasta la rodilla, medias blancas, zapatillas negras y fajín azul. La cabeza, tocada con un pañuelo del mismo color que el fajín.

Los pasos más importantes que ejecutan los danzadores y que se han ido transmitiendo hasta nuestros días son el arco de las espadas, dispuesto para que los mayordomos y autoridades pasen bajo ellas; el arco abrenés, para volver a desandar lo andado e ir tejiendo una nueva evolución igual que la anterior; el zigzag, para el que se colocan los danzaores en hileras y cada uno de ellos va pasando entre los dos compañeros que le preceden; y el coro.

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