Miranda y Pereda ponen cara la feria

Feria de Colombinas 2024/ Tercera de feria

El indulto del triguereño a ‘Barba Verde’ marca la cima de una tarde histórica en La Merced

Miranda a hombros / Josue Correa
Paco Guerrero

02 de agosto 2024 - 06:00

Huelva/Decian los que cuestionaban los seis toros de Miranda que no tenía variedad el torero. Que qué pintaba eso en la feria. Que Siempre es lo mismo. 

Y es cierto. Miranda siempre es el mismo. Un torero honesto, honrado y valiente que no necesita otra variedad porque tanto la verdad como el valor no tienen variedad. Simplemente son verdad y valor. Siempre son eso. Ayer sucedió algo más que eso porque David de Miranda forjó ante su gente y ante los que no son su gente, una soberbia imagen de torero capaz de fundir muchas cosas grandes en su profesión. David tapa bocas. No es lo importante, pero las tapa.

Y ayer, con esas armas, sólo con esas armas, Miranda fue tan diverso torero como diferentes fueron esos seis actos de su particular tarde.

‘Lamentablemente’ donde no tuvo tanta variedad el triguereño fue con la espada. Seis estoconazos a ley. Rotundos y firmes en su resultado. Seis toros boca arriba. Seis estocadas en busca de coronar lo que había dejado minutos antes con la muleta; emoción y sinceridad acompañadas de una cabeza muy despejada a pesar de ese tantarantán que le propinó el primero de la tarde por embelesarse con la dulzura del de Santi Domecq un toro demasiado cargado de kilos y levedad en su seriedad de cara que puso principio a la tarde. Irrelevante castigo en varas y muy despacio ese quite que le administró el torero llevando muy toreado a un animal que deja buen recuerdo por su extraordinaria nobleza y juego. Bajó por él izquierdo el tono. Menos entrega pero lo recompuso el torero otra vez por la diestra. David muy cerca hasta que le levantó los pies del suelo y lo zarandeo de mala manera. Fea pero sin consecuencias aparentes. Cogida por la confianza en la nobleza y ejecutada por la bravura.

Verdad. Tanta como esa faena al de Loreto Charro, un gran toro que acompaño la virtud de la nobleza que los bravos derraman sobre el albero. Hasta que se afligió. Después Miranda desperezó el miedo entre el tendido metido en la testuz de un toro al que Huelva aplaudió de salida. La estocada tan llena de ambición como el inicio de ese brindis con Padilla abrazado a Miranda. Joder, esto seguía siendo veneno para cardíacos.

Para los que no habían sucumbido aun, un poco más de dosis. Porque el toro que mandó José Luis Pereda se fue vivo para el campo. Grandeza de toro.

Miranda indultó a Barba Verde un gran toro de Pereda de capa burraca, marcado con el número 59 en el costillar que había brindado precisamente al ganadero. Un ejemplar perfecto de hechuras con una bondad y una bravura honda y sería que emocionó por esa clase y el fondo que sacó de bravo yendo siempre a más. Una obra perfecta que puso a la plaza en pie tras ese arranque donde Miranda dejó la muleta muerta girando sobre si mismo en esa ronda que ya rompió totalmente al tendido mientras sonaba Mi amargura, una marcha de palio que llenó el ambiente de una belleza indescriptible. No es lo habitual en la música de esta plaza pero sonó a gloria y a intimidad. La que tuvo esa brutal faena.

La verdad inapelable del toreo con Miranda saliéndose de madre y un toro dando respuesta a todo barbeando el albero con la cara por el suelo y haciendo el avión sin cansarse La Merced arrebatada de verdad. Sin posibilidad de escaparse a toda esa emotividad que ambos protagonistas derramaban en cada serie. 

Uff, como como quemaba el toreo en el corazón de esta Huelva a la que David debe tanto como esta tierra debe a David.

Un victorino distraído, aquerenciado en el caballo, pesado para salirse de él y apretando en banderillas partió el festejo en dos. Resolutivo el torero con él aprovechando lo mejor por el izquierdo y matando de otra estocada. Saludó el torero en ese respiro que también necesitaba el tendido de tanta emoción como ayer le corría por las venas a La Merced.

Con el Villamarta estaba claro que iba a ser por lo militar. Se gastó pronto la buena clase que enseñó de salida el de los predios de Federico Molina y Miranda se echó al terreno donde queman los pies de los toreros. Miranda no es de los que quitan y allí se quedó atornillado queriendo hacer honor al brindis que le había dedicado a otro pedazo de torero como es ese Morante al que mañana se espera con mucho cariño. Dedicatoria a un soberbio torero. Brindis de valor a uno de arte. ¡Vamos!. Otro soberbio volapié y la muerte del quinto podía haberla firmado Benlliure con todas las de la ley. Oreja legítima.

Estocada hasta los gavilanes. Después llegarían cinco más. Pero eso ya se lo he contado antes. 

Tenía mejor inicio que final el que cerró plaza con el hierro de Domínguez Camacho. Importante y honrado el compromiso de ese gesto a la puerta de chiqueros y esperar de hinojos el remate a la tarde que ya olia a triunfo en todas sus costuras. Voló cierto el capote vaciando la embestida. Ansia de compromiso en esa faena donde Miranda había atornillado las zapatillas en el brindis a toda su plaza. Y del albero no los sacó hasta que remato esa serie con pases cambiados y un precioso remate de pecho para hacer estallar de verdad otra vez a la plaza, en pie, rota de tanto jaleo de emociones. Feliz de haberse venido a una tarde que hace historia. Ya lo decián los affiches que andaban anunciado por las esquinas la encerrona del de Trigueros. Era Verdad. Tan verdad como que la feria se ha quedado muy bonita. Vaya que sí

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