La última huella de Franco en Doñana

La plantación masiva de eucaliptos en el Coto en 1953 ha contribuido a esquilmar el acuífero Todavía ocupan más de 1.000 hectáreas del parque

Actividad maderera en Doñana.
Carlos López Doñana

04 de mayo 2014 - 05:01

Los eucaliptos que aún tapizan las tierras del Condado conforman la última huella que el dictador Francisco Franco dejó en la Reserva de la Biosfera. Un legado envenenado que todavía perdura de aquel 1953 en que tuvo lugar la última gran metamorfosis del entonces Coto de Doñana a manos del hombre.

Sesenta y un año más tarde, las 52.000 hectáreas sobre las que se extiende el parque han visto extirpado este cáncer que esquilma los recursos del acuífero. No así en sus fronteras: un Espacio Natural en el que se contabilizan algo más 1.000 hectáreas. Para algunos, peccata minuta para las 104.970 que suman todo el área protegida. Sin embargo, demasiados para el consumo hídrico que demanda este árbol de origen australiano.

El papel de los ecologistas ha sido crucial a la hora de concienciar a los responsables públicos sobre la necesidad de eliminar de la faz marismeña estos vampiros. Una medida imprescindible para preservar los humedales y evitar la desecación del importante acuífero que alimenta este Patrimonio de la Humanidad.

La organización WWF/Adena tiene localizadas las grandes bolsas de suelo que se concentran en la Hacienda El Algarrobo, en fincas como La Morena o Panal del Algarrobo, o zonas como la Parrilla, en lo que se conoce como Almonte-Marismas. No en vano, en la Corona Norte de Doñana el 22,8% de la superficie forestal continúa acogiendo eucaliptos.

Los argumentos para reclamar su retirada son incontestables. El que fuera director de la Estación Biológica de Doñana, Fernando Hiraldo, llegó a calificar a esta especie invasora como "una verdadera bomba de extracción de agua del subsuelo".

Arboles que presentan un rápido crecimiento que los hace idóneos para la industria maderera. La contrapartida, que su consumo de agua alcanza los 30 litros al día. Una simple ecuación matemática revela que si en una hectárea se concentran 1.400 árboles, el consumo cada hectárea/día alcanza los 42.000 litros.

El responsables de agua de WWF, Felipe Fuentesalz, explica que la tarea no es fácil, pues desde un punto de vista legal la plantación de eucaliptos que actualmente flanquean el Parque "no incumple ninguna normativa legal", si bien se "beneficia" de la ambigüedad legislativa al no clarificarse de "si se trata de un cultivo forestal o agrícola".

En cualquier caso, se apresura a matizar, el verdadero debate ha de ser si la convivencia o no del eucalipto, sobre todo en el radio de acción de las venas del acuífero en los que el nivel freático se encuentra más castigado.

El papel de Ecologistas en Acción y WWF ya fue primordial para que el Plan Forestal Andaluz de 1989 recogiera la naturalización y diversificación de los ecosistemas forestales. Ello trajo aparejado la regeneración de nuestros montes y la transformación de las superficies forestales, sobretodo la de aquellas especies de crecimiento rápido. De esta forma, su presencia ha ido paulatinamente cediendo el protagonismo al pinar piñonero y al alcornoque, que conviven con enebrales, sabinares, matorral y pastizal mediterráneo.

No hay que olvidar que el eucalipto es una especie invasora. Así lo revela el primer inventario forestal que se llevó a cabo en la comarca, que data del decenio 1750-60 con motivo de la elaboración del Catastro del Marqués de la Ensenada, que cuantificaba en Doñana los bosques, dehesas, matorrales y montes, citándose la producción y los ingresos que generaban por la venta de leña, madera y pastos.

Por tanto, el desembarco del eucalipto en Huelva llegó con la dictadura. Dentro de los planes de empleo de Francisco Franco para una comarca azotada por unas elevadísimas cotas de paro, se priorizó la generación de empleo por encima de otros ideales. Según las crónicas de la época su máxima fue lograr la rentabilidad de los latifundios públicos "por el bien del pueblo". El objetivo no era otro que generar puestos de trabajo en unas tierras áridas, desérticas y pocos productivas en unas fechas donde el cultivo de las frutas del bosque era desconocido. Con estos precedentes, el objetivo fue darle un alto valor forestal a la zona y brindar con ello materia prima a la Empresa Nacional de Celulosas (Ence).

A principios de la década de los 50 y tras más de veinte años de trabajo el Ingeniero de Montes Manuel Martín Bolaños fue el encargado de diseñar y abordar el plan de reforestación más importante de cuantos se habían desarrollado en toda Europa. Un documento que ahora descansa en el Centro de Investigaciones y Documentación del Eucalipto, fundado por la Universidad de Huelva y el grupo Ence.

Bolaños, que previamente había trabajado con eucaliptos australianos, confeccionó un pequeño herbario mono-genérico de los que obtuvo un contingente de semillas con identificación segura. De esta manera, de aquellos tres lotes de miles semillas que el ingeniero consiguió confeccionar, uno de ellos fue a parar a manos de Gaspar de la Lama, jefe regional de Andalucía Occidental en el Patrimonio Forestal del Estado, quien ordenó que se procediera a sembrar una red de arboretos de eucaliptos por las provincias de Huelva, Sevilla, Badajoz y Cáceres. Ni que decir tiene que gran parte de aquella 'materia prima destinada a Huelva fue a parar directamente al extrarradio del entonces Coto de Doñana.

Allí el Semzase (Servicio de Explotación y Mejora de las Zonas Áridas del Sureste Español), dirigido entonces por el ingeniero de Montes Antonio López, se encargaría de gestionar y coordinar la vasta labor de plantación en la que trabajarían un millar de jornaleros.

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