Yo trabajé en 'Verano Azul'. Javi
En la medida de lo posible, no rodar nunca ni con animales ni con niños, había recomendado el maestro Hitchcook. Demasiado tarde. Yo ya me había recorrido media España enfrentándome con éxito al águila imperial en Doñana, y al quebrantahuesos en El Pirineo. Al poderoso oso pardo en el Hosquillo de Cuenca y a la berrea en la Sierra de Cazorla. Al lince en Quintos de Mora y al cormorán en la isla de Cabrera. El alcotán, el azor, el zorro y la jineta, habían sido “doblegados” para la fotografía en las maravillosas y misteriosas tierras de la Alcarria, con Camilo José Cela y Manu Leguineche de guardianes.
El lobo me había llevado 200 veces hacia la puesta del sol y había devorado frenéticamente al jabalí en mis narices, salpicándome de sangre en su descuidada orgía. El halcón peregrino nos había sobrevolado a 400 km por hora, como una bala, en busca de la paloma. Y todo, lo habíamos hecho con un equipo de cámaras similar al usado en ‘Lawrence de Arabia’, las míticas Mitchell MKII 35 MM., qué pesaban un “güevo”.
Felix Rodríguez de la Fuente dirigía el cotarro. Ahora me disponía a desafiar la segunda recomendación del genio, bajo la dirección, esta vez, de otro formidable capitán: Antxon Mercero.Bea, Desi, Javi, Pancho y Quique, ¡menuda panda! A la pizpireta Desi, no se le entendía bien cuando hablaba. La serie, sin que sirviera de precedente, se rodaba en riguroso directo. Antonio Cárdenas, el mejor ingeniero de sonido de España, se quejó al director. Y ahí recibimos la primera pista de por dónde iban las cosas. Mercero: tendremos que llegar a un compromiso con los de cámara para cerrar el plano cuando hable ella y que Arijita pueda meter más el micro. Toda España va a ver, casi por primera vez, y a familiarizarse, con los brackets de Desita. Desde entonces, comprendimos el carácter didáctico, “entre líneas”, que debería, también, contemplar la serie. En aquella España disparada hacia la modernidad y el futuro, deberíamos aprender todos a reconocerlo. Y esa era una labor de la TV Pública.
Quique, significaba la tranquilidad y el equilibrio en aquel corral de gallitos. Su actuación comedida y sostenida sin protagonismos ni aspavientos, le valió que al término de la serie Jose Carlos Plaza le llamara para su obra en el Teatro Español ‘Las Bicicletas son para el Verano’. Nunca comprendí por qué no continuó en la interpretación. Aunque si la cambió por la fotografía, sí lo comprendo. El primer plano de Pancho era formidable. Su dicción y su voz, notables. Tenía un gran potencial como actor. Le aguardaba un buen futuro profesional. Pero la “peste” que a principio de los 80, tanta juventud arrasó, entró por su puerta. La producción se volcó con él. Lo mimó y lo cuidó. Eduardo Esquide, Antonio Pozueco y sobre todo Juanjo Sánchez consiguieron mantenerlo intermitentemente en el rodaje. Los ayudantes de dirección Alfonso Santos y Carlos Martinez, trabajaron con él hasta la extenuación. El resto del equipo lo arropamos como pudimos, con cariño y comprensión. Pasados 40 años, creo que sin el paraguas y el apoyo sincero y la estima de tanta gente, al igual que otros muchos, no lo habría superado. Hoy, es una persona rehabilitada y feliz.
Debo confesar, que saludé a Javi con cierta prevención. Me habían dicho que su padre el doctor Artero, había sido del equipo médico habitual de Franco. A mí, aún joven y sectario, el asunto, confieso que me inquietaba. Además, con cierto prejuicio, recuerdo que dije de él, que era una especie de aspirante a Troy Donahue español, y que su carrera duraría solo esta serie. Dios mío, cómo me equivoqué. Tres días más tarde, después de ver sus pruebas de casting, y de rodar las primeras secuencias, sucedió todo lo contrario. Ya no me cupo ninguna duda de su extraordinaria potencialidad como actor. Recuerdo que eso mismo opinaba Ferrandis. Juanjo, era además un niño adorable, desprendido, ocurrente, genial y con un corazón enorme. Corazones era lo que “reparaba” con generosidad y altruismo su padre, como jefe de Cardiología en la Clínica La Paz, en cuyos quirófanos, solía hacerse las fotos el Marqués de Villaverde. Los Artero eran y son una familia maravillosa.
Juanjo fue el único de la pandilla que se convirtió en actor profesional. Estudió mucho y con los mejores. Desde Miguel Narros a Jose Carlos Plaza. Ha intervenido en numerosas series y películas. Debió ganar el Goya con el film de Enrique Urbizu, ‘No habrá paz para los malvados’, y si aún no le han visto en teatro, no se lo pierdan, porque tan bueno, no abunda. Le quiere como a un hijo y le adora, su compañera en las tablas, la gran Lola Herrera. Su gran momento está al caer. Hasta su muerte, Antonio Ferrandis jamás dejó de apoyarle y aconsejarle. Y en el set, avanzando como la primavera, suave y gentil, se coló el amor. ¿Quién es capaz de predecirlo? ¿Quién se atreve a rechazarlo? Mientras Javi y Pancho luchaban por el favor de Bea, a este lado de la cámara, Pilar y Carlos, sin saber cómo, se habían enamorado. Fruto de aquel amor, y al ritmo feliz del mariachi, con su tía Rocio Dúrcal al frente, nacería, dos años más tarde, Adrián, niño querido y deseado.
Hace 40 años, aquello podía tener consecuencias, y las tuvo. El formidable equipo de cámara de la serie ‘Cervantes’, liderado por el gran Paco Fraile, con Luis Berraquero y mi “hermano” Ángel Ocaña, había finalizado su rodaje y venían a sustituirnos. No me pregunten cómo, pero logré ser el único del viejo equipo de cámara en permanecer en su puesto, si bien a costa de ir al trabajo cada día a cara de perro, por mi enemistad manifiesta con Berraquero. Faltaban seis meses para el final del rodaje. En mi casa también había entrado el amor, y a eso uno se aferra aunque sea un clavo ardiendo. Luis Berraquero, más tarde, trabajó conmigo durante más de quince años, y a él se deben todas las imágenes aéreas de mis producciones, incluido el famoso helicóptero de la ‘Madrugá’ en la Semana Santa de Sevilla. Nuestra amistad, es desde hace mucho tiempo indestructible.
Durante 18 meses, decenas de los mejores actores españoles desfilaron por ‘Verano Azul’. Con ellos aprendí, me divertí y soñé, y todos forman parte de los recuerdos que permanecen en mi memoria y en mi corazón. De aquella gran familia que formamos, hace ahora 40 años, en aquel precioso pueblecito blanco a orillas del Mediterráneo, conservo muy buenos amigos y recuerdos, y una maravillosa serie para de vez en cuando, revivirlos. Se estrenó, con éxito, cuando yo ya vivía entre las nieves de las Montañas Rocosas en Colorado, y en la distancia, sentí una enorme satisfacción. Verán, les contaré un secreto: por primera vez, y sin que sirva de precedente, la chica americana rupia del vestido rojo en el capítulo ‘El visitante’, no se marchó con Carlos Larrañaga aquella noche de la Fiesta, jajaja. Pero esa, ya es otra historia. Que tengan todos ustedes un estupendo Verano Azul.
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