La primavera florece en vísperas

Procesión Virgen de los Dolores de Huelva 2019

La Virgen de los Dolores recorre las calles del barrio de Las Colonias ante la presencia de cientos de vecinos

La imagen luce la Medalla de la Ciudad por primera vez tras su imposición

La Virgen de los Dolores a su paso por la Avenida Cristóbal Colón. / Alberto Domínguez
J. M. Lugardo

13 de abril 2019 - 04:02

No hay un murmullo más hermoso que el que se concentra a las puertas de una parroquia. Con el azul de bienvenida pintado en el cielo el susurro se acrecentaba ayer en los alrededores de Las Colonias. Los vecinos se apretaban en las calles para dar calor y consolar a su Virgen de los Dolores. Huelva volvía a estar allí un año más para ensanchar las mejillas de esa cara tallada de niña que da cobijo a la devoción de un barrio entero. In crescenso palpitaba la inquietud y el nerviosismo.

De fondo se escuchaban las órdenes del capataz. El racheo de los costaleros. Las llamadas muy cortas, que no había prisa. El altavoz del barrio subió los decibelios. No restaba nada para que ocurriera. Apenas dos centímetros del techo de palio, que vibraban al son de la primera pareja de varales, fueron suficientes para que el rotundo silencio dominase una calle en la que no se cabía. Fue un instante. Un simple cosquilleo. Un momento en el que se para el tiempo para que naciera una flor. La Virgen de los Dolores ya estaba en la calle para que la primavera en Huelva volviera a florecer.

La víspera a las puertas del cielo comenzó con las notas de Como tú ninguna gracias al trabajo de la Banda Municipal de Aznalcóllar. El pentagrama sirvió para una primera revirá de abrazos, de sonrisas, de alguna lágrima que cayó por la mejilla y de quererla. La Virgen de los Dolores brotó de la mano del perfume de los gladiolos y claveles blancos que la acompañaban. Irrumpió con elegancia por las calles de su barrio a las órdenes de Francisco Javier Michina y lució como nunca su tez clara bajo la luz del día.

La Virgen de los Dolores procesiona por primera vez con la Medalla de laCiudad. / Alberto Domínguez

La Virgen de los Dolores también lloró la pérdida de Manuel López Vega, el párroco de su templo, con un crespón negro atado a uno de los varales. Numerosos fueron los niños que se agolparon al seguimiento de un palio con el que crecen con el paso de los años. De Viernes de Dolores a Viernes de Dolores. Muchos de ellos descubrieron por primera vez la cara de la Virgen gracias a unos padres que sienten la devoción de Los Dolores como refugio para su vida.

La Hermandad del Rocío de Emigrantes, la representación del Ayuntamiento de Huelva, con el alcalde, Gabriel Cruz, a la cabeza; antiguos hermanos mayores de la hermandad, la actual junta de gobierno, el grupo joven y hermanas ataviadas con mantilla fueron los encargados de formar el cortejo previo al palio.

El recorrido se convirtió en un mar de gente a su paso por la avenida Cristóbal Colón donde una sevillana sonó al ritmo que el palio tomó la luz de la candelería. “Y Huelva / guarda silencio / con un perfume de flores / al Cristo de la Lanzada / y a la Virgen de los Dolores”.

Los momentos álgidos estaban también programados en la Plaza de los Dolores con el recibimiento del coro de Emigrantes y la Asociación de Vecinos de la plaza que lleva el nombre de la Virgen. La visita a la residencia de las Hermanas de la Cruz y el regreso a la parroquia por las calles de su barrio fue lo que tuvo preparado un año más la hermandad para la gloria de su Virgen de los Dolores. Las vísperas arrancaron con un ambiente inmejorable. Un barrio volcado hacia una Madre que lució por primera vez la Medalla de la Ciudad para orgullo de los onubenses. ’

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