La solemnidad del Cristo de la Misericordia impone silencio

3la misericordia

Miles de onubenses enmudecen ante la sobriedad y el misticismo que impregna a su paso por las calles más estrechas del centro

Cientos de onubenses aguardan al paso en la calle Gobernador Alonso.
Cientos de onubenses aguardan al paso en la calle Gobernador Alonso.
José Antonio Cárdeno

25 de marzo 2016 - 01:00

CAE la noche sobre Huelva y la calle Rábida enmudece. El Jueves Santo ya ha prendido en la ciudad. La mística lo hace junto a la iglesia de La Milagrosa, alejada del bullicio. Los acordes de las bandas de acompañamiento musical del resto de hermandades aún reverberan en los edificios contiguos a la iglesia del Santo Cristo de la Misericordia, a cuyas puertas se concentran cientos de onubenses que se comunican en voz baja para no perturbar el silencio que caracteriza a una de las cofradías que ofrecen un matiz diferente a Semana Santa onubense.

"Damos un estilo diferente, ni mejor ni peor, de sobriedad, de entender la Semana Santa como algo místico, de silencio, aunque somos alegres. Damos toque sobrio, clásico" subraya su hermano mayor, Rafael López Pavón, orgulloso de una cofradía que le ha dado a Huelva dos templos: "En 1982 se funda la hermandad con el compromiso con de arreglar la iglesia de la Milagrosa, que estaba en ruinas. Cumplimos concienciando a Huelva de la singularidad de un edificio que a lo mejor para otra ciudad no sería importante pero para esta es un tesoro, y, como agradecimiento, las Hijas de la Caridad nos dieron el terreno en que levantamos nuestra propia iglesia".

Dado el carácter sobrio de la cofradía, de corta vida y "con muchas obligaciones", los estrenos "se complican" según su hermano mayor, aunque anoche recuperaron el estilo fundacional y, en la conmemoración del Año Jubilar de La Misericordia, la junta de gobierno decidió volver a los lirios morados como exorno floral, "como siempre", realzando la sobriedad de un cortejo solemne sólo roto por el tañido de las campanas y el sonido de un muñidor.

Los nazarenos, ataviados con túnica y morrión de ruán negro y cinturón ancho de esparto, algunos de ellos sintiendo la frialdad del suelo bajo sus pies descalzos, se mezclan con el gentío ya de noche y por el pasaje del Cristo de la Misericordia asoma el paso homónimo antes de virar precedido por una nube de incienso que ca cargando la atmósfera lúgubre de solemnidad. Las voces se aplacan. Sólo se oyen los pasos cortos pero firmes de los costaleros, que mecen al Cristo en penumbra dejando atrás el templo.

Es tiempo de recogimiento. Ni siquiera retumban los sonidos de cada levantá, a diferencia de las de las vigorosas del resto de hermandades, parsimoniosas y sosegadas, a cámara lenta.

El paso, en cuya salida se concitan varios rostros conocidos de la sociedad onubense como el exalcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, o el secretario técnico del Recre, Manolo Toledano, vira para entrar en la calle Murillo enfilando el itinerario de su singular estación de penitencia. Casi a oscuras, con su figura proyectada por la luz artificial sobre las fachadas de algunas de las calles más angostas del centro, el Cristo se hace inmenso, tanto que arranca miradas de admiración y devoción acompañadas por las saetas que, desde los balcones, le llueven quebrando a ráfagas el sosiego que infunde al pasar.

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