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En el día a día, nuestras mentes están constantemente activas, procesando una gran cantidad de información y emociones. Sin embargo, a veces nuestra mente genera pensamientos que no buscamos y que pueden causarnos malestar. Se trata de los pensamientos intrusivos que son aquellos que aparecen de manera involutaria, automática, no deseados y que nos cuesta ignorar muchas veces. Pueden ser imágenes, frases o ideas que nos incomodan profundamente, incluso si sabemos que no tienen una base realista o racional.
Es importante aclarar que estos pensamientos no necesariamente reflejan nuestras verdaderas intenciones o sentimientos. De hecho, la mayoría de las personas que los experimentan no actúan de acuerdo con ellos. Un ejemplo común es una persona que repentinamente visualiza una imagen violenta o se imagina haciendo algo contrario a su ética personal. Estos pensamientos no representan sus deseos o su carácter, sino que son el resultado de la actividad automática del cerebro. Así que reconocerlos puede ser fácil a la vez que tenemos que ser muy conscientes del diálogo que se está produciendo en nuestro interior.
A menudo, estos pensamientos generan una intensa sensación de ansiedad, culpa o confusión. Si alguna vez te encuentras luchando por deshacerte de un pensamiento que te asusta, que te parece irracional, pero que continúa apareciendo en tu mente, podrías estar experimentando un pensamiento intrusivo.
Uno de los errores más comunes que cometemos cuando nos enfrentamos a un pensamiento intrusivo es intentar eliminarlo o suprimirlo directamente. Sin embargo, por paradógico que parezca, cuanto más intentamos bloquear un pensamiento, más persistente se vuelve. Este fenómeno, conocido como "efecto de rebote", hace que la lucha contra los pensamientos intrusivos se convierta en una batalla mental agotadora. Entonces, ¿cómo podemos gestionarlos de manera más efectiva? El primer paso es reconocer y aceptar que está ahí, sin darle mayor importancia. No te resistas a él, es solo un pensamiento, no un hecho ni define quien eres y al aceptarlo, se reduce su poder sobre nosotros y pierde intensidad en el tiempo.
Uno de los hábitos que podemos adquirir y que nos aleja de los pensamientos intrusivos es la práctica de la atención plena la cual nos ayuda a observar los pensamientos sin quedarnos atrapados en ellos. A través de la meditación, aprendemos a reconocer que esos pensamientos van y vienen a nuestra cabeza, como las nubes en el cielo. Vas a sentir un estado de calma mental que antes no sentías. No es necesario reaccionar ante cada pensamiento que surge, sino que con la práctica vamos a poder desarrollar una mayor tolerancia a los pensamientos intrusivos y reducir su impacto emocional en nosotros.
Si bien es cierto que los pensamientos intrusivos no reflejan la realidad, a veces necesitamos desafiarlos racionalmente. Preguntarnos cosas como: "¿Este pensamiento tiene evidencia que lo respalde? ¿Qué probabilidad hay de que ocurra lo que imagino?". Al analizar los pensamientos con objetividad, podemos desactivar la ansiedad que generan y si vemos que interfieren en nuestra vida diaria hasta el punto de condicionarla, es fundamental que busquemos el apoyo de un psicólogo para que nos ayude a manejar este tipo de pensamientos.
Los pensamientos intrusivos varían de persona a persona, pero hay patrones que suelen repetirse:
Es esencial recordar que estos pensamientos son normales hasta cierto punto y que no necesariamente indican un problema grave. Sin embargo, cuando los pensamientos intrusivos se vuelven frecuentes, intensos y comienzan a interferir en nuestra vida cotidiana, es vital buscar ayuda profesional.
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