Diálogos cofrades
San Sebastián bendito, patrón de los palmitos
EL manto plúmbeo con que amaneció cubierta la ciudad hizo presagiar otra tarde de inquietudes y desvelos, de miradas descorazonadoras al cielo pidiendo clemencia, pero hervía ya la barriada del Carmen, entregada a su hermandad junto a las puertas del templo, cuando las nubes se abrieron de par en par para que el sol pudiese asistir como testigo privilegiado al encuentro con el Padre Jesús del Prendimiento.
Forjada en 1987 por la juventud del barrio aunque no procesionaría hasta años después, la hermandad carmelita sigue debiéndose al brío de la chiquillería y la lozanía, que inundaba con ojos preñados de ilusión cada uno de los rincones adyacentes a la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen anhelando un reencuentro que está en marcado en rojo en la jornada del Miércoles Santo.
Con ligero retraso sobre el horario previsto, las puertas del templo se abren y los corazones se encogen. El murmullo del gentío se aplaca y el silencio y el recogimiento empiezan a gobernar la escena que cada Miércoles Santo cautiva a la barriada marinera.
La marea de túnicas de color crema se desborda e inunda de fervor las calles del barrio cuando los risueños monaguillos del cortejo, entregados a su labor pese a que muchos de los cuales ni siquiera despegan un par de palmos desde el suelo, preludian la apoteosis en las inmediaciones del Humilladero de la Cinta.
Aún en el interior del templo, los abnegados costaleros sincronizan en las trabajaderas el cuerpo y el alma para elevar el paso de misterio en la primera levantá, en honor al diputado mayor de gobierno y pregonero de la Semana Santa 2016, José Ángel González, hermano desde 1989.
Los sones de la Agrupación Musical de la Santa Cruz enardecen los ánimos y anticipan la salida del Padre Jesús del Prendimiento cuando, a las 17:00, los rayos de sol iluminan las laderas del Conquero, en cuyas faldas, al pie del templo, se apostan en una improvisada balconada humana decenas de vecinos para apreciar en todo su esplendor la majestuosidad del paso de misterio más largo de la Semana de pasión onubense.
La devoción prende en la barriada del Carmen, junto a las marismas, bajo el Conquero, donde Huelva se tiñe de tradición marinera. La segunda chicotá honra a los padres difuntos del capataz Antonio Fernández Guerra y de los hermanos José Antonio Hernández y Antonio, que, visiblemente emocionados, hacen la levantá a tres manos entre los sentidos aplausos y timoratas lágrimas de algunos de los presentes.
Las nubes se han disipado y el sol refulge sobre el templo en el instante en que el paso de misterio, estrenando los nuevos respiraderos tallados por el taller de Alexis Sánchez, se asoma por fin a la calle para delectación de la concurrencia. Lentamente, meciéndose al son de los acordes musicales, el Padre Jesús del Prendimiento, traicionado por Judas, que lo entrega a los soldados judíos ante la mirada de San Juan Evangelista y Santiago, va conquistando la calle palmo a palmo y cada alma entregada. El esplendoroso paso de misterio afronta, ya en el asfalto, la inenarrable revirá con la que enfila el inicio de una estación de penitencia sin sobresaltos que colmó de gozo a una feligresía dichosa de recordar a Huelva el amor de todo un barrio a una imagen que lució en una tarde-noche de Miércoles Santo esplendorosa.
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