El mítico grupo onubense Brotes de Olivo cumple su medio siglo
Veintisiete discos, dos de ellos dobles y uno triple, conforman la discografía de la agrupación familiar. Prepara un concierto sinfónico, que se realizará con todas las medidas de seguridad
Huelva/El mítico grupo onubense Brotes de Olivo, una agrupación musical familiar que ha traspasado fronteras y es reconocida internacionalmente, cumple medio siglo de existencia. A lo largo de estos cincuenta años ha dado numerosos conciertos en distintas partes del mundo y cuenta con una discografía conformada por veintisiete discos, dos de ellos dobles y uno triple. Para este año prepara un concierto, Brotes Sinfónico.
El germen de la agrupación se encuentra en la iglesia del antiguo convento de las Adoratrices, sede por entonces de la parroquia Cristo Sacerdote, donde Vicente Morales, el progenitor, tocaba el armonio cuando se celebraba misa.
Un día, Ali, su hija mayor, de manera espontánea cantó uno de los temas que se cantaban en el transcurso de la misa y “a partir de ahí, mi padre se dio cuenta que había un don familiar”, señaló Judith. Poco a poco se fue uniendo el resto de los hijos del matrimonio formado por Vicente Morales y Rosa Escala, trece en total. Posteriormente se incorporaron los nietos. La pareja tiene veintinueve y cuatro bisnietos.
En 1971 se invitó a la familia Morales-Escala a participar en unas verbenas que se realizaban en la Ciudad Deportiva a beneficio de la Ciudad de los Niños y de Cáritas. Fue aquí donde por primera vez se presentó como Brotes de Olivo. Vicente Morales escogió este nombre, según explicó Judith, porque “la base del altar de la parroquia era un tronco de olivo centenario, en el mantel se podía leer la frase: ‘tus hijos como brotes de olivo en torno a tu mesa’, y todos los domingos y los días que se iba a rezar, a celebrar con la comunidad parroquial, marcó mucho”.
A esto se une “el versículo, que está en el salmo 127, que es donde se basa, que dice: ‘Tu mujer, como parra fecunda... y tus hijos como renuevos de olivo’ es algo con lo que mis padres sintieron que se identificaban mucho, con esa ilusión de hacer una vida en torno a vivir a Dios en el día a día, con una vivencia muy cotidiana de la fe”.
Los ensayos se realizaban en la casa familiar. “Después de comer mi padre se ponía con el piano y nosotros, como una manera de relajarnos, cantábamos canciones compuestas por él, de la vida diaria. Al principio fueron más canciones infantiles como El avioncito tiritón, Viaje de ilusión... y después, como mis padres pertenecían a cursillos de cristiandad, empezaron a poner música a pasajes del Evangelio”.
El primer concierto “se llamó Mi barquito de papel. No era explícitamente cristiano, había canciones de todo tipo, de viajes, anécdotas, de la familia”. Ese día se hizo incluso una versión de la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorák, “mi padre le puso una música”. Posteriormente, el grupo se centró en la música católica.
A partir del año 1973 le empezaron a proponer a la pareja que grabara discos. Judith destacó el papel de su madre en el grupo, “es la que mejor canta, pero ella es tímida y le gusta pasar desapercibida, siempre intentaba no aparecer mucho, pero en la mayoría de los conciertos había un momento en el que el público pedía que subiera al escenario por lo menos para una canción, y hay una canción muy representativa de mi madre, que es María de los Gitanos, y la gente se emocionaba muchísimo”.
Al principio era el padre el que componía canciones pero ya en la década de los ochenta empezaron a componer también los hijos. “Nosotros aunque hablábamos mucho de valores cristianos no era todo tan explícito porque creíamos que la música es una manera de llegar a todo el mundo y lo hemos compartido de una manera muy natural, la fe y la transmisión de valores pueden ir perfectamente de la mano sin agravios”.
Los últimos discos “fue un empeño” de la familia, puesto que había muchas canciones compuestas por el padre, “el compone constantemente”, que estaban sin música, “y nos las repartió a nietos e hijos y compusimos todos la música”.
De los lugares en los que ha actuado el grupo, Judith destacó “los colegios en los que había niños de familias desestructuradas, en los que tenemos experiencia de amistad que a día de hoy duran”. Aparte, subrayó que los viaje a Perú y a México, “han sido viajes de riqueza y variedad increíble.Lo mismo se canta en el Coliseo Eduardo Dibós en Lima, que es un emporio impresionante al que asisten 6.000 personas, como en Lurín, un barrio pobre”.
