Diálogos cofrades
Cristóbal Colón, ¿hermano de Los Judíos en Huelva?
La cantonera
EL año pasado iniciamos este camino con la esperanza de la llegada del Triduo Pascual pero la sorpresiva escalada de la Covid-19 truncó de forma dramática el final esperado. A diferencia del anterior, este año no habrá sorpresa; no hay duda alguna: la Semana Santa se va a celebrar sin estaciones de penitencia por las calles de la ciudad.
Se nos presenta una Cuaresma dura, de verdadera penitencia, un verdadero desierto que debemos sortear como podamos. La primera dificultad estriba en asimilar que este camino de preparación cuaresmal no nos conduce a disfrutar del final como siempre hemos deseado los cofrades. La prueba es dura, pero debemos reinventarnos y poner en valor nuestra fe y devoción.
Quizás se nos ofrezca la oportunidad de vivir este tiempo litúrgico con más dedicación a la oración y sentirla como la comunicación más íntima con Dios. Por este motivo, me cuesta entender que algunas hermandades hayan aplazado prematuramente sus cultos o actos de devoción y que puedan derivar en una suspensión de los mismos.
Quizás tengamos la oportunidad de practicar el ayuno o abstinencia, tal como nos indican las directrices marcadas por nuestros obispos diocesanos: abstinencia de aquello satisfactorio, necesario, placentero… Es decir, algo de lo que nos cueste desprendernos. Imaginaos de cuántas cosas nos vamos a desprender los cofrades durante esta atípica Cuaresma.
Por último, se nos brinda la oportunidad de fomentar el ejercicio de la caridad. Por desgracia, se nos abre una puerta a la misericordia ante la situación social que está provocando esta dichosa pandemia. Entramos en un tiempo perfecto para volcarnos en el aspecto caritativo y encontrar un sentido penitencial que ocupe el vacío dejado, llenándonos de gozo en la servidumbre a los que más sufren.
En definitiva, nos espera un camino arduo por un desierto penitencial que debemos pasar en unas condiciones poco habituales y que algunos, ante las dificultades, aprovecharán para abandonar la senda. Y uno, que algunos caminos llevo andados, sabe que la mayor satisfacción llega tras sufrir el cansancio del mismo. Las vivencias de una Cuaresma plena nos llevarán a una satisfacción final mayor.
Ante esta situación desconocida e inusual, tal como he indicado anteriormente, algunos hermanos abandonarán el camino, mientras que otros buscarán agua y comida por los rincones más recónditos del desierto. La verdad es que no es fácil, pero es la penitencia que actualmente nos ha tocado vivir. No seamos pesimistas y afrontemos con dignidad esta horrible situación, donde muchas personas están sufriendo verdaderas penalidades.
Es Miércoles de Ceniza. Comencemos la Cuaresma con el rito de la bendición e imposición de la ceniza, y recordemos que todo lo material se acaba, no somos eternos. Y aunque no será posible seguir el rito tradicional de la imposición de la ceniza, se han marcado nuevas directrices litúrgicas siguiendo las recomendaciones sanitarias y sin perder el verdadero significado. Nos vamos adaptando a las circunstancias concretas y continuamos andando, con más fuerza que nunca, el camino de la penitencia impuesta. Ese es el camino correcto. Esto no ha hecho más que empezar. Ánimos.
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