Multitudinario centenario agustiniano

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El abrazo de Huelva y el Cristo de la Buena Muerte regala una de las emotivas estampas del Jueves Santo

El paso de misterio del Cristo de la Buena Muerte, uno de los más bellos de Andalucía, cruza la plaza de las Monjas tras abandonar su templo.
José Antonio Cárdeno

25 de marzo 2016 - 01:00

EL proverbio religioso que reza que hay tres días en el año que brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi, y el día de la Ascensión, se cumplió ayer en una lucida jornada de apertura del Triduo Pascual que contribuyó a dar esplendor a la anhelada estación de penitencia de la Buena Muerte en el centenario de la hermandad.

El sol postrero de una tarde primaveral se va apagando en la fachada del Convento de las Agustinas, en pleno corazón de Huelva, cuando una brisa gélida le arrebata el sitio arreciando sobre la muchedumbre que se agolpa a las puertas de la iglesia conventual de Santa María de Gracia.

El alcalde de Huelva, Gabriel Cruz, realiza en el interior del templo la primera levantá del paso de misterio del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, y una comisión encargada de la reestructuración del paso de la Virgen de Consolación la de éste cuando la marea de nazarenos emergentes del colegio de las Madres Agustinas de la calle Palos baja rauda por la calle Tres de Agosto mientras retumba en sus paredes el eco de la banda de cornetas y tambores del Cristo de la Expiración.

La cofradía de la Buena Muerte conmemora su centenario, lo que confiere al Jueves Santo un carácter especial. " Siempre lo es pero éste, mucho más porque es único" asegura su hermano mayor, Juan Antonio Prieto, quien puntualiza que, por encima de estrenos, la cofradía ha decidido priorizar este año la organización de un amplio programa de actos con motivo de sus 100 años.

El Jueves Santo va impregnando el ambiente y calando en la concurrencia, en la que habita el éxtasis, que se abre para dejar paso expedito al paso de misterio en una de las estampas más bellas de la Semana de pasión onubense.

Por la puerta del templo asoma el guión de la hermandad, con la medalla de Huelva prendida, que preludia el abrazo con el Cristo de la Buena Muerte, enterrado hasta casi su cintura en un monte de lirios para salvar una complicada salida sobre una plataforma de madera. La candelería asoma bajo el dintel al ritmo que imponen los costaleros sobre sus rodillas, meciendo despacio a su Señor, que, tallado por Joaquín Gómez sobre un paso de caoba donada por el que fuera presidente de la República Dominicana Leónidas Trujillo, alcanza la calle y se vuelve a erguir majestuoso entre los acordes de la Marcha Real.

El que está considerado como uno de los mejores pasos de Cristo de Andalucía cruza la plaza de Las Monjas entre las miradas de devoción de sus fieles cuando el paso de la Virgen de la Consolación, imagen tallada también por Joaquín Gómez que la representa mirando a la cruz vacía con el sudario pendiente del travesaño, asoma en la puerta del templo entre los acordes de la Banda de Música de Villalba del Alcor.

La imagen está ya en la calle cuando, a escasos 10 metros, el murmullo por el vahído de una joven acapara la atención de los presentes. Tras la asistencia de las fuerzas de seguridad, las miradas se vuelven al paso que, sobre los pasos del de misterio, enfila una estación de penitencia única por su condición de centenaria.

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