Apuntó que “la gente tiene una necesidad de ver a un Dios vivo y se entiende mucho mejor cuando se lo cantas que cuando se lo lees de la Biblia. La música es un lenguaje universal que se cuela en el corazón tanto del que ya cree y sobre todo del que ha tenido una experiencia negativa relacionada con la fe o religiosidad y de pronto te mira con los ojos brillantes y te dice que esto me ha transformado, me ha cambiado. Esos momentos personales se te quedan y te impactan mucho”.
Homenaje a Vicente Morales y Rosi Escala
La Diócesis de Huelva rinde mañana un homenaje a Vicente Morales y Rosi Escala. La entrada al acto, que se celebrará en el Colegio Diocesano Sagrado Corazón, será limitada por invitación. Este homenaje se llevará a cabo en el marco del sesenta aniversario de boda de la pareja, así como de los cincuenta años de la fundación del grupo Brotes de Olivo y de los cuarenta años de la creación de Pueblo de Dios.
La Diócesis onubense quiere reconocer a un matrimonio ejemplar, que “estimula la vida de otros laicos y matrimonios”, un reconocimiento que se realiza en el contexto del Congreso Nacional de Laicos, que se celebró el pasado año en Madrid, así como del Año Extraordinario de la Familia, que comenzó el pasado 19 de marzo.
Será un acto sencillo y emotivo. Se realizará una semblanza del matrimonio, “de su recorrido vital” y se celebrará una eucaristía. Desde la Diócesis se ha solicitado para ellos la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice, la mayor distinción que realiza la iglesia a los laicos. Estarán presentes en el acto once de los hijos y algunos de los nietos. Se estrenará una pieza que uno de ellos, Vicente, ha compuesto a su abuela.
Judith, una de las hijas del matrimonio, comentó que “el obispo emérito, José Vilaplana, que le pasó el testigo a Santiago Gómez, incidió mucho en la realidad familiar de Vicente y Rosi, y estamos superagradecidos”.
Cuarenta años de la comunidad Pueblo de Dios
Otro de los proyectos que ha puesto en marcha Vicente Morales con el apoyo de su mujer, Rosa Escala, es la comunidad Pueblo de Dios, de cuya creación se cumplen cuarenta años el próximo mes de octubre. Ubicada cerca de Niebla, en la entrada hay un cartel en el que se puede leer: ‘Pasa y participa de lo que es tuyo’. En la comunidad “se acoge a todo el que llega”. Así lo aseguró Judith, una de las hijas de la pareja, que comentó que “la idea es vivir la fraternidad universal, que se resume en la oración del Padre Nuestro”.
Judith explicó que “fruto de querer vivir en comunidad, así en grupos grandes, las celebraciones de la fe”, inicialmente Vicente Morales, que era técnico de Celulosa, solicitó a su empresa un campo que ésta tenía habilitado para realizar campamentos de verano con los trabajadores, con el objeto de, una vez que acabaran los campamentos de verano de los trabajadores, realizar un experimento, que se denominó la Ciudad Joven, donde se podría vivir “sin cobrar a nadie por la entrada, ni por la comida, ni la dormida, un lugar abierto especialmente a los jóvenes, en aquella época había mucha droga, eran los años 1978 y 1979”.
Fue tal la afluencia de personas procedentes de distintos puntos del país, sobre todo de Andalucía y Extremadura, “tal necesidad de esos encuentros, en gratuidad, en los que se compartía la fe de una manera muy natural, sin tanto ornamento y liturgia oficial, llegando al corazón”, que hubo la necesidad de contar con un lugar propio.
“Se sucedieron algunas pascuas en el Monasterio de Tentudía en Calera de León (Badajoz), y en 1980 se encontró el terreno de Pueblo de Dios, que era entonces muy seco, no tenía agua ni prácticamente arboleda. Se compró con mucha esperanza. Mi padre es perito, se compuso de forma que se creo una presa y a partir de tener agua, se hizo de aquel lugar un edén”.
En el año 1981 se fue a vivir una primera comunidad de tres personas, “mi hermana Ali, el cantautor Migueli Marín y una amiga nuestra, Carmen. Cada año entraba y salía gente. Yo encontré mi pareja en la comunidad”. Hoy viven dos familias, que tienen entre las dos ocho niños; el sacerdote Pedro Gil “y está Pepa, de Puerto Real; Paco Hipólito, de Zafra y ha vivido también Fermín, otro sacerdote, de Málaga”.
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