Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Se busca Eugenia de Montijo

La Transición fue una pirueta para no demonizar al contrario ni divinizar al adicto. Ni bien propio ni mal ajeno, sino bien común

Robert Hugh Benson fue un escritor británico que escribía con la contundencia de Cioran y mereció los elogios de compatriotas como Evelyn Waugh. En su libro La amistad de Cristo dice que es fácil imaginar al Nazareno en los santos o en los sacerdotes, pero no tanto en los pecadores. “Es tan patente su amistad con los pecadores que podríamos llegar a pensar que se desinteresa de los santos”, escribe Benson. En el Libro de los Reyes, el Señor se le aparece en sueños a Salomón y le dice que le pida lo que desee. “Por no haberme pedido la vida de tus enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, te concedo, pues, un corazón sabio e inteligente”. En El libro de los amores ridículos, de Milan Kundera, el doctor Havel “llegó a la conclusión de que su propia felicidad no era más que un eslabón de una cadena de felicidades y, como su corazón deseaba el bien a los demás, su excelente humor se multiplicó por dos”.

Cuán distinta es la política española de los propósitos de Benson, Kundera y el rey Salomón. En la esquizofrenia patria se celebra más el mal ajeno que el bien propio; el primero se considera una condición para la plenitud del segundo. La Transición fue una pirueta para no demonizar al contrario ni divinizar al adicto. Ni bien propio ni mal ajeno, sino bien común, el mejor antídoto contra la sed de mal, que la llamó Orson Welles.

El PSOE celebra la ingobernabilidad del país, aunque ahora se inventa la argucia de la mayoría social, como si los muchos que no votaron a Sánchez pero forman parte de sus posibles aliados tuvieran más calidad democrática que los muchos que no votaron a Feijóo y están en su posible escenario de alianzas. Cada cual quiere que el otro se estrelle en ese rompecabezas donde nueve testas embisten, como decía Machado, y una piensa. Que unos tengan que hacer concesiones a los que quieren romper el marco constitucional para verse ante el cuadro de su incoherencia; que los otros cedan terreno a una derecha montaraz convertida en sucedáneo del tren de la bruja.

Pedro Sánchez quería siete debates con Feijóo y ahora le niega una reunión estival. Bandera Roja al Verano Azul. Contrasta esa reacción infantil con las puertas abiertas a interlocutores menos presentables. Lo titulaba un diario nacional el domingo: PSOE y Sumar le preparan la pista de aterrizaje a Junts. La duda es cómo vendrá Puigdemont para completar la falacia de esa mayoría social. ¿Vendrá como Nelson Mandela o como Josep Tarradellas? Tal vez lo haga como Napoleón III, que como el gerundense gobernó, fue prófugo y preso, vivió el destierro y regresó como emperador. Sólo le falta una Eugenia de Montijo o una reina de Saba. La pista de aterrizaje propicia el chiste fácil del Falcon.

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