Diálogos cofrades
San Sebastián bendito, patrón de los palmitos
3san francisco
LAS inmediaciones de la Plaza Isabel la Católica, adyacente a la calle Niña que le da el nombre con que popularmente es conocida, son un hervidero de sentimiento cofrade. El penetrante olor a incienso va colonizando los aledaños de la Iglesia de Santa María de la Esperanza, donde cientos de onubenses aguardan pacientemente a una de las estampas ineludibles e indescriptibles de la Semana Santa onubense: el encuentro con la Reina de Huelva.
El Miércoles Santo es uno de los días grandes de la Semana de pasión onubense, el del éxtasis una devoción mariana que casi se palpa en el templo, donde los nervios campan junto a la responsabilidad y el honor de honrar a la Esperanza Coronada.
En el exterior, la bóveda celeste de un día primaveral y apacible que nada tiene que ver con las veleidades atmosféricas del Lunes y Martes Santo permite que luzca con inusitado esplendor el contraste de colores que, en la calle que da nombre a la hermandad, dibuja la luz de un sol cómplice.
Los acordes de la banda sinfónica del Liceo de Moguer predisponen el espíritu para recibir al paso de misterio del Santísimo Cristo de la Expiración, que, tras una levantá dedicada a Joaquín El lavadora, el único costalero de la cuadrilla que sigue entregándose en las trabajaderas después de 40 años, franquea las puertas del templo para mezclarse con la muchedumbre, a la que se abraza en una angosta vía en cuyas paredes retumban los aplausos.
El paso de misterio, entre acordes de cornetas y tambores, se mece hasta alcanzar la esquina del convento de las Hermanas de la Cruz, donde se postra antes de reemprender su itinerario de penitencia mientras en el interior del templo el paso de palio ultima el inicio de su estación con el rezo de un Ave María y una primera levantá protagonizada por dos ejecutivos de una entidad bancaria.
La Esperanza Marinera, coronada en el año 2000 por Ignacio Noguer, hace su salida con los sones de la Marcha Real y acompañada de la Coral de voces blancas del Liceo de la Música de Moguer, representantes de la humildad y la dulzura, que protagoniza uno de los momentos más emotivos con la interpretación del Ave María de Caccini, una oración dedicada a la Hermanas de la Cruz por su vinculación con la hermandad.
La candelería ilumina su rostro y desde el cielo, durante dos minutos de apoteosis mariana que deshoja el aplomo de sus fieles, cae la primera petalada mientras suena la Esperanza de San Francisco, coronada por una sucesión de vítores que la acompañarán, como los miles de pétalos en su honor, en una estación de penitencia durante la que Huelva se volvió a postrar a sus pies.
A lo largo de la carrera oficial, el paso de palio fue acompañado por una representación de la Marina y varias marchas propias de la Virgen de la Esperanza, ya que es, probablemente, el único palio que a lo largo del recorrido puede enorgullecerse de contar con hasta 12 marchas propias para banda de música. Después de salir de la carrera oficial, el alcalde de Huelva, Gabriel Cruz, la acompañó durante el trayecto de vuelta a su templo en otro Miércoles Santo de sentimiento cofrade a flor de piel.
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