Huelva, caminito de su feria
Colombinas 2024
Apenas once días después de la presentación de los carteles la Merced ha renovado ya casi el ochenta por ciento de su abono.
El 15 de julio comienza la reserva de localidades sueltas
Anda metida esta feria, como casi toda la ciudad, como casi toda España, entre esas vibraciones que la Eurocopa 2024 le va dejando intensa y agradablemente. Vamos, que seguimos caminando inasequibles al desaliento.
También camina entre la ilusión de seis tardes toreras por llegar a su feria de Colombinas. Lo hace al ritmo intenso de esa selección española que dos noches no y una sí sigue haciendo con firmeza el camino hacia un final que trae debajo del brazo la ilusión de esa cuarta Eurocopa para España.
Cuarta para España, que ahí va a estar. Cuarenta años para esta plaza que ya anda con los pulsos aligerados volviendo a sentar entre su gradas al abonado fiel que le ha acompañado durante todo este tiempo. Porque el abono va bien y en ello hay confianza. Pero sobre todo porque la feria marca carácter como para tener confianza en ella. Casi el ochenta por ciento del abono renovado en apenas once días que llevan los carteles presentados lo confirma.
El abonado
Junto a los toreros que llegan a esta feria tan especial en torno a la plaza, el de abonado ha sido el término que más ha utilizado el actual empresario José Luis Pereda para visualizar el agradecimiento a ese aficionado fiel a la feria de su tierra. No es baladí tan acertada afirmación porque esa fiel tropa de aficionados son los que determinan la forma de ver toros en esta plaza y desde luego la que le da una vida más allá de cualquier cumpleaños.
Mantiene José Luis Pereda en distintos foros donde se lo he escuchado que esta feria es producto de un público muy fiel con su plaza. Que los pulsos donde testar lo que se puede montar en La Merced pasa por el que la feria tenga siempre a los mejores en su mejor momento pero sin perder su esencia de Huelva.
Porque excluyendo la fuerza de Sevilla, lo que resulta incontestable es que la afición choquera es el gran patrimonio que estos cuarenta años han dejado a la plaza y su feria. Ese patrimonio es el que la sostiene con rotundidad frente a ferias – Almería, Granada, Córdoba - que antaño la sobrepasaban y ahora se han ido diluyendo poco a poco vaya usted a saber si por torpeza o por hastío de no encontrar su verdadera medida.
Huelva es una feria que también les deja sensaciones a los toreros cuando tienen que buscar rehacer el camino dentro de una temporada. La Merced fue ese talismán de un Ponce que se supo querido por los partidarios de Litri y que en medio de temporadas complicadas siempre vino a reaparecer ante esa gente que también a él le tocaba palmas por Huelva.
Ahora es el caso de Morante; metido por necesidad en esa intimidad personal en la que refugiar la mente y en la certidumbre de que su anuncio sea una realidad para el espectador. Realidad será, porque incluso el propio torero ha pedido que no le saquen del cartel de Huelva cuando en otros muchos sitios, de contratos entregados, reiteró que no se le anunciase.
Morante ve Huelva y finalmente estoy convencido de que Huelva verá a Morante. Convencido hasta los tuétanos de que el de La Puebla se siente querido en esta tierra y que este es punto compatible con proseguir el camino.
En esencia
Mas esta feria no es solo Morante. Ni siquiera cualquier nombre torero por importante que parezca, lo es. Ni tampoco las variadas interpretaciones que se puedan hacer, y se hagan, sobre ausencias y presencias en el albero.
No se construyen cuarenta años de historia y convivencia entre una afición y su plaza a costa de individualidades sino en torno a un sentimiento de pertenencia y ésta plaza pertenece a Huelva tanto lo soñara José Luis Pereda como si no.
Es verdad que llegar hasta aquí partió de un paseíllo que trenzaron con la mayor decisión del mundo tres personas que llevaban a Huelva en sus venas. Pereda, Marquínez y Marín Rite lidiaron sin duda con la tarde más importante de todas las que hayan sucedido en estos cuarenta años de toros y de toreo. Aquella en la que decidir cómo conseguir que José Luis Pereda volviera a darle luz y vigor a sus cimientos; darle vida taurina al interior de una ciudad que se había acostumbrado a vivir con ese edificio singular entre sus calles. De sus remozadas gradas había desaparecido ya aquel sorprendente paisaje de bidones y bidones llenos de agua a modo de espectadores.
Su albero, nuevo reluciente y novel para todos los toreros que desde ese 29 de julio del 84 comenzarían a llegar. Su primer cumpleaños y un ferión de recordar tanto por extenso como por intenso. Seguro que el de este año volverá a dejar sensaciones importantes en la historia de La Merced. El tiempo impregna de cosas bonitas esta feria que está por llegar.
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