Las oscuras golondrinas

María Gallego Lazo

23 de marzo 2016 - 07:10

"Volverán las oscuras golondrinas de tu balcón sus nidos a colgar". Y con la primavera, volverá. Volverá ese día marcado con una cruz en el calendario. Volverán las mañanas de nervios, las miradas al cielo y el deseo de un cielo azul, azul Victoria. Con las primeras flores en los naranjos volverán las gotas de rocío y, quien sabe, también volverán las gotas que limpian el alma y ensucian el cielo. Esas gotas que hacen desvanecer las ilusiones de todo un año de los más pequeños.

Con el azahar volverán los claveles, lirios, rosas y hasta los nardos. Volverá el vuelo de capas azules por las calles de aquel bendito barrio, la gente arremolinada alrededor de la rampa, contando con la mirada cada nazareno que entra por aquella reja y de nuevo volverán las miradas al cielo, pero esta vez no se buscan nubes, se busca a aquel que se fue pero aun sigue estando, que sabemos que en el momento que los romanos acaricien el dintel de la puerta, en el justo momento que sus ojos brillen más si cabe de lo que ya lo hacen, en ese momento vuelve quien se fue para acompañarnos un año más.

Volverán los olores, esos olores que bendicen el alma, que impregnan la piel y protagonizan los recuerdos el resto del año. Volverá la arpillera, las zapatillas apretás, los abrazos previos a la primera levantá y las palabras de ánimo. Los sones nazarenos y las oraciones delante de su palio, los ojos cansados de los niños por el Matadero que ya no tienen a nadie a quien darle cera o, simplemente, ya no pueden ni levantar el cirio del cansancio. Tantas y tantas cosas que cada uno sabe que vuelven cuando llega el séptimo miércoles del tiempo de la Cuaresma.

Pero, de la misma forma que cada año vuelven, todo se va. Y ya no volverán aquellas cosas que más nos gustaban. Ya no volverán esos besos de quien te vestía con tu túnica cada tarde de Miércoles Santo, de quien te esperaba cuando llegabas de madrugada y no importaba la hora que fuese para ofrecerte algo de comer, aunque supiera mejor que tú, que después de tantas emociones vividas, a ti no te apetecía comer, solo volver a soñar un año entero con ese día.

Ya no volverán esos gritos de ánimo cuando las fuerzas flaqueaban por aquel barrio inglés, donde Ella brilla con más fuerza para decirnos que esto no acaba, que Ella nos espera cada día en ese rinconcito que tiene la gloria en la Tierra, que su Santísimo hijo nos aguarda para perdonarnos de nuestros pecados, que Él está ahí, curando nuestros males y velando enfermedades. Aunque después lleguemos a sus plantas y ni lo miremos a los ojos para agradecerle todo lo que hace por nosotros.

Ya no volverá aquella imagen que guardo en mi corazón de una señora mayor que por su virgen se desvivía, ella siempre ocupaba el lugar central del banco que está a los pies de su palio, llenando su mirada de eternas oraciones. Esa señora que dio tanto por Ella y ya se fue, con Ella al cielo.

No volverá tu plata repujada, esa plata tan característica cuando las primeras horas de la tarde en primavera hacía billar ese barco que hacia Huelva zarpaba. Tampoco estará esa virgen chica que desde un lugar privilegiado, el que solo la Madre de Dios y de todos los onubenses merece, contemplaba tanta hermosura bajo palio. Ni aquellas monjitas que de noche le cantaban desde otro de esos lugares que el cielo tiene guardado en la Tierra.

Pero, si hay algo que no volverá y cada día que pasa más me duele, es no volver a disfrutar de tu compañía ni de tus historias cuando ya el cansancio nos vencía. Ya no volverás tú, mi Cruz de Guía.

stats