El Malacate
Javier Ronchel
¿Y si este año viajamos a Huelva?
Cuando se produce un cambio de temperatura (en este caso, un descenso del mercurio) una de las primeras en notarlo es la piel. El frío, las escasas horas de sol, el regreso al maquillaje después del verano, la mascarilla, el estrés... Todos esos factores hacen que nuestra piel no luzca igual de sana y bonita que durante los meses de verano, lo que trae consigo que nuestra piel tenga unas necesidades específicas que antes no tenía. Y, si las necesidades de nuestra piel no son las mismas, ¿por qué deberían nuestras rutinas de limpieza ser las de siempre?
Además del cambio de rutina por las necesidades nuevas que tiene nuestra piel después del cambio de estación, podemos adaptar nuestra rutina para reparar el daño de nuestra piel y reestablecer su equilibrio. El tipo de rutina de limpieza que realicemos, determinará la efectividad del resto de productos y, además, eliminará cualquier tipo de residuo y exceso. Adaptar nuestra forma de limpiar la piel a la estación en la que nos encontremos es la clave para recuperar la frescura de nuestro rostro.
Sin olvidar que con el cambio de estación hay que hacer una limpieza más a conciencia para eliminar las células muertas y las manchas en la piel a causa del bronceado, en otoño es también recomendable cambiar el limpiador y utilizar uno acorde a las necesidades específicas de cada rostro y de sus características.
Las personas con este tipo de piel querrían que el verano fuese eterno. La pieles grasas y con tendencia al acné ven beneficiadas durante el verano, ya que el sol actúa como antiséptico, además de haber controlado la secreción sebácea. Con la llegada del otoño y la disminución de las horas de sol, la piel grasa puede sufrir ligeros brotes de acné.
Por eso, la limpiadora más aconsejable para este tipo de piel es en espuma y que se pueda aclarar con agua, con una función ligeramente astringente. Pueden contener componentes como el aceite del árbol de té, el ácido salicílico e incluso exfoliantes enzimáticos como la bromelaína o la papaína que contribuyen a la regulación de la piel grasa.
Aunque la piel normal no sufra alteraciones tan acusadas como la grasa o la seca, es importante prestar atención a sus necesidades. Es recomendable limpiar la piel con productos que no contengan sulfatos, para así preservar el manto lipídico natural de la piel y mantener su correcta hidratación.
Es recomendable limpiar la piel con un gel limpiador una una espuma muy suave y ligera. Para este tipo de pieles se recomienda que el producto contenga antioxidantes (como la vitamina C). Otra opción de limpieza para este tipo de rostros es un bálsamo limpiador que se aclare con agua. Puede ser en bálsamo o en aceite que al contacto con el agua se emulsione y forme una leche limpiadora. Es recomendable acabar la limpieza con un tónico que selle los poros.
Una de las consecuencias de las condiciones meteorológicas que nos dejan el otoño y el invierno es la falta de hidratación de la piel. El cambio brusco de temperaturas (la calle es Siberia, las casas el desierto del Sáhara) y el viento hacen que la piel se reseque, algo que sufren especialmente las pieles secas. El cuidado de este tipo de piel es importante en todas las estaciones por su fragilidad. En verano tienen especial cuidado del sol y en invierno de las bajas temperaturas por ser pieles muy sensibles a los cambios.
Por eso, para este tipo de pieles es recomendable utilizar aceites o bálsamos oleosos con los que preservar los lípidos naturales de la piel. Estos productos de limpieza facial no sólo limpian la piel, también la calman y la hidratan a la vez que le dan luminosidad.
También te puede interesar
Lo último
El Malacate
Javier Ronchel
¿Y si este año viajamos a Huelva?
Salud sin fronteras
La IA y la humanización
Visto y Oído
Voces
No hay comentarios